l pasado 1º de marzo, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció la apertura de una fábrica de Tesla en Santa Catarina, Nuevo León. La empresa estadunidense, liderada por Elon Musk, diseña, fabrica y vende automóviles eléctricos, techos solares y otras alternativas energéticas. Con una inversión de cerca de 5 mil millones de dólares, se espera que la llegada de Tesla a México acelere el avance en la producción y uso de autos eléctricos, contribuyendo a la transición hacia la electromovilidad.
Con otras seis unidades alrededor del mundo en países como China, Alemania y Estados Unidos, la gigafactoría de Monterrey será la séptima fábrica de la empresa. Surge, entonces, la cuestión de por qué México fue el país elegido como sede, pues se sabe que la competencia fue alta. En primer término, nuestra nación cuenta con varios tratados de comercio internacionales que la hacen destino atractivo de inversión. En segundo lugar, la nueva sede está a sólo seis horas de la instalación de Austin, Texas, lo cual otorga a la cadena de valor un dinamismo inigualable. Asimismo, contamos con una oferta profesional de ingeniería de alta calidad: casi la mitad de los ingenieros que trabajan en esta empresa, a escala global, recibieron su educación en suelo mexicano. Por último, México ha desempeñado un papel clave para la fabricación de vehículos Tesla; se estima que por lo menos 20 por ciento del valor de las unidades actuales encuentra su origen aquí.
Esta planta es la primera parte de un plan de inversión que podría desarrollarse en el país. En ese marco, la industria automotriz se revela como esencial para nuestra economía; ocupamos la séptima posición en el ranking de mayores productores automotrices y el primer lugar en América Latina. Dicha industria representa 3.8 por ciento del PIB y 20.5 por ciento del PIB manufacturero, genera casi un millón de empleos y capta más de 100 mil millones de pesos en inversión extranjera directa al año. Se esperan unos 15 mil millones de dólares de inversión en el sector durante el próximo lustro, especialmente tras el anuncio de Tesla. Por tanto, este proyecto nos presenta una enorme posibilidad para desarrollar tecnologías de vanguardia y avanzar nuestro liderazgo en ese mercado.
Si bien las fábricas de Tesla se distinguen por su sustentabilidad, el ahorro de energía y agua en el ensamble de automóviles y su alimentación de paneles solares, la cuestión ambiental no debe ser perdida de vista. El acuerdo con México incluye el uso exclusivo de agua reciclada para no quitar a Monterrey el vital recurso. Sin embargo, es necesario estar atentos ante cualquier irregularidad y exigir el estricto cumplimiento de las normativas que protegen la naturaleza. Frente a la crisis climática, todo avance económico debe poner el acento en procurar los recursos naturales para las futuras generaciones.
En esa línea, la inversión de Tesla, que abre más posibilidades de cooperación y colaboración internacional, nos presenta algunos retos. En principio, México necesita actualizar la infraestructura e invertir en puentes, autopistas, ferrocarriles, aduanas y energías limpias. Sólo así podremos atraer más inversión en autos eléctricos, que se traduce en un cambio cultural importante en pro del ambiente. Igualmente, el país atraviesa una transformación y modernización del mundo del trabajo: la presencia de esas compañías y proyectos necesita la aceleración de este proceso, pues debemos vigilar que la contratación de trabajadores mexicanos se realice bajo el cumplimiento de todos los derechos laborales y que se respete su libertad para agruparse y formar o pertenecer a un sindicato. Este tema es clave para el éxito de proyectos de esta escala.
Precisamos una defensa y garantía efectiva de los derechos y la dignificación de las personas trabajadoras, así como el seguimiento de los mecanismos nacionales e internacionales de vigilancia y la cooperación de los países involucrados. Uno de los cambios más significativos en nuestra cultura laboral es devolver protagonismo y reconocimiento a la clase trabajadora, lo cual implica comprender que el éxito de una proeza económica no sólo radica en su productividad, sino en la calidad de vida que les produce a sus trabajadores, a sus familias y a la sociedad en general. Definitivamente, los trabajadores mexicanos no están dispuestos a permitir prácticas abusivas e injustas, y para defenderse cuentan con la reciente legislación en la materia. Esta sana práctica cultural, luchar incansablemente por la justicia laboral, debe permanecer más presente que nunca: el crecimiento económico no puede ser en detrimento de nuestra gente.
La llegada de inversiones de esta magnitud al país exige nuestra plena atención al cumplimiento de los derechos laborales y sindicales de la clase trabajadora. No podemos permitir que nuestra competitividad en el mercado laboral internacional venga de la posibilidad de pagar salarios bajos, explotar a los trabajadores y enriquecerse a costa de su gran esfuerzo. Al contrario: nuestro pueblo se distingue por laborar con excelencia, profesionalismo y dignidad. En ese sentido, no sólo tenemos que accionar los mecanismos estatales e internacionales, sino fortalecer el sistema laboral y el sindicalismo auténtico que vele y luche por la justicia y la reivindicación del trabajo. Sólo así los retos que nos presentan inversiones como la de Tesla se convertirán en oportunidades para avanzar y garantizar prosperidad compartida para todos los trabajadores mexicanos.