El modelo neoliberal devastó al campo mexicano, a la alimentación, a la biodiversidad y al tejido social. Pero también, el neoliberalismo, como lo señala Víctor Suárez en su libro Rescate del Campo Mexicano… “ha buscado debilitar la resistencia social en el campo, socavando la identidad y cohesión campesindia, desalentando la organización y acciones colectivas, rompiendo el tejido familiar y comunitario, arrinconando la cultura del trabajo y del esfuerzo propio, y promoviendo el individualismo, el pobrismo, el peticionismo y el victimismo”.
Sin embargo, durante este oscuro periodo, las y los campesinos e indígenas se organizaron para encontrar diversas y novedosas formas de producir alimentos sanos, de generar alternativas para comercializar sus productos, de ejercer su pleno derecho a seguir siendo campesinas, campesinos e indígenas, de construir nuevas formas de relacionarse y cuidar el medio ambiente y la biodiversidad. Incontables son las experiencias y alternativas campesinas e indígenas que a lo largo del tiempo se han construido desde las comunidades. Igualmente han surgido un sinfín de movimientos campesinos e indígenas que han cimbrado al país en diferentes coyunturas y que han generado múltiples propuestas de cambios profundos a las políticas públicas neoliberales. Desde el levantamiento Zapatista, el Movimiento El Campo no aguanta más, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de San Salvador Atenco, la Campaña Nacional Sin maíz no hay país, y el Movimiento Campesino, Indígena, Afromexicano “Plan de Ayala Siglo XXI”, en el marco de la elección presidencial, presentó un proyecto alternativo para el campo que fue signado por el hoy presidente de México. Además, la Demanda Colectiva contra el maíz transgénico y muchisímos movimientos en defensa del agua, la tierra y el territorio, contra las mineras, contra los tratados comerciales, contra los megaproyectos, etcétera.
Recientemente la Campaña Nacional Sin Maíz no hay país, que aglutina a más de 300 organizaciones campesinas, ambientales, de derechos humanos, de consumidores, académicas, académicos, y que en poco más de 15 años ha puesto al campo en la boca de las y los mexicanos, a través de innumerables acciones y actividades, desde siembras públicas de maíz, conciertos, conversatorios, movilizaciones; impulsó el Día Nacional del Maíz, que se celebra cada 29 de septiembre, incentivó la Demanda Colectiva Maíz, entre otras actividades y coaliciones sociales que han contribuido a “la revaloración de la agricultura campesina, la protección y el fomento de nuestros maíces desde la milpa y contra los maíces transgénicos y la soberanía alimentaria”, señaló que, “es evidente que hay un enfrentamiento entre dos visiones sobre el rumbo que debe tomar la política alimentaria de México: una retrógrada que en la práctica está defendiendo los intereses de la élite agroempresarial unida a los de las transnacionales que controlan las semillas (híbridas y transgénicas) y los plaguicidas; y otra visión progresista que busca afianzar los avances logrados en la transformación del sistema alimentario durante el gobierno y profundizar los cambios, para garantizar los derechos a una alimentación sana, a consumir alimentos producidos en el país sin maíz transgénico e ir reduciendo el uso de plaguicidas altamente peligrosos (PAP) que pueden causar daños irreversibles a la salud y el ambiente, en el ejercicio de la soberanía alimentaria…” y, efectivamente es lo que actualmente se vive en México. Una disputa entre dos visiones de país, en general y en particular sobre qué agricultura, que campo y que alimentación requiere México, si continuar bajo un modelo fracasado (revolución verde, agroindustrial y neoliberal) o construir un nuevo sistema agroalimentario, nutricional y agroecológico con campesinas y campesinos e indígenas.
Sin duda alguna la llegada del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) abrió nuevos caminos de esperanza para México y catapultó algunas de las demandas, propuestas y alternativas que durante años trabajaron arduamente las y los campesinos e indígenas, a través de algunas acciones de parte del Gobierno de México para alcanzar “rescatar al campo” y alcanzar “la autosuficiencia y soberanía alimentaria”.
