i bien en las últimas décadas se ha registrado una considerable baja en el uso de la huelga como técnica para exigir el cumplimiento y ampliación de los derechos laborales, en los meses recientes observamos una recuperación de este recurso en varias naciones europeas. A pesar de algunos intentos, la multiplicación de protestas y huelgas en el continente no se detiene, pues las y los trabajadores están dispuestos a llevar a las calles los abusos a los que son sometidos, reflejando una crisis en el Estado de bienestar europeo.
En el Reino Unido, las huelgas se están organizando por trabajadores de la salud, donde uno de sus sindicatos más grandes declaró el estallamiento de 10 huelgas en las semanas subsecuentes, con la posibilidad de adicionar más fechas de movilizaciones. Las y los trabajadores de ambulancias que fueron a paro acusan al gobierno de villanizarlos, en lugar de protegerlos y negociar un fin de la disputa que convenga a ambas partes.
Los franceses también han convocado a varias huelgas en los últimos días. La rama de energía francesa de la Confederación General del Trabajo convocó a la acción organizada después de una protesta masiva, en la cual participaron aproximadamente 2 millones de personas en contra de la reforma que el presidente Emmanuel Macron pretende imponer al sistema de pensiones.
En tanto, las y los trabajadores españoles del sector de salud también están llamando a la huelga en numerosas comunidades; buscan frenar la fuga de talento médico, subsanar el déficit de galenos en el sector público por el exceso de horas en la jornada laboral y un ajuste de salarios más justo.
En Alemania, las protestas aumentaron en el sector agrícola por los aumentos en los precios de los combustibles y las políticas que dan pie a la sobrexplotación de los recursos naturales en manos de algunas multinacionales. En esa línea, la exigencia de los trabajadores incluye precios justos al productor, asistencia social al sector agricultor y la promoción de una agricultura respetuosa con el ambiente.
Aunque en años recientes Portugal ha sido señalado por su buen desempeño social y económico, el sector de trabajadoras y trabajadores de la educación continúa sufriendo abusos. Recientemente, miles de educadores salieron a las calles de Lisboa y otras ciudades para exigir una solución a la desmotivación, los bajos salarios y la precariedad a la que se enfrentan.
En general, la percepción de los trabajadores europeos es que los salarios cada vez alcanzan para menos bienes; incluso con los aumentos impulsados por los gobiernos, los recursos obtenidos no hacen frente a la inflación y el aumento de precios en necesidades básicas como el gas, producido por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. Asimismo, la impresión es de un desmedido apoyo del gobierno a las grandes empresas y un descuido de la clase obrera.
En esa coyuntura surge la pregunta sobre la pertinencia y utilidad de la huelga en la lucha por los derechos laborales, pues en algunos grupos de la opinión pública, la narrativa sobre este mecanismo es negativa. Se critica que el hecho de reivindicar a unos no debería generar perjuicios innecesarios al resto de la ciudadanía. En principio, podemos definir una huelga como el derecho humano mediante el cual un grupo de trabajadoras y trabajadores, sindicalizados o no, cesan colectivamente el trabajo con la finalidad de lograr sus finalidades económicas, profesionales y el cumplimiento cabal de los derechos laborales.
Si revisamos la historia del sindicalismo y la lucha por la reivindicación de las y los trabajadores, entenderemos que ningún derecho fue otorgado inmediatamente ni de manera sencilla. Fue necesaria la organización de millones de trabajadores que, incluso con su vida, han luchado por los derechos obreros. La huelga ha tenido un papel fundamental para avanzar y triunfar en este ámbito. Por tanto, sostener que la huelga es un mecanismo poco efectivo porque incomoda al resto de la ciudadanía, es una afirmación que viene desde el privilegio y una clara ausencia de conciencia de clase e histórica.
Además, esta postura refleja una falta de verdadero reconocimiento a la clase trabajadora: sin su labor, su fuerza y su entrega, el crecimiento de las naciones sería imposible. Los efectos de la huelga reflejan la monumental importancia de las y los trabajadores para que las sociedades se desarrollen en todos los sentidos. Es también una muestra de resistencia frente a los poderosos que buscan enriquecerse ambiciosamente a costa de la explotación laboral. En México, nuestros compañeros y compañeras de Cananea, Sombrerete y Taxco, por ejemplo, resisten valientemente en huelga hace cerca de 16 años, porque saben que sus demandas son justas, pues las condiciones laborales a las que eran sometidos son inseguras, injustas e insalubres.
La transformación del mundo laboral no será sin la dignidad y bienestar de todas las y los trabajadores: la clase obrera europea lo tiene muy claro. En nuestro país, la acción organizada y la valentía con la que nuestros compañeros y compañeras buscan la justicia y el cumplimiento de sus derechos es una inspiración para dar lo mejor en pos de cumplir nuestro objetivo: una cultura del trabajo justa, equitativa y segura. No nos detendremos hasta que los derechos laborales se cumplan y se extiendan; seguiremos construyendo las bases de la justicia laboral y apoyando a nuestros compañeros que, a escala global, representan orgullosamente la reivindicación y la lucha de la clase trabajadora.