no se toca
ues sí, prendió la frase y, ahora famosa, la extiende por distintos rumbos. Ya son bastantes los casos que, a juicio de sus promotores, ubican instituciones, nombres y hasta la misma democracia, como zonas intocables. Y ahí van, multitudes por la calle, orgullosas, con sus cartelones donde dicen que no permitirán que se les roce con cualquier intento de cambio. Fue, en efecto, algo parecido a una catarsis colectiva. Se inflaron y disminuyeron los números de los manifestantes pero el hecho político quedó sentado. Pocas veces se han visto desfilar contingentes de ese corte socioeconómico. Se les debe respetar y sopesar para ulteriores decisiones. Pero la repetición de la frase empieza a diluir tanto su efecto como su fuerza difusiva. Sin que ello merme la enjundia de muchos de sus promotores, recaen en aplicarla a un sinnúmero de cuestiones: ya sea para evidenciar la crucial importancia del Instituto Nacional Electoral (INE) como para usarla en tribunas, momentos álgidos y demás utilitarios donde puede parecer adecuada.
Al estar en los preámbulos electivos, tanto de la trascendente contienda de 2024 como la que ya se desarrolla en dos estados de la República, otros factores adicionales entran en juego. Y lo hacen de manera complementaria al éxito alcanzado con el no se toca
Por ahora pondremos la atención en la vuelta a las premoniciones de catástrofes en puerta. No son para nada despreciables los temas elegidos para renovar bríos analíticos. Pero hay prioridades entre los asuntos que se han escogido como puntos claves.
La elección presidencial venidera es terreno fértil para la elucubración. Es, al parecer, incontenible el deseo de ver la caída de los morenos con su atadura a su modelo propuesto. Pero los efectos demoledores que se atisban, de prosperar el plan B, son muestra hasta risible del uso desmedido de nefastas sentencias futuras (D. Dresser).
En este terreno nada queda a salvo de los salvajes retoques que se intentan dar a la organización del INE. Las elecciones se convertirán en una guerra cruenta, sin cuartel, generalizada y que sumirá a la sociedad en un aquelarre grotesco. Se volvería a la descarnada lucha del más fuerte para controlar el poder y perpetuarse en él. Sería el campo abierto para el dominio del más tramposo, de los violentos. Se darían las facilidades para que el más decidido caudillo absolutista aplastara la voluntad popular a duras penas prevaleciente. Es por esto que los mismos consejeros del INE, mutados en escritores y analistas áulicos, entran de lleno al debate. No a cualquier polémica, sino a esa que los envuelve y, con cercana posibilidad, podrá, en el futuro, sujetarlos a juicio. Se quieren, les urge, ponerse a salvo de tan temido escenario. Permitir el supuesto descuartizamiento del INE abriría la puerta, pronostican, para que se introdujeran personajes nefastos con arrestos de tirano.
La sombra peluda del sospechosismo entra en juego. Se introduce en los alegatos una serie casi interminable de endebles y hasta falsas premisas para tirar de ahí las conclusiones buscadas. Y éstas serán terribles, demoledoras: a la crisis política la ven más que posible, cierta e ineludible. Los quiebres en la marcha nacional se anuncian con la grave voz de notables encumbrados en los medios masivos y centros de estudio establecidos. Morena es derrotable, anuncian sin lugar a dudas interesadas, en contraste con la solidez y continuidad del oficialismo electoral. Se les queman los aparejos para que les crean sus pronósticos del posible triunfo opositor sobre el temido rival que les lleva ventaja. Vuelven entonces sobre los puntos de inflexión
(L. Rubio). Y los encuentran en seguida; ahí están, cercanos y favorecerán a los intrépidos que les entiendan. Son momentos que sólo ellos atisban con toda claridad. Y lo hacen sin atender a otros indicadores y datos concretos. Tal se apunta con el regreso al crecimiento del PIB. O la recuperación del empleo. O la recuperación del trabajo frente al capital, que habla de una posible ruta hacia la igualdad ansiada. Siguen con la cantaleta de la desconfianza empresarial, que esparcen totalizadora, sin analizar los resultados de encuestas que hablan de lo contrario (Inegi).
Continúan con la palabrería de una violencia creciente, desatada, que afecta el clima de negocios, sin recalar en los datos que puntualizan la creciente calma de la mayoría que ya observa su mejoría creciente (38 por ciento) en seguimientos del periódico El Financiero, por ejemplo. Ahí se lee, sin mucho trabajo, la tendencia que ya empata el aprecio ciudadano, tanto en la economía como la seguridad.
Se publican columnas en diarios conocidos, donde dibujan la imagen de un presidente sitiado por colaboradores, extraviado en sus propias ilusiones y mentiras, alejado de la realidad. Al tiempo que, en otro diario que hace seguimiento cotidiano (tracking) se aprecia el aumento de su popularidad con el paso de los días.