asi 30 años después de su encargo como rector, Pablo González Casanova, hombre perseverante y visionario, publicó el libro La universidad necesaria en el siglo XXI (2001) con reflexiones para el caso de la UNAM. En especial, me parece sugestivo lo que escribe con frescura de la universidad que le apetece, en el apartado 7; son ocho páginas que no tienen desperdicio, y que, entre otros asuntos, se refieren al gobierno y la democratización de la institución; páginas que sería imposible revisar aquí; pero que deben analizarse con atención, pues en noviembre habrá designación de rector. Ya comenzaron a expresarse los estudiantes. La llamada Asamblea Interuniversitaria plantea, como exigencia, la democratización de la UNAM ( La Jornada , 28/4/23). Pienso que tiene razón, y deseo que asuma el compromiso cabalmente. Convendrá, en esta ocasión, acudir a la sabiduría y experiencia de don Pablo; en su libro hay material para pensar en la universidad que necesitamos, y por la que debemos pugnar. Se verá que el asunto es más complejo de lo que parece: de una gran riqueza, y, sobre todo, su realización será posible a mediano plazo, si se invierte el tiempo y el trabajo requeridos. Urge iniciar la tarea.
Considero que el rector Enrique Graue, y los miembros de la Junta de Gobierno (en combinación con el Consejo Universitario y los consejos técnicos), haciendo gala de la autonomía y demás principios universitarios, tienen la posibilidad histórica de facilitar el camino para ampliar los canales de participación, aun con las limitaciones de la Ley Orgánica de la UNAM. Sí, tienen la posibilidad de favorecer una próxima administración donde un rector o rectora encabece la transformación universitaria, empapada de democracia. Los candidatos habrán de presentar programas de trabajo, para el escrutinio de todos, abriendo espacios de reflexión sobre la democratización, tanto durante el proceso de la elección, como después del nombramiento. El grueso de los universitarios, por otro lado, tenemos la responsabilidad histórica de caminar con alegría y confianza hacia la democratización, dentro de un programa amplio de transformación profunda de la UNAM. Así, podría darse continuidad al propósito democratizador universitario anunciado por González Casanova hace más de 50 años. Y así, hasta que las autoridades formales de la UNAM manden obedeciendo los mandatos de los universitarios. Seguramente, con esto estaría de acuerdo el comandante zapatista Pablo Contreras .
La Real y Pontificia Universidad de México cuestionó a Hidalgo y su movimiento por la independencia. De la Universidad Nacional de México llegó a decirse que, durante la Revolución Mexicana, los universitarios no dieron señales de vida, pues no habían despertado del marasmo dictatorial
(Félix Palavicini). Durante el cardenismo, uno de los acérrimos enemigos de la educación socialista fue precisamente la universidad, que, dicho sea de paso, en 1933 había perdido el carácter de nacional
. ¿Qué se dirá dentro de algún tiempo de la postura de la UNAM, como institución y de sus integrantes, ante la propuesta de la 4T?
Don Pablo, al cumplir 100 años, en una de sus últimas intervenciones públicas, en clara referencia a la 4T, expresó: “Quiero decir algo sobre este fenómeno… que plantear en la universidad hasta hace poco habría sido imposible. De pronto universidad, gobierno, sociedad civil pueden actuar, es algo verdaderamente notable y algo que nos asegura el futuro de todos los aquí presentes y de la humanidad” ( La Jornada, 2/3/22). Hago votos para que la universidad, además de democratizarse, se sume a la transformación de México, y que esta última se profundice y amplíe.
Hablando de democratización universitaria, considero que debería comenzar hoy, pues lo que voy a proponer no depende del rector, ni de ninguna autoridad formal de la UNAM. Podría comenzar de inmediato en cada salón de clase y en los espacios universitarios. Para ello resultaría muy útil la asamblea (pero no la asamblea
desgastada y pervertida, que ha prevalecido en la UNAM, sin conducir a nada positivo). Sería conveniente ensayar otras formas de organización; se me ocurre, la asamblea que para fomentar la autonomía de los estudiantes practicaba Célestin Freinet en su escuela campesina. El propio Freinet, sobre la asamblea, expresa: No hay mejor preparación para el papel de ciudadano que esta práctica efectiva de la libertad, de la cooperación y de la democracia
( La educación moral y cívica). La preocupación central de Freinet es ¡cómo dar la palabra al niño!
Si Freinet hubiera sido profesor de la UNAM, me atrevo a asegurar, su preocupación central habría sido: ¡cómo dar la palabra a los estudiantes universitarios! Es necesario que nuestros jóvenes estudiantes se expresen libremente.
Sueño con ver a mis estudiantes reunidos en sus asambleas; soñando, a su vez, para alcanzar la universidad que necesitan y merecen, tanto ellos como todos los mexicanos. Jóvenes universitarios, por favor, no dejen de soñar en su universidad y su país; imiten a ese gran soñador Pablo González Casanova.
Deseo agradecer a don Pablo el legado que me dejó para pensar en la problemática universitaria. Aún recuerdo el encuentro casual que tuvimos a la orilla del mar, en la playa de la Ropa, en Zihuatanejo. Él caminaba a buen paso por la arena, lo detuve, me presenté, y durante unos minutos charlamos sobre el autoritarismo universitario.
Profesor en la UNAM.