Catástrofe en ciernes
l fracasar la idea original del Kremlin de concluir su operación militar especial
a lo sumo tres semanas después de invadir Ucrania, ante la negativa de rusos y ucranios de sentarse a negociar el fin de las hostilidades 17 meses más tarde, perfilando una guerra cuyo fin dista de ser cercano, Rusia y Ucrania se enfrentan a un serio problema colateral: una catástrofe demográfica en ciernes, que será inevitable si aplazan más la búsqueda de un arreglo político, imposible sin concesiones recíprocas.
Cada vez son más evidentes los graves efectos de una guerra prolongada en el bienestar de la población en ambos lados de la frontera –con mayor agudeza en Ucrania por la creciente pobreza, los desplazamientos forzados dentro del país y el éxodo de los refugiados– y su impacto directo en el decrecimiento del número de habitantes. Las amargas perspectivas ucranias merecen un comentario por separado.
Pero Rusia tampoco está mejor. Las estadísticas oficiales muestran que el covid dejó en 2021 más de 360 mil muertos y la población, en 2022, se redujo sin pandemia en más un millón de habitantes. Y eso dejando de lado los malabares con cifras de nuevos ciudadanos
(la población de las regiones ucranias anexionadas y los inmigrantes de Asia central, del Cáucaso y de otras zonas de la antigua Unión Soviética) con lo que las autoridades pretenden tapar el Sol con un dedo.
Desde luego, la crisis demográfica rusa no se debe a los soldados muertos en Ucrania, cuya cifra es secreto de Estado, aunque no está prohibido dudar de la ínfima cantidad que el Kremlin hizo pública. Los primeros síntomas ahí están: cerca de 2 millones de familias en edad de procrear descendientes que, por razones diferentes, no lo hacen, con 400 mil hombres intentando mantener los territorios ocupados y millón y medio de jóvenes que huyeron a otros países para evitar ser reclutados. A éstos se suman los otros factores –como la degradación de la salud pública, la falta de medicamentos antes importados, el alcohol, el tabaco y los accidentes laborales–, que conducen a que la tasa de mortandad supere la de natalidad.
De mantenerse la tendencia, la disminución y envejecimiento de la población incrementan el riesgo de relegar a Rusia a un segundo plano en la geopolítica mundial, detrás de Estados Unidos y de China.