Dos Estaciones
ltos de Jalisco, fábrica tequilera Dos Estaciones. María García (espléndida Teresa Sánchez), mujer de carácter, de ruda apariencia física, pero de fragilidad moral insondable, intenta sacar adelante una producción de agave seriamente comprometida por la competencia desleal de intereses extranjeros. A las complicaciones financieras que parecen acumularse y que ella enfrenta con gran estoicismo, se añade de pronto una inquietud inesperada: la llegada de la joven Rafaela (Rafaela Fuentes), una administradora en busca de trabajo, con mucha experiencia en el negocio tequilero, capaz no sólo de poner orden en las finanzas de la empresa, sino también de alterar la aparente tranquilidad y el estado anímico de la señora María, tan dueña siempre de sí, tan metódica y controladora.
Dos estaciones (2022), primer largometraje de ficción de Juan Pablo González, con guion suyo y de Ilana Coleman y Ana Isabel Fernández, es la sobria disección de una personalidad femenina al borde, en todo momento, de un posible descarrilamiento emocional.
La originalidad de este primer trabajo es la manera en que el cineasta consigue expresar, en dos niveles narrativos inteligentemente yuxtapuestos, la crisis económica por la que atraviesa la fábrica, acentuada por el endeudamiento y las plagas, y el desasosiego existencial que se apodera de la protagonista al momento de hacer frente a las sensaciones recónditas, hasta entonces reprimidas, que ahora le despierta la perturbadora cercanía de Rafaela, una mujer más joven, rebosante de vitalidad y aplomo. Toda esta confusión sentimental la transmite, de modo notable, el propio rostro de María a partir del hábil escrutinio de la cámara de Gerardo Guerra. No hay necesidad en el relato de ser más explícitos sobre la naturaleza del deseo callado, súbitamente encendido y a la vez contrariado, que manifiesta la empresaria hacia su nueva empleada. La lógica de una relación de poder según la cual la mujer madura tendría un control total sobre la joven Rafaela, va invirtiéndose paulatinamente hasta propiciar el clima de zozobra anímica que conduce a María a realizar un acto de violencia absurda y desesperada.
La sensación de impotencia y naufragio existencial que vive la protagonista se asemeja, con su lastre de frustración sexual, al destino de otra figura memorable del cine mexicano, la interpretada por Martha Navarro en La pasión según Berenice (1976), de Jaime Humberto Hermosillo. A la intensidad de este último director, Juan Pablo González añade ahora una venturosa sobriedad artística. Enhorabuena.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 14:15 y 18:45 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1