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Ellas hablan
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▲ La directora canadiendese Sarah Polley.Foto Afp
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tendiendo al título de la cinta, ningún espectador podrá llamarse a engaño. En Ellas hablan ( Women Talking, 2022), la película más reciente de la directora canadiense Sarah Polley, las protagonistas en efecto hablan mucho, enfrascándose en largas e intensas discusiones en torno a un intolerable agravio colectivo. Varias de ellas han padecido el acoso y la violación física por parte de miembros de la comunidad religiosa a la que pertenecen. Los estragos están a la vista: un embarazo no deseado, alguna enfermedad sexual transmisible, la sangre que en las sábanas sigue dando cuenta del grado de violencia padecida. Todas valoran los daños y también el trauma sicológico; junto a ellas, un par de niñas contemplan, como anuncio ominoso, lo que a ellas podría sucederles en el futuro. Sus conversaciones pueden ser ásperas, muy intensas, tener incluso un resabio de didactismo algo pesado. Lo más elocuente, sin embargo, son los momentos de silencio en los que se concentra la intensidad emocional de la cinta. En ellos se concentra la impotencia de quienes suponen perdida de antemano la partida frente al agresor todopoderoso, protegido siempre por la autoridad patriarcal.

Durante una ausencia de los hombres de la colonia religiosa, un grupo de mujeres, apenas media docena, se reúne para debatir sobre una respuesta común: ya sea abandonar la comunidad o permanecer y procurar el castigo de los agresores, o no hacer nada y atender al imperativo religioso del perdón. Las mujeres más pragmáticas, celosas guardianas de la misma tradición que las oprime, aconsejan seguir en el lugar y no librarse a la incertidumbre y los peligros; más aun, no desafiar el orden imperante so pena de recibir la excomunión y no poder entrar al cielo. Las voces disidentes, Salomé (Claire Foy) y Mariche (Jessie Buckley), se resisten a ceder a ese chantaje religioso y pugnan por salidas más radicales. Dos fuertes presencias tutelares procuran a su vez –una con sensatez filosófica, Ona (Rooney Mara), otra desde una altivez discreta, Scarface Janz (Frances McDormand)– templar un poco los ánimos. Algo interesante es que la violencia machista está siempre evocada. El abusador está físicamente ausente, pero de él se habla sin cesar. La única presencia masculina, el joven August (Ben Whishaw), aparece significativamente desdibujada, carece de aplomo, es tímido y reprendible, su función se limita a elaborar la minuta de las discusiones y ser, fuera de esa función, tan arcaico como su propia figuradesgarbada.

Sarah Polley escribió esta historia basándose libremente en un hechoreal consignado en la novela homónima de la canadiense Miriam Toews. Se trata del caso de 151 mujeres de la colonia menonita llamada Manitoba, en Bolivia, quienes padecieron durante cuatro años repetidas violaciones por parte de miembros de su comunidad religiosa. El método para someterlas fue esparcir en sus cuartos líquido anéstesico de uso animal. El caso fue muy comentado en aquel 2009, pero sólo se capturó a nueve agresores, mientras la mayor parte de la población masculina de Manitoba se mostró indiferente a los hechos, cuando no moralmente cómplice del crimen. En lo que aquí se presenta como un episodio de imaginación femenina, Ellas hablan reinterpreta, en una mezcla de escenario teatral y sala de debates, una faceta más de un viejo abuso misógino en plena era del MeToo. Una propuesta arriesgada, resuelta con sobriedad madura.

Se exhibe en la sala 10 de la Cineteca Nacional a las 13:45 y 20:15 horas.