n esta segunda década del siglo XXI, estamos viviendo una realidad diferente, aunque no tanto como la necesitamos quienes apostamos por un mundo económico no dependiente del armamentismo y de la política del sometimiento.
Al estilo AMLO, Joe Biden, presidente de Estados Unidos, se reinventa y se arriesga. En un restorán de comida, tal vez de origen cubano-mexicano, en un barrio del mismo Washington, el presidente y Kamala Harris, vicepresidenta, rompen las reglas y consumen los alimentos, otrora, prohibidos. Quesadillas, churros y tacos de diverso contenido tuvieron a bien degustar sin miedo a la crítica.
Y, como todo político consciente de la necesidad de votos, busca los sufragios, aunque sea imitando a su colega mexicano Andrés Manuel López Obrador. Es decir, consumiendo los alimentos cotidianos de la ciudadanía, en general.
Este más o menos simpático detalle podría granjearle algunos votos, ya que su relección no parece fácil ante la arremetida del candidato republicano, Donald Trump.
Todo fuera como eso. Este tipo de hacer política, esto es, enviar mensajes de condescendencia o, mejor dicho, de coincidencia con uno de sus vecinos más agredido (México) en la historia de ese país de inmigrantes, marca tal vez una nueva etapa en la política estadunidense.
La situación política mundial es un vaivén impredecible, aunque ciertamente, esperado. Después de un historial impresionante de intervencionismo y devastación bélica estadunidense, se espera casi cualquier cosa de sus gobiernos, republicanos o demócratas.
Los días más álgidos de injerencias por parte de la OTAN y de otros países atrasados en cuanto al sentido de responsabilidad social, al parecer, está quedando a un lado.
Degustar unos simples tacos mexicanos podría ser una señal de buena vecindad o de cambios engañosos en la diplomacia demócrata. Y, según nuestra opinión, el hecho de pagar en efectivo y tomarse la foto necesaria con el personal del establecimiento es una especie de pequeña lección al mundo de que no sólo otros presidentes pueden comportarse bonachonamente y mostrar la cara amable de lo que es el poder político y cómo se usa.
La atención mundial, o por lo menos la de su país, no se la va a llevar toda la coronación de Carlos III. Es importante atraer las miradas, a como dé lugar. Ya sea con algunos cambios en el tema de migración o con distractores absurdos, como la persecución y neutralización de globos asiáticos sin rumbo, o artefactos imaginarios para espiar a funcionarios de la Casa Blanca, o del Pentágono.
Con ligereza e irresponsabilidad supina, los diferentes gobiernos de Estados Unidos no han cumplido con las propuestas para detener el envío indiscriminado –e ilegal– de armamento de alto poder. Tampoco se ha aplicado en la búsqueda de las vías criminales que llevan la droga a su población.
No se conoce ningún programa efectivo de apoyo a aquellos países que ven a su población emigrar en grandes cantidades debido a las múltiples necesidades que los mantiene en la pobreza.
Enumerar los múltiples asuntos pendientes que los presidentes estadunidenses han ignorado es una tarea de urgente solución.
Y, por otro lado, no es signo de una diplomacia de primer mundo culpar a los países vecinos, a los aliados, a los que no lo son, tampoco a sus enemigos declarados y los que están en puerta.
Las acciones de apoyo están pendientes. ¿Qué son para las arcas millonarias de ese país otorgar 4 mil millones de dólares? Esa cantidad la pueden destinar a los países que padecen de desempleo, pobreza en educación, en crecimiento, en desarrollo, en salud y en soberanía alimentaria y energética.
Es justo, es legal y es muestra de desarrollo civil si se otorga apoyo monetario a los necesitados que lo soliciten. Ya que, por otro lado, son países que han sufrido de saqueos y abuso comercial. Son los países que han enriquecido a estos otros que no se han conducido con respeto y equidad.
Y ni hablar de los derechos humanos de los países sometidos por el neoliberalismo. Si el acercamiento y la buena vecindad, además de la solidaridad internacional, se demostrara con el consumo de alimentos típicos de países exóticos, como algunos legisladores del Congreso estadunidense les llama, todo se resolvería con una buena dotación de tacos solidarios.
Twitter: @AntonioGershens