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A un año de distancia
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ace un año, el 24 de febrero de 2022, el ejército ruso avanzó en territorio ucranio, en lo que sería, en los planes de Vladimir Putin, un conflicto que duraría muy poco, ya que sería fácil abatir a su enemigo país vecino: Ucrania.

La narrativa de Rusia y la justificación para la invasión también parecía sencilla, estaba basada en dos premisas: venganza de genocidios cometidos en años anteriores y recuperar, a juicio de Putin, lo que les pertenecía. Un año después, y sin tener ninguna expectativa de cuándo llegará la paz a esta región del mundo, las fuerzas de Moscú continúan engarzadas en la invasión con una feroz lucha territorial, de altísimo costo, sin salida clara y enfrentados a una nación que ha sorprendido al mundo por su resistencia y sentido de unidad nacional, sostenido con un claro respaldo público de las potencias occidentales.

Esta guerra en Europa se ha traducido en un nuevo y muy complejo escenario geopolítico para todo el mundo y en una cascada de impredecibles impactos económicos. Y no es para menos, ya que el espacio en que se desarrolla concentra una parte importantísima como productor determinante de insumos agropecuarios y fertilizantes; ante ello, una de las primeras consecuencias de este conflicto fue el aumento considerable en los precios de los alimentos básicos en la mayoría del planeta, generando una crisis sistémica de la inflación.

Así es como a un año de distancia, se puso de relieve el choque en la cadena de producción agrícola alrededor del globo, la agresión iniciada por Putin sacó a relucir la cara oculta de la excesiva dependencia de muchas economías de Europa, en particular de aquellas con alta dependencia de combustibles importados desde Rusia. El conflicto alteró el mapa del flujo de energéticos en el mundo y puso sobre la mesa la importancia de la seguridad energética para todas las naciones, en especial las principales potencias.

El alza en los precios del petróleo, hidrocarburos y carbón terminó por beneficiar a países productores, como México o el bloque árabe, mientras los no productores, que son los más, han tenido que trabajar en reinventar su matriz energética a las nuevas realidades geopolíticas. Es así como la ruta hacia una transición de descarbonización y de energías renovables y limpias sigue transitándose, pero ya con perspectivas y retos mucho más anclados a la Tierra.

Este conflicto bélico arrastró a que subieran alimentos y combustibles, y en consecuencia una subida global de la inflación, rompiendo récord de tasas de interés que no se registraron en varias décadas, con la consecuente decisión de los bancos centrales de elevarlas sistemáticamente. Esto es lo que en conjunción con otros factores puso fin al corto periodo del dinámico ritmo de crecimiento pospandemia de Covid y, en el último tramo del año pasado, la mayoría de corredurías y analistas económicos pronosticaron recesión en buen número de las mayores economías del mundo.

Es cierto que en febrero estas perspectivas para 2023 han sido mejores a las previstas, pero los choques generados por la invasión rusa han costado a muchos países puntos de crecimiento y ritmo de las actividades productivas vía inflación, tasas de interés, disrupción de las cadenas de suministro, alza de materias primas e insumos, y cambios en el mercado energético. De hecho, un reporte de la OCDE estima en 2.8 billones de dólares el costo de la guerra en Ucrania sobre la economía mundial. También es cierto que, en medio de un mar de incertidumbres tras un año, estas graves alteraciones han dado paso a ajustes nada fáciles ni baratos, y por demás costosos, por parte de gobiernos y empresas que finalmente trasladan altos costos a los ciudadanos en general.

Hacia adelante, este afán dictatorial de Putin, con su evidente ambición de poder, nos debe obligar a la reflexión de que esta absurda guerra arrastra al dolor y la incertidumbre de millones de personas en el planeta. Pareciera que Europa en lo particular, pero la humanidad en lo general, no tienen memoria de las consecuencias de este irracional conflicto, que pese a sus devastadoras consecuencias en la muerte de cientos de miles de inocentes, además ha colocado a todos en la línea de alta fragilidad económica, y ante el fracaso de la diplomacia y el diálogo seguirá generando un alto costo a las naciones y sus economías, postergando oportunidades y prosperidad.

En un muy triste resumen, esta estúpida guerra iniciada por Rusia ha logrado que el mundo hoy sea más pobre, más caro, menos sostenible en energía y donde se ha colocado la zozobra como lo cotidiano, sin ver pronto una luz al final del túnel.