n su clásico libro acerca de la evolución de la memoria del Holocausto en Estados Unidos, desde su completa inexistencia hasta el boom y la sobresaturación a partir de los 60, Peter Novick sintetiza de paso las dos dominantes interpretaciones del conflicto israelí-palestino cimentadas por la Guerra de los Seis Días (1967) −una, que ve a Israel como una pequeña y perseguida comunidad que lucha por la sobrevivencia y, otra, que ve a Palestina como la víctima de un nuevo imperialismo y opresión colonial− en dos imágenes contrapuestas: la de un pequeño David venciendo milagrosamente a Goliat
y la de la repetición de la Conquista de México por el pequeño ejército de Cortés
( The Holocaust in American Life, 1999, p. 154). Hay tantos problemas con estas imágenes que es difícil decidirse por dónde empezar. Digamos sólo −frente a la recurrente falacia de lo pequeño
− que en su lucha Israel nunca ha estado solo (véase: Tom Segev, 1967, 2007) y que Cortés tampoco. Este último en realidad no ha conquistado
nada, aprovechando sólo la coyuntura en la Mesoamérica sumergida en guerra, algo que cuestiona la pertinencia del propio término de la Conquista
(o de plano lo aniquila, como argumenta por ejemplo Pedro Salmerón).
2. Arno J. Mayer, el eminente historiador marxista del Holocausto (y no sólo) conocido por emplear conceptos metafóricos deducidos de la propia narrativa histórica, en un afán parecido a Novick −la crítica de la memorialización
del Holocausto− años antes hizo algo diferente: regresó a la historia de las Cruzadas para rescribir la historia de la Segunda Guerra Mundial. Su Why Did the Heavens Not Darken? (1988) es un libro a contrapelo de la historiografía de la época (bit.ly/40fHar4) donde reconsiderando críticamente las masacres de judíos durante la Primera Cruzada a fines del siglo XI Mayer acaba enmarcando la guerra de Hitler como una cruzada secularizada contra el judeobolchevismo
en la que la conquista −ahora sí− del Lebensraum y la exterminación judía se convirtieron en una guerra apocalíptica única
(páginas 24-35). Esta enfatización del rol del anticomunismo y el cuestionamiento de la unicidad
del Holocausto en torno a un leitmotiv de la cruzada (páginas 218-233) le han ganado virulentas críticas en Israel.
3. Mayer ofreció su interpretación secular del Holocausto en tiempos de su conmemoración cuasi-litúrgica (bit.ly/3JMu4wm), explícitamente para combatir sus abusos por Israel. Pero es en otro libro: Ploughshares into Swords (2008), un relato antisionista de la historia de Israel −que según él nació de la contingencia histórica pos-1945, no como una realización del “destino judío’”−, donde ofreció su crítica más despiadada. Allí, reconstruyendo la evolución de Israel (arados por espadas
) −analizan-do de paso la guerra de 1967 en términos de una expansión imperialista, no en los de guerra por sobrevivencia
(páginas 20-23)−, alertaba también de cómo la colonización sin fin de Palestina, la ocupación y la expansión de asentamientos acababan degradando al propio país fomentando sus tendencias más extremistas. Sin un cambio radical, anotaba, nada iba a poder salvarlo: ni la Biblia, ni la bomba atómica
.
4. Uno de los preferidos cuentos de advertencia
de Uri Avnery (1923-2018), el decano del periodismo israelí desde su perspectiva liberal-sionista, tenía que ver con la analogía entre Israel y el reino de los cruzados (bit.ly/3JOlwVO). Tras dos siglos de existencia −después de la caída de Jerusalén los cruzados subsistieron otro tanto en Acre−, incapaz de hacer paz con sus vecinos musulmanes (y judíos), el reino colapsó. Obsesionado por el tema, como él mismo subrayaba, Avnery recordaba que antes de que se volviese un tabú, estaba muy de moda entre los historiadores israelíes hacer este tipo de comparaciones −entre los cruzados y los sionistas− para sacar las lecciones de cómo no hacer las cosas
(bit.ly/3LyOk5I). Tanto unos como otros se veían como cabezas de puente de la civilización en un mar de barbarie
, pero sobre todo vivían de la guerra perpetua. Hoy esta apuesta permite a Israel seguir expandiéndose sin fronteras y comer más y más tierra palestina, pero una vez fue lo que acabó con los cruzados (bit.ly/3lmMzxY).
5. Observando lo que hoy acontece en Palestina y en Israel −el incremento de asesinatos y ataques a los palestinos (bit.ly/3FxQ2Ar) y la creciente degradación institucional israelí (hbit.ly/3JpUl26), todo provocado por el gobierno extremista israelí compuesto por derecha fanática religiosa y movimiento de colonos−, es imposible no pensar en: a) las engañosas metáforas con las que desde el mainstream se sigue enmarcando al conflicto israelí-palestino como la del supuesto ciclo de violencia
, cuando ésta es radicalmente desproporcionada y favorece a Israel para seguir expandiéndose (bit.ly/40aLecl), y b) la futilidad de todas las advertencias
sin importar de dónde vengan o si estén históricamente informadas (nadie quiere escucharlas). Hoy día en Jerusalén Este y en Cisjordania, territorios que Israel capturó en 1967, en los asentamientos ilegales considerados como un obstáculo para la paz
−en la que, contrario a los profundos deseos de Avnery, Israel, igual que los cruzados, no está interesado− viven ya más de 700 mil colonos (la misma cantidad que el número de palestinos expulsados durante el Nakba en 1948). Las imágenes que había presentado Novick pueden estar llenas de errores. Y una de las interpretaciones antinómicas que citaba envejeció peor que la otra. Pero la otra sigue de pie: ¿hasta cuándo seguirá la conquista colonial de Palestina?