La producción de alimentos queda cada vez más lejos de los consumidores. Además, de forma progresiva se van perdiendo tierras y recursos de calidad frente al avance de las concentraciones urbanas, así como de otras actividades productivas prioritarias por parte de gobiernos, clases económicas y políticas. Esto se traduce en disminución de la producción, mayores gastos de traslados, lo que potencializa que intervengan más actores tanto en la cadena de producción como de distribución, por lo que el encarecimiento de los alimentos es una de las consecuencias más sentidas por la población.
Sin embargo, hay otros aspectos igual de relevantes que no se abordan o no están en la discusión pública con suficiencia, como la calidad de los alimentos para los mercados locales, regionales, incluidos los nacionales, a la vez que culturalmente adecuados para las tradiciones, los paladares y la gastronomía de los grupos humanos asentados en diversos territorios. Tampoco podemos obviar que los alimentos modificados ganan terreno frente a la producción criolla y endémica, provocando muchas veces pérdidas de semillas, así como de variedades.
La ciudad de Tepic, capital del estado de Nayarit, en el noroccidente de México, presenta este fenómeno de crecimiento continuo, absorbiendo las tierras productivas del Valle de Matatipac y de las localidades productoras del municipio de Tepic, por lo que ha ido disminuyendo el cinturón productivo de alimentos del cual se abastecía.
Frente a estas condiciones generales, la persistencia de la producción en el territorio y los esfuerzos por acortar los circuitos de abastecimiento por parte de los campesinos en el municipio de Tepic, son fenómenos interesantes de revisar y divulgar.
En el centro de la ciudad de Tepic, en la colonia H. Casas, se encuentra el mercado de productores. Se trata de un galerón, dividido en dos por un callejón central en el que circulan tanto ofertantes como compradores de mercancía. Cuenta con una infraestructura básica que incluye sanitarios, una tienda, una cafetería pequeña y la oficina del comité responsable de las instalaciones. Los miembros del comité señalan que han solicitado al gobierno municipal que los apoye para la pavimentación del callejón, pero la respuesta no ha sido positiva; el argumento de la autoridad es que está fuera de sus atribuciones, dado que no se trata de un mercado público.
El mercado de productores es una estrategia de comercialización de La Asociación Agrícola Local de Productores de Hortalizas, Frutas y Legumbres del municipio de Tepic. Algunos socios todavía la llaman “La Unión”, relacionada con las Uniones de Ejidos, figura asociativa promovida en los años setenta por el gobierno; hoy para estar acorde a los tiempos, han cambiado a sociedad de producción rural (SPR).
La Asociación está conformada por alrededor de 800 socios; a las reuniones asisten 200 y los que regularmente acuden a vender sus productos a las instalaciones del mercado son 100, nos dicen. Se trata de productores de las localidades rurales del municipio de Tepic, de las cuales no se habla mucho como La Fortuna, El Izote, La Resolana, El Rincón, Pajuelazo, El Ahuacate, El Pichón, Cinco de Mayo, Jumatán, entre otras; la ciudad capital reclama toda la atención y presupuestos.
No andan batallando
Al mercado acuden los productores socios que venden lo que producen en sus parcelas y que utilizan también para el consumo propio. Las frutas y hortalizas puestas a la venta son estacionales: se trata de nopales, rábanos, lechugas, zanahorias, ejotes, betabel, cilantro, verdolagas, pepinos, repollos, cebollitas, brócoli, coliflor y calabaza; entre los frutales se encuentran los aguacates, limones, limas, ciruelas, mango y plátano.
Este espacio de comercialización representa el contacto directo con el consumidor final, así como con intermediarios locales y regionales. Sus principales consumidores directos son los pequeños comercios de alimentos, como las taquerías, fruterías y vendedores ambulantes. En cambio, los intermediarios regionales son los “surtidores” de negocios en otros municipios de Nayarit y de Puerto Vallarta, Jalisco. Los socios señalan que sus productos compiten en calidad y sobre todo en precio, con los provenientes de los mercados de Puebla y Guadalajara. También sucede que comercios vecinos ofrecen al público, lo que les han comprado a ellos, convirtiéndose en una especie de competencia desleal. Sin embargo, este espacio físico y social lo consideran una ventaja.
Las otras batallas
La comercialización de la producción no es la única batalla de los productores, el año pasado el incremento de los insumos agropecuarios los golpeó mucho. La adquisición de semillas y de los fertilizantes los tiene en vilo, de ahí la disminución de la asistencia al punto de venta, señalan. Por otro lado, el agua es esencial para las hortalizas, pero cada vez cuesta más llevarla a sus parcelas. Se quejan del abandono al campo y de que sus suelos sin agroquímicos no producen.
La organización les brinda un apoyo social, que consiste en otorgar una cuota mínima por integrante cada que un socio fallece. Este acuerdo es muy valorado entre ellos, pero reclaman otras respuestas organizadas como la compra de insumos y la mejora de las instalaciones del mercadito.
Por último, queremos resaltar que a pesar de ciertas políticas y la ausencia de otras, en el marco de un modelo productivo muy demandante de insumos y que con el paso de los años ha degradado enormemente sus suelos y recursos, esta experiencia, como muchas otras en México, se traduce en conocimiento que les permite a los productores de alimentos seguir en la línea de batalla. No de una manera pasiva, ya que su persistencia como agricultores está ligada a las diversas estrategias que construyen, entre ellas, el mercadito de productores como piedra angular. •