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Brasil: protesta programada
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impatizantes de Bolsonaro, descontentos con los resultados de las últimas elecciones presidenciales, invadieron las sedes de los tres poderes de la República (Parlamento, Tribunal Supremo y Palacio Presidencial) el domingo, acción similar a la invasión del Capitolio en Estados Unidos el 6 de enero de 2021.

Curiosamente, ambos acontecimientos tuvieron lugar en los primeros días de enero. Pero hay quien dice tales similitudes no son coincidencia, sino de método de la extrema derecha. También en Alemania la policía detuvo recientemente a miembros de un movimiento golpista que pretendía asaltar el Parlamento. Karl Marx, en 18 Brumario, citando a Hegel, observa que todos los hechos y personajes de gran importancia en la historia del mundo ocurren al menos dos veces. Y añade: la primera vez como tragedia, la segunda como farsa.

Para comprender la farsa brasileña es necesario situar los hechos en su contexto. Muchos se preguntan: ¿Por qué Lula no ordenó a las fuerzas de seguridad detener la invasión? No es tan sencillo así, porque en Brasil quien controla la policía militar son gobernadores de los estados, en este caso el gobernador del Distrito Federal, Ibaneis Rocha. Aquí está la clave. El gobernador de Brasilia es bolsonarista. Tan así que su secretario de Seguridad Pública, Anderson Gustavo Torres, es el ex ministro de Justicia del gobierno de Bolsonaro, que reaccionó a la altura y dejó la capital vulnerable.

Hubo tiempo para bien planificar la seguridad. No se hizo por incompetencia o connivencia. Esta protesta bolsonarista estaba programada desde hace muchos días. La prensa incluso informó de que se esperaba una acción más radical el domingo, ya que el discurso de los miembros de la extrema derecha se había radicalizado en Whatsapp y Telegram, donde decían que era el momento de ensuciarse las manos y derramar la sangre. Por tanto, las fuerzas de seguridad sabían de todo. Tanto así que llegaron a planear una acción conjunta entre el gobierno del Distrito Federal y el gobierno federal, a través del ministro de Justicia de Lula, Flávio Dino. Pero, Dino denunció que el gobierno del Distrito Federal cambió la planificación de último momento.

El domingo, tras la invasión, Lula pidió autorización a los tribunales de justicia realizar una intervención federal, es decir, anular los poderes políticos del gobernador de Brasilia. El presidente fue atendido y nombró a un interventor federal, que puede administrar la seguridad pública del Distrito Federal por tres meses.

Además, el ministro de Justicia solicitó la ayuda de otros estados para que envíen policías militares para colaborar con la seguridad de Brasilia en los próximos días. Existe cierta desconfianza sobre la lealtad de la policía militar de Brasilia a los mandos políticos y militares.

El ex presidente Jair Bolsonaro, principal fuente de inspiración de las manifestaciones golpistas, intentó desmarcarse de estas invasiones, pero no ha condenado los actos golpistas de forma enérgica. Dijo apenas que protestas democráticas son bienvenidas, pero que éstas no lo son. Además, se le considera el principal ideólogo de los movimientos golpistas de extrema derecha, por lo que acaba siendo el padre de las invasiones golpistas.

No es posible desvincular al ex presidente de la violencia del domingo, pues Bolsonaro nunca ha reconocido públicamente los resultados electorales. Siempre se ha mostrado inconforme con ellos. En todo su mandato predicó el odio contra sus adversarios políticos. Di­fundió la idea de que la población debía armarse para resistir a un posible régimen comunista. Alentó las manifestaciones golpistas frente a los cuarteles del ejército.

Desde los resultados de los comicios del 30 de octubre, derechistas radicales han acampado frente a sedes militares en más de 10 ciudades pidiendo la intervención de los militares y un golpe de Estado para impedir que Lula gobierne el país.

Estos campamentos desencadenaron estas manifestaciones golpistas que desembocaron en la invasión de los tres poderes de la República. En diciembre se incautaron armas y municiones junto con miembros del campamento de bolsonaristas en Brasilia, frente al cuartel general del ejército. El plan era hacer estallar una pipa de gasolina en el aparcamiento del aeropuerto de la capital brasileña para crear el caos social e impedir la toma de posesión de Lula el 1º de enero. El plan fracasó y sus creadores fueron detenidos.

En ese momento se supo que los movimientos pro Bolsonaro y a favor de un golpe militar también planeaban acciones concretas y violentas. A pesar de ello, Bolsonaro siguió apoyando estas acampadas y protestas de militantes de la derecha radical que pedían un golpe de Estado.

Por otro lado, aún se desconoce el grado de participación militar en la planificación y las acciones de la invasión. Tal vez sea éste el mayor desafío que enfrentará Lula. Lidiar con militares golpistas y con los bolsonaristas uniformados, que son aún más peligrosos que el propio Bolsonaro.

*Periodista brasileña