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Amigos rinden homenaje a Beltrán en su centenario natal
 
Periódico La Jornada
Viernes 24 de marzo de 2023, p. 7

Aunque Alberto Beltrán (1923-2002) es considerado uno de los artistas gráficos mexicanos más destacados del siglo XX, aún es mucho lo que debe hacerse para evitar que su figura y su obra caigan en el olvido, señaló Héctor Peralta, uno de sus amigos más cercanos y su médico personal, en la inauguración de la Jornada Conmemorativa Alberto Beltrán, a 100 años de su natalicio, el miércoles pasado, en el Museo Nacional de Culturas Populares.

Espero que este homenaje sea el comienzo de la recuperación de un artista que por su trayectoria se merece 100 reconocimientos o más, afirmó el también documentalista, quien fue esposo de la fotógrafa Mariana Yampolsky (1925-2002).

Hemos peleado que se haga esto (este reconocimiento); se estaba perdiendo la obra y el conocimiento de este artista tan especial, con una trayectoria tan grande y prolífica. Conformado por charlas y conversatorios, la jornada se extendió hasta ayer. También incluye una exposición, que se mantendrá en ese recinto hasta el 18 de junio. Fue organizado por la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas, para conmemorar el centenario de ese diseñador, ilustrador, caricaturista y grabador, cumplido el 22 de marzo.

Fue, y sigue siendo, el ilustrador más importante en la historia de México, por su productividad y los temas que abarcó, que siempre estuvieron del lado del pueblo, la cultura popular y la educación, definió el coleccionista Rafael Hernández Víquez, integrante del grupo Amigas y Amigos de Alberto Beltrán, quien resaltó que si bien la obra de ese artista no es frecuente en galerías y museos, sí figura en las movilizaciones sociales.

Entre evocaciones y anécdotas, Héctor Peralta, de 90 años, recordó en el primer conversatorio que el artista nació en el popular barrio de Tepito y que tuvo siete hermanos.

Refirió que uno de ellos, Luis, también fue grabador, vivió siempre bajo la sombra aplastante de aquél, mientras su hermana mayor, Olivia, fue su asistente, confidente y le ocultó todos sus deslices, (porque) Alberto tenía una vida sentimental tan amplia y tan grande como su obra. También tuvo una hermana monja, María Luisa, que era su antagonista.

Tras rememorar que Alberto Beltrán era muy chismoso, lo que le sirvió para documentarse, el médico aseguró que detrás de su aparente sencillez había una personalidad muy compleja, que lo llevó a mantener relaciones amorosas difíciles y tormentosas.

El médico consideró que incluso en la muerte del artista sucedieron cosas como había sido toda su vida: en blanco y negro. Narró que la urna con sus cenizas desapareció antes de que un grupo de amigos la llevara a San Andrés Tuxtla, donde una parte sería esparcida en una escuela fundada por su amigo Patricio Redondo y, otra, en el mar.