a quiebra de dos importantes bancos de Estados Unidos y uno de Europa, y sus efectos colaterales, la depreciación de las monedas de los mercados emergentes y la caída de la mayoría de bolsas y fondos de inversión del mundo, dejan de manifiesto, la vulnerabilidad del sistema financiero internacional, por los escuálidos métodos de regulación y el desnudo afán de lucro del capitalismo imperante.
Es una redición, aunque en menor escala, del colapso financiero –luego traducido a la economía real– suscitado por la crisis inmobiliaria del 2008 en Estados Unidos, que luego contaminó los mercados mundiales incluido nuestro país, en una suerte de epicentro con ondas expansivas a los cinco continentes.
Afortunadamente, hasta este momento la crisis del sistema bancario de nuestro principal socio comercial, con quien compartimos un intercambio superior a los 780 mil millones de dólares anuales y 3 mil kilómetros de frontera, no ha impactado en la fortaleza del sistema bancario nacional, y sólo tangencialmente en el tipo de cambio del peso frente al dólar y las monedas duras, y un ligero retroceso en el principal indicador de la Bolsa Mexicana de Valores.
Sin embargo, ningún país tiene blindaje hermético en algo tan volátil como el sistema de captación de ahorro y otorgamiento de crédito, en donde por definición son siempre mucho mayores los pasivos que los activos. Sobre todo en estos tiempos de globalización y apertura indiscriminada, en donde el aleteo de una mariposa suele desatar fenómenos expansivos del otro lado del orbe, en el medio ambiente, en la salud como hemos visto con el covid-19, y por supuesto en los mercados financieros y las economías reales. En mercados de capitales totalmente interconectados, el riesgo cero no existe.
Para hacer un análisis más detallado de los últimos acontecimientos:
El 10 de marzo, el Silicon Valley Bank, el número 16 de Estados Unidos por el volumen de sus activos y operaciones, fue virtualmente declarado en quiebra al ser intervenido por el gobierno de ese país por dudas en su solvencia, pese a su prestigio como institución estable y confiable, pues sus principales clientes eran las grandes empresas de tecnología de punta en el sector informático y cibernético. Bastó con un desequilibrio entre las bajas tasas a que prestó para el largo plazo en instrumentos gubernamentales de deuda, especialmente bonos del tesoro de EU, con un incremento en las tasas de interés de corto plazo a pagar a los ahorradores, sumado al retiro masivo de depósitos por la desconfianza en su liquidez, para que el banco colapsara, Por supuesto, en el fondo hay una poderosa razón, semejante a las anteriores crisis: la nula o laxa regulación a priori de los órganos estatales de monitoreo, bajo la premisa del neoliberalismo dominante: dejar hacer, dejar pasar. La quiebra de Silicon Valley Bank es la mayor quiebra bancaria desde la crisis financiera mundial de 2008.
Durante el fin de semana del 11 y 12 de marzo de 2023, en una acción a posteriori de la crisis, también como suele ocurrir, los reguladores estadunidenses pusieron en marcha un plan de financiación de emergencia para garantizar suficiente liquidez en el sistema bancario, pero no pudieron evitar el cierre de otra entidad financiera, Signature Bank; con el respaldo del Estado, se trató de emitir el mensaje a los clientes de todos los bancos sobre la garantía a sus depósitos, para evitar un efecto de caída en cascada del sistema bancario de EU.
Como réplica en Europa, las acciones de Credit Suisse cayeron el 15 de marzo en un 24 por ciento en la Bolsa de Zúrich, un desplome que arrastró a la baja a otros valores de la banca europea. La caída se produjo por la crisis bursátil causada por el colapso de SVB, al otro lado del Atlántico. Al mismo tiempo, el presidente del banco estatal saudí, Ammar al Khudairy, anunció que no habría mayores inyecciones de capital por parte de esa entidad, la mayor accionista de Credit Suisse. Por eso, el banco central de Suiza tuvo que otorgarle, para rescatarlo, un préstamo récord de 54 mil millones de euros.
Para la mayoría de analistas, la crisis financiera actual se ha producido como consecuencia de la subida mundial de los tipos de interés. Los bancos centrales utilizan el poder discrecional que tienen sobre las tasas de interés, elevándolas para enfriar la actividad empresarial y, a su vez, reducir la inflación. Este endurecimiento de la política monetaria, benigna para inhibir el incremento desmesurado del precio de los bienes y servicios, tiene también un costo correlativo elevado: restringe el crédito, reduce el gasto de los consumidores y, como estamos viendo, agota la liquidez de algunos bancos cuando prestan a tasas bajas para el largo plazo y pagan caro las tasas para el corto plazo.
En suma, aunque es poco probable que la caída de dos bancos estadunidenses y uno europeo desemboque en una crisis financiera tan profunda y lesiva como la que siguió a la quiebra de Lehman Brothers en 2008, una crisis que provocó la recesión de la economía mundial, incluida por supuesto la nacional, es importante tener siempre presente la importancia de una regulación efectiva, que anteponga el interés nacional sobre el interés del lucro privado.
* Presidente de la Fundación Colosio