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En menos de un minuto se hizo del escenario en Xicoténcatl
 
Periódico La Jornada
Jueves 20 de abril de 2023, p. 9

Con su mirada de abuela sabia y unas cuantas palabras, Elena Poniatowska se hizo del escenario en menos de un minuto: me da tristeza que no nos acompañe el señor presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.

El sainete cedió al brillo de Elena Poniatowska en la tribuna.

Brillaba, claro, por la medalla Belisario que acababa de recibir, pero también por el atuendo que eligió para la ocasión: un traje de cadenilla del Istmo de Tehuantepec, enagua y blusa de manga larga (aunque se estila, por lo general, de manga corta).

Y, con ese brillo, explicó Poniatowska el motivo de su tristeza por la ausencia: porque tanto mi familia, mis amigos y muchos de los que estamos aquí lo queremos, y no sólo lo queremos, lo admiramos.

Una segunda ronda de aplausos cerró el primer párrafo de un discurso que fue, en rigor, un recuento de nombres que, por sí sólo, era eso, una lista. Pero una lista que en boca de la homenajeada cobró otro sentido, porque era el recuento de una vida periodística y, simultáneamente, de siete décadas de nuestra historia.

Un listado a cargo de una testigo de privilegio, que habló de Carlos Fuentes o Carlos Monsiváis porque fueron sus amigos, que visitó a Siqueiros y a Heberto Castillo en Lecumberri, que se maravilló con los zapatistas que levantaban una biblioteca en plena selva, que acompañó a Evangelina Corona en el rescate de las costureras tras el sismo de 1985.

El obispo Samuel Ruiz, el líder ferrocarrilero Demetrio Vallejo o el sesentayochero Raúl Álvarez Garín no desfilaron solos en boca de Poniatowska, porque su lista no podía estar completa sin Ignacio López Tarso, el perímetro de María Victoria o Consuelito Velázquez, que nos enseñó a besar mucho, y muy bien.

En suma, un crisol que fue y vino de la política a la cultura y viceversa, que evocaba los puentes entre gestas históricas y luchas sociales más modestas y a la vez significativas.

O, dicho en las palabras de la homenajeada: hoy muchos recuerdos zumban como abejas, y repito en voz baja, que hoy ustedes, senadores de la República, me conceden la medalla Belisario Domínguez, que recibo como una gracia inesperada para la que sólo tengo una palabra, la más hermosa de todas, a pesar de ocupar tan poco espacio, dos sílabas que se dejan caer y son tan frágiles como un terremoto, un temblor, gracias.

Lamentó Poniatowska la ausencia del Presidente, quien en su lugar envió al secretario de Gobernación, Adán Augusto López; quizá del otro lado, del opositor, hubo quien lamentara la ausencia de la cabeza de otros de los poderes del Estado, dado que la presidenta de la Corte, Norma Piña, prefirió ser representada por el ministro Alberto Pérez Dayán, quien aplaudía como quien no quiere lastimar una figura de cera entre sus manos.

A la hora de las presentaciones, el bloque opositor se puso de pie, entre aplausos y vivas, para rendir homenaje a uno de los ocho ministros que, apenas ayer, declaró inconstitucional el traspaso de la Guardia Nacional a la Sedena.

El bloque mayoritario dejó pasar, porque ya vendría la suya, cada vez que se mencionaba en tribuna al presidente López Obrador. La tarea correspondió a la senadora por Chiapas Sasil de León, quien hizo un discurso híbrido, pletórico de fórmulas palaciegas y salpicado de frases que, supone la legisladora, corresponden al lenguaje de las izquierdas. A lo Mario Delgado, vaya.

La pieza oratoria tomó frases de aquí y allá, sin citar a los autores, y a ratos parecía la presentación de la candidata a una presidencia municipal. Ya en el cierre, De León no dejó pasar su momento: “aprovecho este recinto histórico para condenar enérgicamente la decisión de la Corte sobre la Guardia Nacional, es inverosímil tal decisión…”

Después de la palabra condenar no se oyó más nada. Legisladores de la oposición dejaron sus lugares y consumaron el acto revolucionario de lanzar ofensas al por mayor e increpar a los altos funcionarios a la mano. Militante del Partido Verde en sus primeros pasos en la política, Sasil de León se afilió al PES en 2018 (fue coordinadora de la bancada de esa fuerza evangélica en el Senado) y apenas en febrero pasado se unió a Morena.

Los datos anteriores vienen a cuento porque en 2017, Poniatowska y la actriz Jesusa Rodríguez hicieron una breve protesta tras la presentación del eventual gabinete de López Obrador, en rechazo a la alianza con el partido confesional: No al PES, decía el cartel que sostuvo en sus manos la escritora.

El caso es que ayer, la puntera entre los aspirantes a la candidatura opositora, Lilly Téllez, se lanzó directo contra el vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas: ¿qué quería? Provocar. Que le dijera al Presidente que había traicionado al pueblo, que era Victoriano Huerta. Yo le dije que le estaba faltando al respeto a Poniatowska, que era su ceremonia, contó Ramírez pasado el trance. El sainete estuvo lejos de afectar a la homenajeada, cuya obra forjó generaciones de lectores.

“El libro obligado fue La noche de Tlatelolco”, dijo una mujer que siguió la ceremonia a distancia y que, a pedido de este reportero, respondió a la pregunta de qué significó para ella la obra de Poniatowska: fue brújula y detonador de identidad en mi rebelde juventud. Tuve la fortuna de actuar en una obra de teatro que montamos, basada en su libro. Siempre me gustó mucho su manera de entremezclar narrativa, poesía y testimonio.

Y quizá esa sea una de las muchas razones por las que una multitud de lectores, que atraviesa generaciones, puede responder al discurso del palacio de Xicoténcatl: gracias a usted, doña Elena.