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Lorenzo Córdova: visitas postreras
C

uando faltan sólo dos semanas para que concluya su trabajo como consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova emprendió una gira de despedida por Estados Unidos, donde sostendrá encuentros con organizaciones y funcionarios de ese país. También ha trascendido que se reunirá con el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro. Resulta inevitable preguntarse qué hace el director de un organismo del Estado en un tour de autopromoción cuyos costos serán endosados al erario y sufragados por todos los mexicanos.

Sería nefasto para la vida pública mexicana que semejante conducta haga escuela, pues cualquier funcionario de alto rango podría encontrar pretextos para pasar sus últimos días en el cargo con presupuesto abierto para viajes al destino de su preferencia, lo cual además de ser oneroso degradaría la función pública a un espectáculo de frivolidad, dispendio y soberbia, justamente las características que han marcado toda la gestión de Córdova.

Incluso más preocupante que la fatuidad del todavía consejero presidente es la naturaleza de sus anfitriones, entre los que se cuentan think tanks y asociaciones con un dilatado historial de intervencionismo, desestabilización e imposición de intereses oligárquicos y corporativos en los países en los que actúan.

Los amigos de Córdova incluyen al Atlantic Council, integrado por prominentes halcones, promotores de las más devastadoras invasiones emprendidas por Washington, desde Vietnam hasta Irak; el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés), creado para apoyar la agenda estadunidense durante la guerra fría y patrocinado por donantes de ultraderecha; o el Instituto Republicano Internacional, desestabilizador global acusado por el Departamento de Estado de suplantarlo y ostentarse ante políticos haitianos como la representación de Washington en la nación caribeña en el contexto de la crisis política que desembocó en el golpe de Estado de 2004.

No sorprende que otro de los interlocutores de Córdova sea Almagro, el actor internacional más antidemocrático del hemisferio, promotor de golpes de Estado y martillo de la Casa Blanca contra los movimientos progresistas en América Latina. Además de las simpatías políticas, Almagro y Córdova comparten su uso de los recursos públicos para propósitos personales, como ha quedado probado con el escándalo en el que el uruguayo aprovechó su posición para pagar viajes y promover la carrera de su pareja sentimental.

Por otra parte, es deplorable que el tour del adiós del todavía presidente del INE tenga lugar en momentos en que desde algunos sectores del Legislativo y el Ejecutivo estadunidenses se expresa un beligerante injerencismo contra México, con diputados republicanos que llaman a intervenir militarmente en nuestro país, y el Departamento de Estado que señala la paja de los derechos humanos en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio.

Mientras el gobierno y el pueblo mexicano rechazan de manera tajante estas intromisiones, Córdova se alinea con individuos e instituciones responsables de los más graves ataques a la democracia y los derechos humanos, desde el derribo de gobernantes elegidos democráticamente hasta la persistencia del campo de concentración de Guantánamo, pasando por la implacable persecución contra Julian Assange, una de las personas que en mayor medida han contribuido a informar a la sociedad sobre los abusos perpetrados en el transcurso de las operaciones neocoloniales estadunidenses.