Sábado 4 de marzo de 2023, p. a12
El filme Tár es una lección de música. Durante 158 minutos solamente se habla de música. Vaya, hubo un momento en que me alarmé: ¡qué desconsiderado el director!, ¡mira que hablar en términos de musicología, realizar profundos análisis técnicos, disertar sobre el arte sonoro como sólo hacen los expertos, los directores de orquesta, los instrumentistas, los que escribimos sobre música, y durante tantísimo tiempo! ¿Y el público?
Como toda obra dramática, Tár ofrece varios niveles de lectura. El primero, y el de mayor trascendencia, es el de un gran tratado, una reflexión profunda, una disertación amena, apasionante y emotiva del amor en la música, del amor por la música, en que nos vemos reflejados todos quienes amamos la música.
Para lograrlo, el director del filme, Todd Fied, encontró en la actriz Cate Blanchett el exacto Pigmalión, la musa sublime, la máxima atracción. Para ella escribió Tár, con ella creó este prodigio de historia fílmica. Gracias a ella gozamos, sufrimos, lloramos de felicidad ante tanta epifanía.
Y bueno, el nudo dramático, su desarrollo y desenlace. Una combinación ganadora.
Incluso en el tema de la música hay distintos niveles, el más accesible para todos, el del chismorreo. Los enterados del mundillo de la música de concierto jugamos una trivia inagotable donde aparecen personajes de la vida real, muchos de ellos a quienes conocemos personalmente, como Gustavo Dudamel.
Esa mezcla de ficción con realidad es parte de la magia del filme Tár. Desde la primera escena, toda ella concebida para el trabajo espectacular de actriz de Cate Blanchett, asistimos a una serie de acontecimientos que hemos vivido en la realidad y que, en el caso de la película, sirven de plataforma para contar una historia polisémica.
En esa primera escena ocurre la presentación en público de Lydia Tár, personaje central de la obra, como la nueva directora de la Filarmónica de Nueva York. Vemos portadas de discos que tenemos en nuestras colecciones: la Sexta Sinfonía de Mahler con Claudio Abbado, la Novena con Gustavo Dudamel, y la Quinta, uno de los ejes del filme, con Leonard Bernstein.
La siguiente escena es la entrada al escenario, previo intenso clímax de Un actor se prepara, de Lydia Tár / Cate Blanchett, quien se sienta en un cómodo sillón frente a un público selecto y frente a un personaje de la vida real: Adan Gopnik, una de las plumas estelares de la máxima publicación periódica de cultura en el planeta: The New Yorker. Las preguntas del reportero especializado, Gopnik, son la columna vertebral del filme: ¿Cuál es la naturaleza de la música?, equivalente a preguntar: ¿Cuál es el sentido de la existencia?
Las respuestas de Lydia Tár son conmovedoras porque ella encarna, y ese es el discurso principal del filme, precisamente, a la naturaleza de la música, al sentido de la música, al sentido de la existencia: un ir y venir del martirio al gozo, de lo cotidiano a lo epifánico, de lo mundano a lo divino.
–Dicen que ustedes, los directores de orquesta, no son más que un cronómetro humano –reta el reportero.
–Sí, lo somos –responde Tár. Con la diferencia –tunde– de que nosotros tenemos el tiempo en nuestras manos y de eso se trata la música y de eso se trata la vida. Mire: mi mano izquierda sirve para marcar los compases, pero mi mano derecha es la dueña del tiempo. Con ella puedo alargar el tiempo. Y puedo detenerlo. Como una divinidad que tiene poderes sobre los humanos. Y con esa mano puedo decir más, con silencios. De hecho, la Quinta Sinfonía de Mahler se inicia con un gran silencio.
El reportero contraataca. La maestra esgrime esgrima:
–Y todo esto que le estoy diciendo –sigue Lydia Tár–, el uso de mis manos izquierda y derecha, es el arte de la interpretación musical y es el arte del descubrimiento. De hecho, debo decirle que el arte de la interpretación es el arte del hallazgo y los mayores descubrimientos en música suceden en los ensayos, nunca en los conciertos.
Doy brincos en mi butaca. Desfilan en la gran pantalla de la Cineteca Nacional (donde se exhibe este filme, además de en circuitos comerciales) los grandes temas de la reflexión musical, los que suele abordar cada semana el Disquero, donde he sostenido (bemol, je) que son mejores los ensayos que los conciertos, porque es, precisamente, donde aprendemos más, donde el director de orquesta, o mejor: la directora, descubre los grandes secretos de la vida, que es lo que encierra en realidad la música.
