Nuestra casa, nuestra salud
El ambiente es el lugar donde vivimos: todo lo que nos rodea en nuestro hogar, nuestro trabajo y adondequiera que vamos, es el ambiente.
El ambiente sostiene y permite la vida de todos los organismos, desde la más pequeña bacteria, hasta el árbol más alto o la ballena más grande, por lo tanto, también sostiene nuestras vidas.
El aire que respiramos, el agua que bebemos, los alimentos que ingerimos, mantienen el funcionamiento de nuestros organismos, y de acuerdo con la calidad de esos medios, será la calidad de nuestra salud: aire limpio, agua limpia, alimentos libres de agentes infecciosos y de tóxicos.
Un ambiente limpio sostiene una gran variedad de vida; un ambiente con agentes infecciosos y tóxicos, sostiene una gran variedad de enfermedades y reduce la variedad de especies vivas.
Los tóxicos se conocen desde la antigüedad y en las dosis adecuadas, numerosos personajes fueron envenenados intencionalmente con ellos: Sócrates, Napoleón, Felipe el Hermoso. El arsénico y el cianuro están entre los clásicos, pero en épocas recientes se han usado las dioxinas y el polonio, un elemento radiactivo, como formas de deshacerse de los enemigos políticos.
Paracelso, el padre de la Toxicología, quien vivió en el siglo XVI, entendió con claridad que cualquier sustancia química puede ser mortal, dependiendo de la dosis, y ahora sabemos que las dosis que no provocan la muerte, en cambio pueden causar enfermedades.
Actualmente existen muchos tóxicos nuevos, generados por el progreso de la tecnología humana.
La producción industrial nos proporciona artículos que nos facilitan la vida, nos divierten, o nos son útiles para el trabajo, pero en gran medida la industria utiliza en sus procesos, compuestos que no son de origen natural o su presencia en el ambiente no era tan elevada, de tal forma que afectan las funciones vitales de los organismos biológicos que no evolucionaron en presencia de ellos, incluido el ser humano.
En países como el nuestro, donde hay mucho desconocimiento de las buenas prácticas de producción, así como del manejo adecuado de los materiales, tanto de materias primas, como de los residuos, es urgente adoptar medidas de protección ambiental consistentes en reducir al máximo el abandono de residuos en el suelo, las emisiones de polvos y humos por las chimeneas hacia el aire que respiramos, y las descargas hacia los ríos, lagos y mares en donde habitan muchas especies que son nuestro alimento. La conciencia y la responsabilidad social no deben quedar de lado en la búsqueda de las ganancias económicas porque el abandono de aquéllas conduce, como lo ha hecho, a una sociedad con problemas de salud, ambientales y económicos en los que se pierden los recursos naturales más necesarios para la vida, así como la tranquilidad social.
En la Cuenca del Alto Atoyac, en Tlaxcala, se vive una situación de paroxismo contaminante, en donde se fomenta la actividad industrial de todo tipo, pero se omite el cuidado ambiental y por tanto, el cuidado de la salud de los habitantes. La mezcla de compuestos tóxicos que se ha identificado en el río es solo un reflejo de lo que se emite al ambiente en la región, y tiene el potencial de causar una gran variedad de enfermedades, pero destacan: la insuficiencia renal, la leucemia en jóvenes, cáncer de pulmón, y daños congénitos que las autoridades de salud, a priori, han atribuido a la carga genética de la población, haciendo caso omiso de la presencia de estos agentes en el ambiente, capaces de causar esas alteraciones. Es una forma fácil de lavarse las manos de la responsabilidad de atender esos padecimientos, ¿o lo es?
El ser humano también es un organismo vivo y necesita aire, agua, suelo y alimentos higiénicos para poder desarrollarse y cumplir su ciclo de vida en forma sana. La insalubridad, actualmente, no se debe sólo a la presencia de materia fecal y restos orgánicos con microorganismos patógenos, se debe también y en gran medida, a la presencia de tóxicos que irresponsablemente se arrojan al ambiente todos los días, esperando que desaparezcan con el sol, la lluvia o el viento. Esto no sucede, pero sí acumulamos estas amenazas en los traspatios de las industrias, en los ríos que son usados como drenaje, o las arrojamos al aire y generamos zonas donde abunda la enfermedad.
En los países desarrollados, las empresas industriales se han hecho conscientes del problema y han adoptado formas de producción que generan menor desperdicio de materiales o están procurando sustituir a los más contaminantes y tóxicos por otros más inocuos. La calidad de su ambiente ha mejorado y se ha incrementado el bienestar social. Los costos en salud para los Estados, en consecuencia, son menores pues se previenen enfermedades crónicas y costosas, que además causan sufrimiento a las familias. Las políticas públicas están orientadas a proteger a las poblaciones y se emiten leyes y se firman tratados para lograr ese objetivo. México ha firmado todos esos tratados, pero en los hechos no demuestra ningún compromiso con la protección ambiental para proteger la salud.
Nuestra casa no es sólo el espacio que cubre nuestro techo: es el entorno en que realizamos nuestras actividades cotidianas. También es donde se encuentran nuestros seres queridos. No puede ser un lugar donde se enfermen las personas, donde mueran las aves y se apile la basura y los desperdicios. Debemos entender que vivir en un ambiente limpio es no sólo un Derecho Humano, sino un Derecho Vital. •