Opinión
Ver día anteriorSábado 8 de abril de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Podemos y Sumar, un tortuoso camino sin alternativa
Q

uiero ser la primera presidenta de España. Yolanda Díaz, ex sindicalista de Comisiones Obreras –central tradicionalmente ligada al Partido Comunista–, ministra de Trabajo y vicepresidenta tercera del gobierno español, hace una semana dio el salto para encabezar la candidatura de lo que se ha empezado a llamar, sin demasiada reflexión, espacio a la izquierda del PSOE. Definirse en función de la posición respecto a un competidor no parece el mejor de los comienzos.

Los comicios generales españoles serán a final de año, pero tienen una estación intermedia el 28 de mayo, con las municipales y autonómicas. La carrera electoral está lanzada y el mapa es el que sigue.

En el centro no hay misterio. El PSOE se aferra a la funcional figura de Pedro Sánchez, en pleno idilio con Bruselas, para captar moderados de toda tendencia y poder seguir gobernando en la dirección que soplen los vientos. Tener como cabeza de cartel y gobierno a un recipiente vacío tiene sus virtudes: puedes darle el contenido que cada momento requiera.

En la derecha, la pugna está abierta, pero el escenario es diáfano. Tras la nefasta moción de censura encabezada por un ex comunista narcisista pasado de rosca, no parece que Vox sea capaz de dar el sorpasso a la derecha tradicional. Su mera existencia, sin embargo, mantiene vigente un dilema que trae por el camino de la amargura al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo: disputar a Vox el voto más ultra o batallar con el PSOE por el moderado. Deberá elegir. A nadie le suena ya un partido llamado Ciudadanos.

Entre vascos y catalanes, ajenos en gran medida a las cuitas de la corte madrileña, las cuentas están echadas y no se esperan grandes novedades. Han jugado un papel clave en la mayoría de Sánchez, le han sacado partido y quieren seguir haciéndolo.

Es en la izquierda donde todo está por definir. No es fácil desentrañar el desencuentro actual entre Podemos y Sumar, la plataforma de Yolanda Díaz. Para empezar, porque fue el ex secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, con una sombra muy alargada sobre el aparato del partido, quien ungió a Díaz como candidata. Sin embargo, la primera plana de la formación no acudió al acto del sábado.

Las acusaciones cruzadas, los correveidiles y los agravios, reales o imaginados, son tantos que resulta difícil sacar algo en claro. Cabe lanzar, sin embargo, algunas hipótesis. El espacio de Podemos ha ido achicándose con el paso de los años, aunque la participación en el gobierno de Sánchez se valore positivamente –si se puede repetir, se repetirá–. En paralelo, la furia mediática desatada contra los de Iglesias e Irene Montero, junto a la evidencia de las operaciones de Interior (Gobernación) para tratar de perjudicarlos, ha unido a la militancia. Dicho rápido: son menos, pero están muy cohesionados. Dicho feo: es un perro maltratado cuyo objetivo es la supervivencia. En esta lógica, cualquier movimiento en el mundo exterior es susceptible de ser leído como una amenaza directa. Por ejemplo, la interesada generosidad con que Pedro Sánchez y los grandes medios tratan a Sumar por el momento.

Por otro lado, Yolanda Díaz ha optado por construir una plataforma paralela. Es lógico, en parte, porque sus opciones pasan por construir un artefacto político capaz de levantar una ola de ilusión y entusiasmo como consiguió hacerlo, a lomos de la movilización de los indignados del 15M, aquel primer Podemos. El actual no sirve por sí solo. Apelar a aquel primer Podemos, sin embargo, es poco más que un artificio retórico. No venimos de una crisis como la de 2008, en el gobierno español no está la derecha con mayoría absoluta –¡están ellos!– y a la izquierda del PSOE ya existe un espacio político sólido que nada tiene que ver con los dos diputados que Izquierda Unida tenía cuando surgió Podemos.

El riesgo de ruptura parece ahora real, pero cabe preguntarse, girando la óptica 180 grados, si pueden permitirse acudir a las elecciones de forma separada. La respuesta es que no, a no ser que quieran abrir de par en par las puertas de la Moncloa a PP y Vox. Las particularidades de la ley electoral española, de la mano de la ley D’Hondt, premian la unidad y castigan la dispersión. Mil votos en dos candidaturas separadas son muchos menos que mil votos en una sola candidatura.

Podemos pide primarias abiertas y pide respeto a su peso y trayectoria, Sumar defiende pactarlo todo con el resto de fuerzas menores. Los de Iglesias quieren firmar el acuerdo antes de las autonómicas de mayo, los de Díaz quieren evitar que la candidata tenga que mojarse en unas autonómicas con riesgos evidentes para Podemos, cuya posición negociadora quedará debilitada tras unos discretos resultados en mayo. Esto entra también en cálculos menos confesables, igual que el reparto de cargos.

Pero apenas importa todo esto al votante de izquierdas, atónito ante el desencuentro. La versión oficial de ambas partes asegura que el escenario deseable sigue siendo la confluencia, pero la maquinaria de cargar la responsabilidad sobre la espalda ajena también está en marcha.