Lydia Tár hace gala de su arte: la inteligencia. Porque si algo sucede en el podio cuando un ser humano blande una batuta ante una orquesta y el público, estamos frente al espectáculo de la inteligencia y de los sentidos.
–El sentido de la música –responde Lydia Tár al reportero de The New Yorker–, consiste en el estado del alma en que te coloca, en hacerte sentir bien, en entablar una comunicación de la inteligencia, del alma y de las emociones. Eso me enseñó mi mentor, Leonard Bernstein –comparte la maestra con el reportero–: la música es el cómo te sientes, el cómo piensas, el cómo eres.
En aras del espacio, me limitaré a decir que las respuestas de Lydia Tár en esta larga entrevista en público son las claves de todo el filme. Cuando el reportero aborda el tema las mujeres en la música
, Lydia nos encandila:
–Bueno –dice ella– no soy la única, somos varias. Está Marin Aslop, Nathalie Stutzmann, Antonia Brico…
Cuando desde mi butaca veo a Lydia Tár / Cate Blanchett pronunciar el nombre de Antonia Brico, pego un brinco de felicidad. Comprendo entonces: el filme Tár es un homenaje monumental a Antonia Brico. En la vida real, Antonia Brico (1902-1989) fue la primera mujer que dirigió a la Filarmónica de Berlín y a la Filarmónica de Nueva York… Pero la nota triste –ataja Tár– es que sólo lo hizo como directora invitada, no como titular.
En el filme, Cate Blanchett / Lydia Tár es la primera mujer en dirigir, como titular, a la Filarmónica de Berlín y a la Filarmónica de Nueva York, las dos más importantes en el mundo. El nudo dramático tiende un paralelo con el ninguneo a las mujeres y en particular al que padeció la directora de orquesta Antonia Brico, en una serie de vicisitudes que no les cuento porque DEBEN ver la película y que constituyen el nudo dramático que toda obra escénica necesita.
Sí puedo contar que Lydia Tár hace uso del mayor gesto de la inteligencia, la ironía, y su correspondiente: la sonrisa. Para enfatizar su discurso sobre el uso de la batuta, responde que su invención duró un día: un bastón que utilizó Jean-Baptiste Lully (1632-1657) para marcar el compás a la orquesta golpeando fuertemente ese bastón contra el piso, pero, sonríe Lydia Tár, un día se clavó el bastón en un pie y murió por gangrena.
Las trivias musicales van de la exquisitez a la ligereza. Por ejemplo, cuando la directora de orquesta Lydia Tár sufre acoso y grilla laboral suele salir a correr o bien se pone unos guantes de box y golpea un saco. Si ponemos atención, escucharemos: los golpes de sus puños contra el punching bag ¡son las primeras notas de la Sinfonía Cuarenta de Mozart!
También hay trivias para cinéfilos: Cuando Lydia Tár / Cate Blanchett viaja en una lancha en un río, propone: hace calor, ¿y si nos damos un chapuzón? Aquí no, mejor en la cascada, responde el adolescente al frente de la embarcación, ¿está contaminada el agua del río? No, el problema es que hay cocodrilos, se escaparon de una película de Marlon Brando
, con lo cual podemos deducir: Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, ¿estamos en un río en Vietnam? ¿El filme de Marlon Brando
de donde se escaparon los cocodrilos, es Apocalypse Now?
Vean, disfruten el filme Tár. En las plataformas digitales hay un par de playlists que aparecen como soundtrack
, y la experiencia es interesante porque vienen obras completas de la compositora islandesa Hildur Guonadóttir, autora de la música para este filme, Tár, y ganadora del Óscar por la música que escribió para la película El Guasón, apuesta que ganó en aquel entonces el Disquero. Guonadóttir es violonchelista en la vida real, como es también la actriz Sophie Kauer, quien en la vida real y en el filme toca el violonchelo.
La mejor opción de escucha antes y después de ver Tár es escuchar la grabación discográfica de la Quinta Sinfonía de Mahler dirigida por Leonard Bernstein, quien, nos hace notar Cate Blanchett / Lydia Tár, hace durar ¡12 minutos! el Adagietto de la Quinta de Mahler cuando el resto de los directores lo hacen solamente en cinco; yo lo hago en siete
, sonríe Lydia Tár mientras ondea su mano derecha para… exacto: detener el tiempo.