otalmente de acuerdo con la doctora Beatriz Gutiérrez Müller. Ella subió en su cuenta de Twitter un mensaje claro, preciso, conciso y macizo: No convertir la libertad en libertinaje es clave para vivir en un país plural y democrático como el nuestro. Mi apoyo a todas las mujeres de la política (o circunstancialmente cerca de ésta) ante la vejación a sus personas o imagen, o la de sus hijos. Lo he padecido, ¿cómo no solidarizarme? Subamos el nivel. No violencia. Más amor urgentemente
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Las palabras de la esposa del Presidente de la República son un llamado a la tolerancia, a multiplicar la conversación pública y dirimir diferencias en el terreno de la argumentación informada. Es importante, me parece, aclarar que la tolerancia no es aceptación a regañadientes y momentánea de otras personas y sus convicciones distintas o divergentes a las mías. La tolerancia es una virtud cívica, que al cultivarla crea hábitos conductuales que se reflejan en el reconocimiento y respeto de los derechos de otras personas y sus identidades elegidas. Es posible no compartir las ideas e identidades múltiples existentes en una sociedad crecientemente diversificada, pero el hecho de no compartirlas nunca debiera externarse en actos persecutorios que vulneran la integridad de quienes tienen convicciones distintas a las nuestras. En una sociedad democrática la tolerancia es una calle de dos sentidos, de aquí para allá y de allá para acá.
De acuerdo con distintas notas de prensa Beatriz Gutiérrez Müller subió el tuit antes aludido después de que unos cuantos quemaron una figura que representaba, según ellos, a la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Lucía Piña Hernández. No queda claro si el acto tuvo lugar en algún momento de la enorme concentración del 18 de marzo, convocada por el Presidente para conmemorar el 85 aniversario de la expropiación petrolera, o al concluir el acto. Lo cierto es que los videos disponibles en redes sociales muestran a una monigota de cartón a la que un diminuto grupo grita improperios y, con ánimo festivo, le prende fuego.
Los incendiarios eran unos cuantos, su simbólica acción exterminadora contrasta con la de decenas de miles que asistieron al Zócalo para manifestar en paz y civilizadamente su apoyo a la línea de gobierno que ha seguido Andrés Manuel López Obrador. El ser un puñado de supuestos justicieros no debiera tomarse a la ligera. En consecuencia, estimo que lo manifestado por la doctora Gutiérrez Müller es un llamado a dejar los improperios y sentencias flamígeras que exaltan los ánimos, pero obnubilan la tarea de pensar y argumentar en el espacio público. Sería un error minimizar o tomar a chunga las llamas encendidas por el enfurecido grupito, el cual cree que lanzar al fuego a personas, así sea simbólicamente, es un juego, bien podrían estar dispuestos a jugar quemando realmente a los que identifican como acérrimos enemigos.
Los miles y miles que festivamente abarrotaron el Zócalo no merecen ser confundidos con los poquísimos que frenéticamente dieron rienda suelta a sus ánimos incineradores. La quemazón de los primeros da combustible a quienes, asiduamente, señalan los excesos violentos de unos cuantos y los presentan como conductas generalizadas de ciudadanos que decididamente se identifican con el proyecto de Andrés Manuel López Obrador. Éstos harían bien si se suman a la postura externada por Beatriz Gutiérrez Müller. Sería una forma de aislar a los émulos de Montag, personaje creado por Ray Bradbury, protagonista de la novela Fahrenheit 451. Montag decomisaba y quemaba libros con el fin de eliminar peligros que cuestionaban a una sociedad monolítica. Sus émulos festejaron en el Zócalo la quema en efigie de una persona.
Sobre todo en canales televisivos que solamente transmiten por Internet pululan hogueras cibernéticas. Aunque políticamente son antagonistas de los incendiarios ya referidos, al igual que ellos muy escasamente ofrecen argumentaciones sólidas para criticar al gobierno de la llamada Cuarta Transformación y a quien lo encabeza. Son prolijos en diatribas e improperios, su verborragia va de los infundios a la mordacidad lépera. En estos canales deambulan comentaristas fúricos que se arrebatan la palabra para destilar injurias, creyendo que así están haciendo críticas sustentadas en datos duros. Más que presentar razonamientos apegados a información verificable y estructurada, los programas anti-AMLO supuran bilis y contribuyen al fanatismo polarizante que, dicen, solamente está en el otro frente.
Es congruente en su convocatoria la doctora Gutiérrez Müller al expresar que ella ha padecido acciones similares a las dirigidas contra la ministra Piña Hernández, y que por lo mismo desaprueba el deleznable acto de quienes organizaron el carnavalesco quemadero en el Zócalo. En todos los bandos hace falta civilidad dialogante, aprender a defender las convicciones propias pero sin aniquilar a los otros.