n el contexto de este 8 de marzo hay que dar prioridad para que niñas y adolescentes ejerzan todos los derechos, porque todas las personas tienen la misma dignidad y derechos, incluyendo el de una vida libre de violencia y a ejercer sus derechos sexuales y reproductivos. Como parte de la Subsecretaría de Derechos Humanos, Población y Migración, en la Secretaría General del Consejo Nacional de Población (Conapo) se opera la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo de Adolescentes, con secretariado técnico del Instituto Nacional de las Mujeres y la participación de 22 instituciones de gobierno, organizaciones civiles, académicas e internacionales.
Cada día hay mil nacimientos de madres adolescentes menores de 19 años (370 mil anuales) y cada año se registran 8 mil 765 nacimientos de niñas menores de 14 años, con alto riesgo de mortalidad materna. Hablamos de una de las más importantes barreras para el crecimiento y la movilidad social femenina, 80 por ciento de las niñas madres se dedican al trabajo no remunerado de cuidados (de hijos y familiares), sólo 13.4 por ciento de ellas continúa estudiando, 14.7 por ciento de las niñas madres refiere que su primera relación sexual fue por convencimiento, coerción o violación.
De acuerdo con el Conapo, en México la tasa nacional de fecundidad de adolescentes (TFA) bajó de 74 a 67 nacimientos por cada mil adolescentes de 2015 a 2022. En Chiapas la tasa descendió de 92 a 83 nacimientos por cada mil adolescentes en ese lapso, pero es la entidad con el mayor volumen de nacimientos de madres niñas de 10 a 14 años, con 827 en 2020. El estado ocupa el segundo lugar en grado de marginación: 13.7 por ciento de población es analfabeta (el más alto), sólo 48 por ciento cuenta con educación básica, 56 por ciento de la población de 10 a 14 años reside en zonas rurales y 53 de adolescentes de 15 a 19, sólo 31 por ciento de adolescentes habla alguna lengua indígena y 1 por ciento se considera afrodescendiente. La desigualdad de los niveles de fecundidad en el estado es enorme, mientras en el municipio de Mitontic la TFA es de 332 nacimientos por cada mil adolescentes y en San Andrés Duraznal es de 214 por mil, en el municipio La Libertad y Sunuapa la tasa es de 14 y de 26 nacimientos por cada mil adolescentes. Entre las niñas madres, en 38 por ciento de los casos el progenitor de su hijo tenía de 15 a 19 años, 29 por ciento tenía más de 20 años y 31 por ciento no especificó la edad del progenitor, en muchas ocasiones se omite declarar la edad del padre porque son casos que se pueden atribuir al abuso sexual por parte de algún familiar.
Guerrero, segundo lugar, sumó 518 niñas madres menores de 14 años en 2020, 43 por ciento de las niñas reside en zonas rurales. Es la entidad con más alto grado de marginación del país: 43 por ciento no cuenta con educación básica y 33 por ciento vive en hacinamiento; Cochoapa el Grande, Igualapa, Mártir de Cuilapan y Juchitán son de los municipios más marginados de México; 23 por ciento de niñas guerrerenses vive en hogares indígenas, sólo 16 por ciento es hablante de lengua indígena y el 9 por ciento se identifica como afrodescendiente; 40 por ciento de los progenitores de estas niñas tenían de 15 a 19 años; 39 por ciento, 20 años, 21 no especificó edad.
Oaxaca, tercer lugar, registró 321 nacimientos de niñas de 10 a 14 años (2020), 55 por ciento reside en zonas rurales, sólo 26 por ciento habla lengua indígena y 4.3 por ciento se considera afrodescendiente. El grado de marginación de Oaxaca es muy alto, 45 por ciento no cuenta con educación básica, 30 por ciento vive en hacinamiento y 79 por ciento percibe ingresos menores a dos salarios mínimos. En los municipios de San Pablo Yaganiza y San Juan Teposcolula la TFA llega a 348 y de 289 nacimientos por cada mil adolescentes, mientras en los municipios de San Bartolomé Quialana y San Andrés Zautla las tasas son de 7.6 y 10.2 nacimientos por cada mil adolescentes; 10 por ciento de las oaxaqueñas mayores de 15 años experimentaron violencia sexual durante la infancia, cuyos agresores principales fueron tíos, conocidos, vecinos y primos (Endireh, 2021).
Es claro que el embarazo en la adolescencia y la maternidad infantil son fenómenos relacionados con determinantes estructurales económicos y factores sociales y culturales. Las madres niñas y adolescentes son expresión directa del nivel de marginación del lugar donde se vive, de la falta de conocimiento de los derechos sexuales y reproductivos, de condiciones de la exclusión de servicios educativos y de salud sexual y reproductiva; pero también confirman la permanencia del machismo, de pautas culturales patriarcales como el matrimonio infantil y forzado, el abuso y la violación. Erradicar estos fenómenos exige ampliar la matrícula escolar del nivel secundario y medio superior en las comunidades rurales, así como desplegar un trabajo comunitario para transformar las pautas patriarcales en los municipios marginados. Urge un cambio en las mentalidades hacia el respeto de los derechos humanos comenzando por el ámbito familiar, la igualdad de género y la solidaridad familiar, fortalecer la educación sexual para formar una generación de niñas que conozcan y exijan sus derechos y de niños que crezcan con los valores de respeto y solidaridad hacia las mujeres.
* Secretaria general del Conapo
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