La implementación de pogramas prioritarios para el campo, como Producción para el Bienestar, Sembrando Vida, Fertilizantes para el Bienestar, Precios de Garantía, etcétera, bajo la premisa de “por el bien de todos, primero los pobres”, y sobre todo “diginifcar” el trabajo de las y los que “nos dan de comer”. Aunado a estos programas, el gobierno de México impulsó junto con organizaciones sociales, como la Alianza por la Salud Alimentaria, entre otras, el etiquetado frontal en alimentos ultraprocesados. Si bien, la propuesta y consigna de “no al maíz transgénico” ha estado en la boca del presidente desde hace tiempo, el pasado 31 de diciembre del 2020, fue más allá y publico en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el decreto para precindir del herbicida glifosato y el maíz transgénico. Además, en mayo pasado, el presidente, anunció la “Campaña de Producción para el Autocosumo (PACIC)” … “que en lo tocante al agro se propone la suma de esfuerzos de los programas Producción para el Bienestar y Sembrando Vida, la ampliación a nueve estados de Fertilizantes para el bienestar, el fomento a la producción de abonos orgánicos, la formación de una reserva estratégica de maíz, entre otras acciones”. (Bartra, Armando. Revoluciones Agroecológicas en México, 2022), que a decir del Subsecretario de Autosuficiencia Alimentaria, Víctor Suárez, “Se trata de una política de rescate del campo y de la actividad productiva, de dignificación de las y los campesinos y de sus conocimientos, con metas de autosuficiencia alimentaria y transición agroecológica, que cancela determinantemente la tónica de casi 40 años de gobiernos neoliberales, de menosprecio a las y los campesinos; de concentración de presupuestos en pocas manos con discrecionalidad y corrupción, y de sometimiento a la dependencia de importaciones, a los agrotitanes del campo, acaparadores de tierras y agua, y a los monopolios agroindustriales, exitosos cabilderos del pasado.” (Revoluciones Agroecológicas en México, 2022).
Y, en el Senado de la República, por iniciativa de las senadoras Margarita Valdez Martinez (presidenta de la Comisión de Salud) y la senadora Ana Lilia Rivera Rivera presentaron una iniciativa de reformas a la Ley General de Salud para fomentar bioinsumos y sistemas agroecológicos y establecer un programa nacional de restricción y prohibición progresiva de plaguicidas altamente peligrosos.
Es importante señalar que las acciones que se han impulsado desde el gobierno de México y desde el Legislativo para sentar las bases de una nueva política agrícola han sido en parte por la voluntad política y compromiso de la 4T, pero sin duda alguna por las luchas de los movimientos campesinos, indígenas, ambientales, de derechos humanos, de consumidores, de la academia, que han desarrollado y trabajado y que han sido de gran trascendencia para la construcción de un nuevo sistema agroalimentario, nutricional y agroecológico y esta articulación, dialógo, inicidencia, movilización, no debe detenerse, al contrario debe “profundizarse” y “radicalizarse”.
Las presiones y críticas a estas acciones de cambios paradigmáticos en la política agrícola de la 4T, entre otras, han sido principalmente orquestadas por la élite agroempresarial, ya que contravienen sus intereres mércantiles y que han demostrado durante todo este sexenio, que lo que menos les interesa es el bienestar y la salud de las y los mexicanos. Y, por supuesto la presión que ejercen desde Estados Unidos, gobierno, senadores, empresas, agrícultores…en el marco del T-MEC, para que México “modifique” su política referente a las importaciones de maíz transgénico establecidas en el decreto presidencial y demás acciones de política agrícola interna.
En este sentido, Sharon Anglin Treat, abogada senior del Instituto de Política Agrícola y Comercial (IATP) señaló en un artículo del suplemento La Jornada del Campo que “examinó estas alegaciones y las consideró sin fundamento. Un nuevo informe analiza las disposiciones sobre biotecnología agrícola del T-MEC para entender lo que pueden exigir a las partes. El informe revisó específicamente las acciones de México para determinar si violaban alguna norma comercial, y concluyó que, si bien las disposiciones sobre biotecnología agrícola del T-MEC proporcionan una guía de procedimiento a los reguladores gubernamentales, carecen de requisitos sustantivos que proporcionen una base para anular las políticas de México y las decisiones sobre permisos”.
Ante las presiones el Gobierno de México, en voz del presidente López Obrador ha sido claro y contundente que por “encima de los intereses mércantiles está la salud de las y los mexicanos” y en ese sentido la soberanía nacional (energética, alimentaria) y si bien es una tarea de los movimientos sociales y de las y los mexicanos, defender nuestra soberanía nacional y alimentaria, así como presionar y estar atentos para que el Gobierno de México no ceda ante las presiones y chantajes de la élite agroempresarial y del gobierno de los Estados Unidos, es fundamental la articulación con los movimientos sociales progresistas estadounidenses, para avanzar y constuir una sistema agroalimentario y nutricional en beneficio de nuestros pueblos. ¡Otra alimentación es posible! •