ué salió mal?, se pregunta el columnista del New Yorker John Cassidy, quien responde conciso y contundente: En el caso del Silicon Valley Bank (SVB) fue una combinación de administración incompetente, relación estatal laxa y poderosos personajes del SVB gritando fuego en medio de un estadio lleno de aficionados.
Primer acto. Mientras las tasas de interés estaban bajas durante la pandemia, muchos bancos como el SVB se atascaron con bonos del Tesoro a largo plazo que rendían altísimos rendimientos. Como siempre pasa con el capital financiero, se beneficia en la época de las vacas gordas, pero se niega a asegurarse frente a la época de las vacas flacas, porque siempre supone –¡y vaya qué con razón!– que el Estado, es decir, los causantes, saldrán a su rescate. Esta misma historia la cuenta Adam Tooze en la página web del Comité para la abolición de las deudas ilegítimas (14 marzo 2023). Adam Tooze acuñó el término policrisis (sus libros claves: Crash, sobre la crisis de 2008; El apagón, sobre el impacto de la pandemia del coronavirus y El diluvio, sobre la primera guerra mundial y los años que siguieron hasta 1931).
Segundo acto. El lema en la crisis de 2008 fue que los bancos eran demasiado grandes para quebrar, porque se llevarían a todo el sistema economico. El presidente Barack Obama promovió la Ley Dodd-Frank, que establecía los requisitos de pruebas de estrés, comités de riesgo y coeficientes de capital y apalancamiento que debían tener los bancos; todo con el propósito que no volvieran situaciones como las de 2008. Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, esas exigencias se suavizaron para los bancos de tamaño mediano, gracias al apoyo de los dos partidos en el Congreso y desde luego impulsado por el lobby bancario.
Tercer acto. Cuando surgieron a principios de la semana pasada los problemas financieros de SVB y sus directivos intentaron enfrentarlos buscando obtener mas capital e incluso intentando vender parte de sus activos, uno de los empresarios de mayor influencia en el medio de las empresas tecnológicas, Peter Thiel, y otras figuras de ese ámbito, empezaron a recomendar perentoriamente a otras empresas que retiraran sus depósitos de ese banco con lo cual reforzaron la estampida en la cual se vio inmersa ese banco.
Cuarto acto. El pasado fin de semana, ante el riesgo de lo que se ha dado en llamar en el mundo financiero el contagio, el gobierno Biden insistió que las medidas tomadas evitarían el agravamiento de la crisis sin que el rescate bancario recayera sobre los hombros de los ciudadanos. Desde luego, son medias verdades trasmitidas en un mensaje conjunto emitido por el departamento del Tesoro, el ente regulador (FDIC, por sus iniciales en inglés) y la Reserva Federal.
El costo del rescate sería asumido por los accionistas y dueños de los otros bancos lo cual está ocurriendo parcialmente. Joseph Stiglitz propone en estas mismas páginas (15 de marzo) argumentos parecidos. Concuerdo, pero me preguntó: ¿eso es realista hoy en medio de la hegemonía del capital financiero?
Quinto acto. El colapso de SVB se debe a los aumentos de las tasas de interés de la Reserva Federal durante el año pasado. Cuando las tasas de interés estaban cerca de cero, los bancos como SVB atesoraban bonos del Tesoro a largo plazo. Pero a medida que la Reserva Federal aumentó las tasas de interés para luchar contra la inflación, el valor de esos activos cayó, dejando a muchos bancos en la lona.
¿Cómo se llama la obra? Una posibilidad sería llamarla con el título de esta entrega, pero otra sería con el apelativo de las primeras épocas del cristianismo repetido por el papa Francisco: El excremento del diablo. Fuchi.
Reflexionaremos sobre el dinero, la moneda y las movilizaciones sociales que engendran, a partir del lúcido economista Frederic Lordon, del antropólogo David Graeber y del historiador Enzo Traverso.