o por esperada ha sido menos sentida la partida de Pablo González Casanova. Los recuerdos de tantos universitarios estarán presentes en estos días; aporto tres momentos entre varios que están en mi memoria.
El más lejano: conocí a don Pablo cuando era un joven rector de la UNAM, en plena huelga de los trabajadores de la institución, en 1972. Un grupo de profes, aún más jóvenes, fuimos a verlo al Antiguo Colegio de San Ildefonso. Algunos profesores hablaron sobre el áspero intríngulis político en el que nos encontrábamos. Don Pablo escuchó atento con gesto severo. Tuvo palabras de defensa de la UNAM, aunque no nos dejó saber la determinación que pocos días después anunció con su renuncia a la rectoría. Pero lo más llamativo fue el inesperado cambio de su expresión adusta a una de sonriente curiosidad: abandonó momentáneamente su sitio de rector y apareció el sociólogo hablando de los modos de una huelga universitaria para ese momento enteramente sui generis.
Una tarde de fines de 1995 nos vimos en su oficina del, en ese momento, novísimo Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (Ceiich). Algunas veces había tenido esos encuentros con don Pablo, pero ese día estaba feliz de haber agregado al trabajo del centro, la investigación también en ciencias. Era el resultado de su fuerte posición en pro de la investigación interdisciplinaria. Al entrar a su oficina me pidió que me sentara, pero él mismo se puso de pie y ya no se sentó. Exultante desgranó el contenido de tres libros que serían el resultado de tres grupos de investigación que él había impulsado. Desgranó los contenidos futuros de los libros y varias veces dijo vehemente: ¿Qué le parece esta estrategia de investigación?
Lo más llamativo para mí era la cantidad de universitarios que pudieron investigar y publicar, gracias a su impulso decisivo por la investigación. Me tocó participar en dos libros pensados por él.
Mi tercer recuerdo es de una fecha anterior: octubre de 1987. Como ocurrió algunas veces en que nos vimos sin propósito definido, desayunamos en el Sanborn’s de Perisur. Le divertía ver que ese sitio se había convertido casi en una extensión de la UNAM: numeroso de veras el grupo de universitarios que ahí se daban cita. Su preocupación de aquel momento era la estrepitosa caída de la Bolsa de Valores, en una magnitud para todos desconocida. La Bolsa de Valores mexicana era muy pequeña, pero en el contexto e historia mexicanos, era una noticia enorme. Un copioso número de mexicanos sin experiencia ninguna en las artes de la especulación bursátil entraron a la Bolsa: muchos ganaron fortunas en corto plazo, muchos perdieron hasta la camisa en aquella fecha. Se los dijimos, se los dijimos
, decía don Pablo ardorosamente, “esta es la modernidad que querían… Tenemos que investigarlo todo sobre este ‘modelo’”, decía pronunciando esa palabra con sorna burlona. La investigación era su norte de vida, qué duda cabe.
Abril 19, 2023.