e acuerdo con datos presentados el sábado pasado por el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GMCA) elaborados a partir del Servicio de Administración Tributaria (SAT), las importaciones mexicanas de granos básicos –maíz, frijol, trigo, soya, arroz y aceites, entre otros– se elevaron a una cifra sin precedente de 17 mil 700 millones de dólares.
De ellos, 5 mil 580 millones se destinaron a la compra de maíz extranjero, particularmente de maíz amarillo y transgénico, procedente de Estados Unidos, y que en nuestro país se emplea en la producción de forrajes para los animales.
Aunque el volumen de lo adquirido fue menor en 4.2 por ciento a 2021, el gasto registró un incremento de 11.6 por ciento, debido al encarecimiento mundial de las materias primas en general y de los granos en particular, fenómeno que a su vez se origina en la guerra en Ucrania, uno de los principales exportadores de cereales del planeta.
Lo cierto es que para México las compras en este rubro representaron un monto más de tres veces mayor al que el país ha venido pagando anualmente por el servicio de su deuda externa.
Pero tal situación no se traduce solamente en un inconveniente económico mayúsculo, sino también en una peligrosa debilidad en materia alimentaria, en la medida en que asuntos sobre los que no se tiene ningún control ni participación alguna –como es el caso del conflicto bélico en el oriente de Europa– terminan por impactar de manera negativa en la producción agropecuaria propia y, al final de cuentas, en la mesa de los hogares mexicanos.
Para mayor gravedad, la dependencia de materias primas agrícolas del extranjero impacta negativamente en la capacidad de la nación de aplicar en forma integral sus estrategias ambientales, como ilustra el hecho de que el maíz amarillo importado de Estados Unidos es transgénico y su cultivo depende del glifosato.
Está claro, pues, que sin autosuficienciaalimentaria tampoco puede haber plena soberanía. Salta a la vista, en consecuencia, la necesidad de apretar el paso en la consecución de la primera, que ha sido uno de los objetivos centrales del actual gobierno, lo que plantea la necesidad de realizar un mayor esfuerzo en el apoyo al campo en todos sus sectores.
Finalmente, el propósito de la autosuficiencia alimentaria no debe verse como un empeño autárquico, sino como el imperativo de lograr que el agro mexicano genere los elementos sustanciales de la alimentación del país.