Un ciudadano honesto
ribulaciones morales de un hombre gay privilegiado. Ben (Shlomi Bertonov) comparte con su pareja Raz (Ariel Wolf) un departamento confortable en un modesto barrio de Tel Aviv poblado por inmigrantes y en vías de gentrificación. Para alcanzar su ideal de realización conyugal, desean tener un hijo por medio de la inseminación artificial en un vientre rentado; para ello consultan páginas de Internet y manifiestan su preferencia por un futuro bebé no necesariamente blanco. No sólo son una pareja aspiracionista, sino también dos hombres muy liberales con una clara conciencia social. El problema surge cuando Ben, un ser metódico y maniático del orden, descubre una noche que el frágil árbol que, como buen ciudadano, ha plantado frente a su casa, corre el riesgo de ser dañado por dos jóvenes afrodescendientes que irresponsablemente se apoyan sobre él. Luego de una breve vacilación, Ben hace una llamada anónima a la policía para que resuelva el problema, sin imaginar un instante que dicha llamada y una acción represiva para él incómoda, habrá de complicarle por un tiempo la existencia e incluso su armonía conyugal.
Un ciudadano honesto (Ezrah Mudag, 2022), tercer largometraje del israelí Idan Haguel, aborda de modo irónico y crítico la situación de un hombre gay liberal orillado, muy a su pesar, a jugar el papel de cómplice involuntario de una discriminación racista. El origen de su predicamento es su afán perfeccionista de mantener todo en orden, desde el arreglo de cada detalle doméstico hasta su vida laboral y amorosa, al punto de provocar con esa manía una situación injusta que no podrá controlar. Poco importa que después procure ayudar a familiares de las víctimas o de hacer entender a su pareja, y también a su sicólogo, el conflicto moral que le atormenta. Su suerte está echada y cada esfuerzo suyo sólo acentuará su frustración al ver cómo se desploman unas a una sus certidumbres de liberal progresista. Una aguda sensación de culpa obliga a Ben a la simulación o a guardar un silencio vergonzante. Es raro que en el cine un personaje gay asuma hoy el rol de victimario, consciente o no, de otras minorías semejantes a la suya. Este cambio de perspectiva no deja de ser significativo en un cine israelí cada vez más abierto y sensible a este tipo de situaciones. El resultado aquí es provocador e incisivo. Un detalle interesante: en la vida real los dos actores centrales forman una pareja sentimental y los afrodescendientes vapuleados por la policía son inmigrantes sudaneses y eritreos que interpretan vivencias propias.
Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional a las 12:30 y 17:30 horas.