s la geopolítica y no las supuestas razones humanitarias
lo que incide en los flujos migratorios que se generan y atraviesan México.
Durante el siglo XX los momentos de tensión y crisis se resolvieron mediante grandes deportaciones, como las ocurridas en 1921, 1929 y 1939; eran crisis económicas que se expresaban como una contracción del mercado de trabajo. Lo más redituable a nivel económico y político era deportar mexicanos, por razones geopolíticas de vecindad. Nadie pensaba deportar a inmigrantes polacos o italianos, por ejemplo, que también estaban desempleados.
Con la Segunda Guerra Mundial, como también sucedió en la primera, la crisis fue de escasez de mano de obra y la vecindad fue un factor decisivo para importarla y sustituir a los cientos de miles que se habían enrolado para ir al frente de guerra. Y por primera vez se dio un acuerdo entre los dos países: el llamado Programa Bracero que duró 22 largos años (1942-1964), un convenio complicado y conflictivo, pero al fin y al acabo bilateral.
Luego se pasó a una fase de pragmatismo por parte de Estados Unidos, para qué hacer convenios si los mexicanos llegaban de todos modos a trabajar, no importaba que fueran indocumentados, total en cualquier momento se les podía deportar, dada que eran vecinos. (1965-1985). El pragmatismo también se dio del lado mexicano, con la llamada política de la no política
, el asunto migratorio era un problema del vecino del norte.
Veinte años después, el pragmatismo les pasó la factura a los estadunidenses, 4 millones de indocumentados eran demasiados. Se reconocía la importancia de la mano de obra para la economía, pero había que regularizar su situación. Y de manera casi inexplicable, la propuesta de ley Simpson y Rodino fue firmada por el presidente Reagan y 2.5 millones de mexicanos fueron legalizados con la ley IRCA (1986). México, expectante e incrédulo, se congratuló con la decisión y profundizó su política de contacto y apoyo a la comunidad mexicana radicada en Estados Unidos.
El siglo XX concluyó con tres dinámicas paralelas, un intenso proceso de reunificación familiar de hijos y cónyuges de los legalizados; una ley migratoria correctiva, represiva y persecutoria, firmada por Bill Clinton, en 1996 (IIRAIRA) y, como consecuencia de la nueva política, el fin de la tradicional migración de tipo circular que caracterizaba a los mexicanos.
El siglo XXI se distingue por la irrupción de la migración en tránsito por México y el cambio de patrón migratorio de la migración indocumentada masculina a la migración familiar y la solicitud de refugio. La emigración mexicana pasa a segundo plano y por primera vez en la historia la Patrulla Fronteriza detiene a más centroamericanos que mexicanos.
La migración en tránsito por México, de características masivas, entró en la agenda bilateral y se intensificaron las presiones para que México controlara el flujo.
La emigración mexicana comenzó a perder fuerza y se hizo evidente un cambio sustancial, la disminución progresiva de la emigración indocumentada a partir de 2008 y el incremento de la migración legal, principalmente debido a la reunificación familiar, así como de naturalizaciones.
La migración en tránsito se diversifica notablemente en cuanto a países de origen, además de El Salvador y Guatemala en el escenario centroamericano, Honduras se hace presente con fuerza después de que el huracán Mitch devastara al país (1998).
Hacia 2010 los centroamericanos cambian de patrón migratorio y optan por la migración familiar y solicitar asilo. En 2015 se declaró una crisis humanitaria por la llegada masiva de familias y niños a la frontera. El gobierno de Barack Obama presionó y como resultado se formó el Programa Frontera Sur, con el cual se pretendía dar una solución integral a la problemática.
En 2016, de manera inesperada, llegaron miles de haitianos a Tijuana, Baja California, con la esperanza de pasar al otro lado. El escenario se repitió en 2020 con la llegada de miles de haitianos, provenientes de Chile y Brasil, los que de manera organizada dan un portazo en Ciudad Acuña y cruzan el mismo día más de 17 mil personas.
En 2018 se llegó a un punto álgido en la relación bilateral, por el paso de la caravana migrante de más de 7 mil personas que llegó hasta Tijuana. Al año siguiente otra caravana encuentra paso libre en la frontera mexicana y se relajan los controles. En mayo de ese año, el número de migrantes capturados por la Patrulla Fronteriza llegó a 130 mil y la respuesta del presidente Donald Trump fue la amenaza y el chantaje de imponer aranceles a nuestra nación.
La pandemia ralentiza los flujos, pero la presión estadunidense continua con el Programa quédate en México, las listas de espera organizadas por el Instituto Nacional de Migración (INM) y la deportación en caliente
por la aplicación del denominado Título 42. Estados Unidos deporta a México a solicitantes de refugio extranjeros por estas dos vías. Algo totalmente irregular. A esto se añade el reciente acuerdo de deportación de 30 mil extranjeros al mes de cuatro países: Cuba, Nicaragua, Venezuela y Haití.
Una selección que nuevamente tiene que ver con la geopolítica, son los migrantes de países que no puede deportar Estados Unidos y los a manda a su patio trasero, con anuencia del gobierno.