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Hablando de aeropuertos
A

nte tanto debate ideologizado, enojado y fatalista, tal vez sea útil, al margen de esos intensos colorantes, considerar hechos que pudieran tener efecto ante las opiniones sobre el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA).

En una apreciación objetiva debe decirse que AIFA es un aeropuerto de nivel intermedio, no es de los mejores ni mayores del mundo, como los de Fráncfort, Atlanta, Pekín o Sao Paulo, pero sí tiene infraestructuras de primer nivel para crecer. Tiene reservas de terreno y pistas.

Posee tres, una militar y dos comerciales, que son las de mayor longitud en el país, 4.5 kilómetros, necesarias para permitir vuelos a grandes distancias. Sus pistas son comparables con Cancún, segundo aeropuerto nacional, y mejores que Guadalajara o Tijuana, tercero y cuarto lugar.

Sus plataformas están cimentadas para todo tipo de avión previsible; recuérdese el enorme Boeing 747 del presidente Biden. La terminal de pasajeros tiene 17 posiciones de abordaje.

Esos medios serán suficientes por largo tiempo y pueden ser ampliados siguiendo la práctica de crecimiento modular de esas instalaciones. Es un buen aeropuerto, si se le juzga como tal.

La principal crítica a AIFA es la distancia a la CDMX; al Zócalo es de 45 kilómetros. No es significativamente mayor que la del aeropuerto Dulles-Washington a la Casa Blanca (32), la de Charles de Gaulle de París a la Torre Eiffel (31), o el de Ezeiza de Buenos Aires respecto de la Casa Rosada (32) y un extremo: Tokio-Narita (60 kilómetros).

Es oportuno recordar que el aeropuerto Dulles-Washington cuando se puso en servicio en 1962 desató críticas semejantes. Las principales eran la distancia respecto del Bussines Center de la ciudad, el daño ecológico y lo costoso del proyecto.

Se aseguraba que ni las moscas se pararían en él y, en efecto, tenía escasas operaciones. Dulles-Washington fue diseñado al inicio de la era jet para vuelos a grandes distancias. Pronto tuvo que cambiar de giro abriéndose a distancias intermedias y aeronaves a hélice.

En 1980 se expandió con nuevas terminales y en 1990 volvió a crecer. A mediados de 2015 construyó una torre de control complementaria. Es la naturaleza de las grandes obras: autopistas, puertos, Metro, aeropuertos, parques industriales.

Sirvan estos párrafos para aceptar coincidencias sobre críticas al AIFA que son propias de él, pero dígase también que es heredero del ventarrón político que levantó la cancelación del proyecto Texcoco y cómo eso ha torcido los juicios.

Se inventaron mil alarmas, como que los aviones chocarían con un cerro o que se desecaría el lago de Zumpango. Nunca comentó su evidente capacidad de servicio, promotora del desarrollo urbano e industrial de tan vasta región.

Algunas detracciones externas son razonables, como el tiempo de recorrido desde y hacia la CDMX; otras son malévolas. El periódico de colores (2/2/23, p. 8), a sólo meses de su inauguración, se refiere a él diciendo: el elefante blanco que realmente es. Otra, deplorable por egoísta y clasista, fue que, al rediseñarse el espacio aéreo de la CDMX, el ruido que se registraba sobre ruta poniente-sur, ahora moleste a apacibles habitantes de la zona sur.

En mi caso el tema de Santa Lucía me inquietaba. Ya había presenciado discusiones sobre la construcción de dos aeropuertos. El que opera en Puebla desde 1985, que para su construcción sólo se argumentó que un aeropuerto era necesario para la capital del estado.

Mis dudas se comprobaron. Es un aeropuerto subutilizado que llegó a cerrarse por largo tiempo. Actualmente, gracias a la promoción de nuevas operaciones de carga su uso se ha incrementado.

El de Morelia, operando desde 1984, construido sin pretensiones, con base en un estudio de mercado cuando no existía el Aeropuerto del Bajío. Éste, que al iniciar tuvo problemas de equilibrio financiero, ya estabilizado hoy sirve satisfactoriamente a León y amplia zona circundante de importantes poblaciones.

Morelia funciona positivamente. Tuvo un despegue lento. A pesar de su lejanía relativa de la ciudad (14 kilómetros), hoy la sirve muy bien, como a una zona al sur de Guanajuato. Opera a cinco destinos nacionales y siete internacionales.

Otros aeropuertos se construyeron sólo por razones políticas, como el de Cuernavaca, edificado en 1988. Se aseguraba que desde él se exportarían flores en aviones jumbo refrigerados con destino a Ámsterdam. Funcionó precariamente mientras se subsidió su operación.

Volviendo al AIFA, ahí está, no es expectativa. Creo que será un aeropuerto valioso para la gran metrópoli y en particular para la zona centro- norte-noroeste, la colindante con Edomex e Hidalgo, que está en gran expansión urbana e industrial.

AIFA es una realidad: Está inserto en la lógica de las grandes obras, las que demandan largos tiempos de maduración para alcanzar sus metas de diseño. En su momento, sacudiéndose tantos prejuicios, AIFA será un dinámico instrumento útil al desarrollo previsto.