l año que comienza será de retos monumentales para el país, el subcontinente latinoamericano y para toda la humanidad, por los pasivos acumulados, estructurales, de un modelo inequitativo de desarrollo, prohijado por un capitalismo monopolista en fase decadente, así como por los desafíos adicionales planteados por la pandemia sanitaria, cuyos efectos no cesan en la salud y la economía, además de las distorsiones en los mercados mundiales introducidas por la irracional y cruenta guerra en Ucrania.
Los principales valores para los pueblos, las familias y los individuos serán siempre la vida y la salud, por lo que el mundo seguirá al pendiente de que las nuevas variantes de covid-19 no se propaguen a un ritmo acelerado y quebranten la capacidad de respuesta de los sistemas sanitarios, como lo estamos viendo ahora mismo en China, después de una exitosa contención primaria, y a la espera de lo que puede ocurrir con una sexta ola ya en curso.
Hay menos letalidad en la enfermedad, mas no significa que la batalla esté ganada.
La pandemia del siglo XXI no es el único reto en materia de salud. Siguen muriendo cientos de millones de personas por las enfermedades prevenibles asociadas a la pobreza, y especialmente por la carencia de agua potable, sobre todo en África. Según un estudio de la OMS, 88 por ciento de las infecciones diarreicas son producto de un abastecimiento hidráulico insalubre y de un saneamiento e higiene deficientes; una red de abasto de agua potable eficaz y bien manejada reduce entre 6 y 21 por ciento la morbilidad por diarrea.
La economía mundial seguirá sometida, el año que inicia, a los efectos pospandemia y a la presión de una emisión excesiva de circulante, sobre todo de dólares por parte del Banco Central de Estados Unidos para reactivar su economía, lo que inevitablemente se traduce en inflación, como sucedió en 2022, cuando el aumento del costo de la vida alcanzó los dos dígitos en varias economías industrializadas y en otras en proceso de desarrollo.
A la desaceleración generalizada que sufre la economía mundial, y que amenaza con generar una recesión global, se suma el riesgo de que sucesos imprevistos vinculados a la guerra en Ucrania o a la inestabilidad financiera compliquen todavía más la situación en 2023.
Por lo anterior, el Fondo Monetario Internacional revisó y situó a la baja su pronóstico de aumento del PIB mundial para 2023: un máximo de 3.6 por ciento. El principal factor detrás del ajuste es el impacto del conflicto entre Rusia y Ucrania.
Una de las regiones más afectadas sería la eurozona, sobre todo este año, con el pronóstico del PIB recortado a 2.8 por ciento (-1.1 por ciento). Otros países muy afectados por los crecientes precios de energéticos y el comercio serán los estados Bálticos.
El conflicto en Ucrania, de manera previsible, seguirá perjudicando los pre-cios de las materias primas, sobre todo el petróleo y la gasolina, incluso más que en 2022. La inflación, aunque ligeramente atemperada, seguiría alta: 5.7 por ciento en economías avanzadas y 8.7 por ciento en mercados emergentes y en desarrollo.
En un entorno de ralentización del crecimiento, las economías de América Latina y el Caribe se pronostica que crecerán sólo 1.3 por ciento en 2023, una tercera parte de la tasa esperada para 2022. A fines de este año, la pobreza en América Latina y el Caribe afectaba a 32.1 por ciento de la población (equivale a 201 millones de personas) y la pobreza extrema a 13.1 de cada cien (82 millones), según la Comisión Económica para América Latina, porcentajes que es preciso disminuir con políticas públicas con sensibilidad social.
Un reto mayúsculo para el mundo, pero especialmente para el continente americano, seguirá siendo la migración que no cesa hacia el norte desarrollado. Cientos de miles de connacionales y, en general, hermanos de América Latina y el Caribe, siguen y seguirán cruzando la frontera en condiciones deplorables, por las asimetrías en los niveles de desarrollo y calidad de vida entre los polos norte y sur del hemisferio, así como por la falta de una normativa que regularice, y haga respetar los derechos humanos, de los flujos demográficos.
La suspensión otorgada por la Corte Suprema de Estados Unidos, dominada por una mayoría conservadora, a la decisión del gobierno demócrata en funciones de poner fin al Título 42, no hará más que recrudecer las expulsiones sumarias de los migrantes, incluidos decenas de miles de menores de edad.
Finalmente, el cambio climático, en su modalidad de calentamiento global, seguirá siendo el gran reto de la humanidad, pues el deshielo de los polos se acelera, los bosques disminuyen y el agua potable escasea, con su impacto en la salud de los más vulnerables.
Para lo anterior, se requiere incrementar la inversión, sobre todo por parte de las naciones más desarrolladas y que son también las que más contaminan. La economía global necesita invertir entre 3 y 6 billones de dólares al año para lograr los objetivos del Acuerdo de París, y apenas han superado los 500 mil millones anuales.
En suma, en este 2023 se precisa como nunca que la comunidad de naciones sume esfuerzos en favor de la salud, el crecimiento, el abatimiento de la pobreza, el trato digno a los migrantes y la preservación de los equilibrios de la naturaleza. La suerte de todos, al final ,depende de la suerte de los más rezagados.
* Presidente de la Fundación Colosio