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El suplente
C

uando el maestro de literatura Lucio (Juan Menujin), protagonista de la cinta argentina El suplente (Diego Lerman, 2021), comienza a dar clases a adolescentes en una escuela de un barrio popular bonaerense, lo primero que descubre es el absoluto desinterés de todos sus alumnos por la materia que imparte. Uno de ellos expresa ese desdén en una buena improvisación rapera que por sí sola demuestra que una mente creativa tiene cauces de expresión muy válidos al margen de una institución escolar. A la pregunta de otro alumno, ¿para qué sirve la literatura?, el profesor ofrecerá algunas respuestas vagas y la constancia de su propio desconcierto.

Aspirante a una mejor suerte académica, Lucio ha tenido que contentarse con una suplencia ingrata frente a discípulos difíciles y desmotivados y esa frustración se añade a otras que viene cargando: el divorcio con Mariela (Bárbara Lennie), quien ha elegido vivir con una pareja sentimental femenina, los desencuentros con su hija adolescente (Renata Lerman), y la delicada relación con su padre enfermo (Alfredo Castro), apodado El chileno, activista comunitario en ese barrio desfavorecido. El regreso desangelado de Lucio a la dura realidad social de la que pretendía escapar con su aspiracionismo académico y artístico, le planteará otros retos y una nueva definición de su vida.

Durante ya dos décadas, el director Diego Lerman (La mirada invisible, 2010) se ha afianzado como uno de los observadores más agudos del engranaje social argentino, analizando las relaciones familiares y fenómenos de mayor alcance como las relaciones de poder en el interior de las instituciones –a veces partiendo de una mirada femenina y en propuestas narrativas que entreveran anotaciones intimistas con registros puntuales en la esfera pública.

En El suplente (2022), el personaje masculino que interpreta Juan Menujin se ubica en el centro del relato, sin verse de modo alguno opacado por el actor chileno, a menudo magistral, que es Alfredo Castro. La notable interacción de ambos actores permite al director sortear con fortuna algunos de los cliches inherentes a un subgénero fílmico donde los maestros suelen salir victoriosos de su larga confrontación con alumnos de entrada hostiles, pero al final convenientemente amansados.

Diego Lerman incluye en un guion de su autoría, en colaboración con María Meira y Luciana de Mello, los elementos de un asunto que sabe manejar con destreza: el efecto corruptor del poder político, ilustrado aquí por una lucha por puestos de elección popular en la que interviene, como un factor de disrupción, la presencia muy ubicua del narcotráfico.

El suplente se vuelve así un atractivo thriller político en el que un joven estudiante, Dilan (Lucas Arran), termina siendo, por su imprudencia, rehén virtual del narcotraficante Olmos, apodado El perro, deseoso de controlar la alcaldía local. Todo ese escándalo ensucia a la escuela, poniendo en jaque la vida profesional y privada del maestro Lucio, quien busca proteger a su discípulo.

Aunque la dirección de Lerman es eficaz y vigorosa, no lo es tanto el conjunto de tramas secundarias que no llegan a cuajar del todo, dejando cabos sueltos en asuntos sentimentales en definitiva poco relevantes. Ello no impide que la cinta, por momentos tributaria del modelo insoslayable de La clase (Laurent Cantet, 2008), consiga mantener una estupenda intensidad dramática.

El suplente se exhibe en la sala 9 de la Cineteca Nacional a las 15:30 horas.