eamos claros: la amenaza de demanda de Estados Unidos para que México siga importando maíz transgénico es contra la salud de la población –tanto en México como en Estados Unidos– y para asegurar las ganancias de unas pocas, pero poderosas transnacionales, que controlan desde las semillas hasta la cría masiva de cerdos, aves y vacunos, así como su comercialización. Favorece también a los más grandes empresarios agropecuarios privados a ambos lados de la frontera, una mínima parte de los productores.
Se perpetúa así una forma de agricultura y cría animal que es enormemente contaminante y es una de las principales causas de las epidemias y pandemias en México y el resto del mundo (Ver Gestando la próxima pandemia
https://tinyurl.com/2p9fawrv).
En este contexto, es risible si no fuera tan grave que Estados Unidos exija a México argumentos que demuestren que el maíz transgénico es dañino para la salud, cuando su principal destino es la industria pecuaria.
Las grandes instalaciones de cría animal, especialmente las avícolas y porcinas, con miles de animales hacinados, en pésimas condiciones de vida desde el nacimiento al matadero, son una fábrica de nuevas cepas de virus y bacterias, de epidemias y enfermedades. Aún sentimos los graves impactos de la pandemia global de covid-19 y ya vemos múltiples focos –como los rebrotes de gripe aviar que surgieron también en México– de que las pandemias de origen zoonótico (como la gripe porcina) no son tema del pasado, sino un problema estructural relacionado con esa forma de producción. La cría industrial pecuaria es también la principal causa de deforestación global, consume entre 60 y 70 por ciento de los cereales y de la tierra agrícola global.
Además, es gravemente contaminante de aguas y suelos, como mostró el Tribunal Permanente de los Pueblos capítulo México. En las negociaciones del TLCAN, México ofreció como una ventaja comparativa
la devastación ambiental y la contaminación. Muchas empresas, como Smithfield, dueña de Granjas Carroll (donde se originó la gripe porcina, actualmente propiedad de la mayor productora mundial de cerdos) se mudaron a México para evitar regulaciones ambientales y sanitarias. Sigue siendo un negocio para esas empresas instalarse en México, que junto a algunas grandes empresas mexicanas, tienen ya la mayoría del mercado en varios rubros.
Por ello, aunque México produce más del doble del maíz del que requiere la población para alimentarse, y ha aumentado su producción de maíz a un ritmo mayor que el crecimiento poblacional, esto nunca parece suficiente
, porque la demanda de maíz para la industria pecuaria crece mucho más rápido. (Ver datos en ¿Quién gana con las importaciones de maíz? https://tinyurl.com/4fjydh6v).
Las importaciones de maíz al territorio mexicano no son para México, son para alimentar estas nocivas industrias y las grandes empresas y trasnacionales que las controlan. Tampoco es necesario que los forrajes sean transgénicos, ya que la semilla transgénica es más cara y produce igual o menos que otras híbridas, pero también en Estados Unidos esas trasnacionales controlan a los agricultores e imponen lo que les conviene. Hay una relación estrecha entre las empresas que controlan los transgénicos, las que lo comercializan para alimento pecuario y la cría animal masiva y confinada, por lo que crean intencionalmente un nocivo círculo vicioso de dependencia mutua (Barones de la Alimentación, ETC 2022 https://tinyurl.com/33tk947c).
Es ese puerco negocio lo que defiende Estados Unidos, acompañado desde México por el Consejo Nacional Agropecuario (CNA) y el titular de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, Víctor Villalobos, no las necesidades de la población (https://tinyurl.com/3xzwky4r).
El decreto del gobierno mexicano del 14 de febrero 2023 sobre maíz y glifosato, navega en esos lodos. Reafirma que México no permitirá el uso de maíz transgénico en masa y tortillas de maíz, un punto esencial. Es preocupante que no limite su uso en productos alimentarios industriales. Que se siga importando para la industria pecuaria mientras no haya suficiencia en México, ya estaba previsto en el decreto anterior que éste sustituye, pese a las mentiras de las trasnacionales y de Estados Unidos. Para cambiar eso se requiere cuestionar el destructivo modelo pecuario-industrial y las ventajas que tienen esas empresas en el país.
México puede abastecer sus necesidades de consumo con una producción pecuaria descentralizada, basada en la producción campesina y de pequeña escala, con diversidad de piensos adaptados a las condiciones locales, lo cual daría no sólo productos mejores y más sanos, también mucho más trabajo, seguridad y soberanía alimentaria. Pero mientras exista el modelo pecuario confinado a gran escala y esas voraces gigantes, ellas seguirán demandando maíz importado –el que sea–, porque es parte de su propio negocio, que no es la alimentación, sino la ganancia.
Es absurdo que Estados Unidos exija a México presentar pruebas científicas
de los daños del maíz transgénico a la salud. Existen estudios científicos que muestran esos daños, pero demandar estudios del grano aislado es una falacia. Pandemia tras pandemia, las pruebas están a la vista.
*Investigadora del Grupo ETC