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Federico en el Cervantes
L

a familia de Federico García Lorca depositó un legado en el Instituto Cervantes. Entre donaciones in memoriam está la primera edición de Impresiones y paisajes, en la caja número 1703 de la bóveda acorazada como homenaje póstumo.

Federico el del duende, que fue ejecutado en un barranco Viznar a manos de las huestes fascistas de Francisco Franco el 19 de agosto de 1936 en plena guerra civil española. El duende de Federico fue la búsqueda de la muerte, algo diferente, muy grave, serio y muy hondo.

Federico andaluz vive de conjurar la oscuridad, de provocar el misterio y la magia. Andalucía religiosa internaliza al demonio llamado duende que es la muerte. El duende es ese poder misterioso que todos sentimos y ningún filósofo puede explicar. Las ideas de Jacques Derrida apuntan a explicarlo. En próximas entregas lo analizaré.

El duende es un poder, no un actuar. Hay en el decir de Federico artistas con ángel y musa, pero pocos con duende. El ángel carece de misterio. La musa carece de entidad... ángel y musa vienen de afuera. El duende, de adentro.

Al duende hay que despertarlo en las últimas habitaciones de la sangre.

El duende es una borrachera de sí mismo. La verdadera lucha con el duende es con lo de adentro.

Por eso, Rafael de Paula, el torero gitano, callaba la música y a la plaza, la gente guardaba silencio porque su toreo venía de adentro, enfrascado en la tragedia sexual, íntima, inintegrable.

Dice Federico que los toreros con duende tienen la gratificación que está en el chispazo que vincula, que surge de repente. Rompiendo las reglas, volviéndose una con la muerte, simbolizado en las astas del toro.

El duende de Federico es irrepetible, al igual que el cante jondo, que no está escrito. Se transmite de padres a hijos como el arte de torear.

El duende quema la sangre, la flor de amor que agota, aparece y desaparece, enloquece a muchos y es búsqueda. Lo que no se encuentra, el asistir a la plaza de toros y no encontrarlo y salir frustrado como en la vida.

Dice Federico: La imaginación está limitada por la realidad, no se puede imaginar lo que no existe. Necesita de objetos, paisajes, planetas para ser, girar las relaciones entre ellos dentro de la lógica más pura, no se puede saltar al abismo ni prescindir de la realidad.

En última instancia, el duende no llega si no está presente la muerte, si no ronda el ruedo, si no tiene seguridad de mecer las ramas que todos llevamos y no tienen consuelo. El duende hiere y en la herida, que no cierra nunca, está lo insólito, la muerte...