Número 183 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
 

EditorialPugnas agrarias en Santa Gertrudis

Fotograma del documental Santa Gertrudis.

Para todo mal, mezcal;
para todo bien, también.

Te lo tomas hasta el fondo y se lo pasas al de al lado para que yo se lo llene y él también se lo tome y así hasta que el vasito dé toda la vuelta te llegue de nuevo y te lo vuelva a llenar…

-¿Y cuántas vueltas le damos- pregunta uno de los fuereños.

-Hasta que le veamos el fondo a la botella- replica Gil- Al fin que hay más.

Se ve claro que los Ramírez nos quieren emborrachar…

Estamos en casa de Gil celebrando que el realizador canadiense Gilles Groulx va a filmar una película sobre las luchas de la comunidad oaxaqueña de Santa Gertrudis contra el cacicazgo de los Ibáñez. Y los hermanos Donato, Gil y Elpidio hijos del líder agrario Luciano Ramírez quieren que los colaboradores del director sepamos como lo mataron para que quede en la película. Pero antes nos inician en el rito del mezcal.

Habitada por cerca de 400 familias la comunidad consiguió la dotación ejidal durante el gobierno de Lázaro Cárdenas mediante una lucha en que el líder Alejandro García fue colgado y balaceado. Pero más tarde los ex hacendados lograron dividir al colectivo campesino que habían llamado El Conjunto y tras de asesinar a Luciano Ramírez quien hacía cabeza, Ernesto Ibáñez, un viejo guardia blanca de la hacienda se adueñó de la organización y de gran parte de las tierras ejidales. En 1971 los auténticos derechosos recuperaron el comisariado ejidal y solicitaron una depuración censal que resultó amañada a favor de los acaparadores. Inconformes los campesinos se movilizaron a la capital del estado se plantaron frente al palacio de gobierno y con apoyo de la Coalición Obrero Campesino Estudiantil de Oaxaca lograron que se repitiera el procedimiento y en 1972 recuperaron parte de las tierras acaparadas.

Típica historia de lucha contra la reconcentración territorial posrevolucionaria la inconformidad de Santa Gertrudis forma parte del ascenso nacional del movimiento campesino de los setenta y primeros ochenta del pasado siglo. Activismo social que 50 años después se prolonga en la hoy llamada defensa del territorio con la diferencia de que entonces el afán por la tierra era para cultivarla mientras que ahora la apropiación productiva ha perdido centralidad lo que no necesariamente es un avance. Y en aquella lucha hubo víctimas que no debemos olvidar. Para eso era la reunión en casa de Gil, para ir recogiendo los testimonios que tendrían que estar en la película.

Los primeros se refieren a la tortura que a mediados de los años treinta del pasado siglo sufrió Alejandro García para obligarlo a entregar el expediente del trámite agrario. El tío Gaspar que fuera su compañero cuenta:

-Cuando la lucha por la tierra ellos andaban con las escopetas echándonos bala. Pero nosotros no nos quedábamos queditos cuando venían a rodear ese corral que estaba ahí. Luego colgaron a Alejandro acá en su casa, ahí lo colgaron la primera vez. Enseguida lo trajeron a la esquina del juzgado y lo volvieron a colgar. Y luego lo llevaron al panteón haciendo para que les diera los papeles. Y dijo él que no dejaba los papeles por ninguna de las cosas y que si acaso lo mataban pues los papeles no los daba… Y no los dio.

Habla su nieto Chuy.

- Cuando pelearon la tierra mi abuelo empezó a organizar a las gentes. Y ellos hacían asambleas. Entonces el patrón se puso contra él y como tenía dinero fue a ver al gobierno y le envió soldados. Entonces mi abuelo se escondía. Dicen que envolvía tortillas en una servilleta, con sal y chile y así iba hasta México. Después él regresaba y comenzaba otra vez a hacer asambleas.

-Mi abuelo me dijo que una vez lo colgaron de un árbol que está allá arriba, por donde pasa el río, ahí lo colgaron por el cuello. Entonces las gentes del patrón le tiraron balazos. Fue para amenazarlo, no tiraron a darle porque si hubieran querido matarlo lo matan allí mismo ¿no? Y a mi abuela le decían: “Usted, vieja, vaya a traer un mecate para colgar a su marido”, y le hacían desamarrar los bueyes para con ese mecate colgarlo.

-Otro día vinieron las gentes del patrón a caballo a buscarlo a la casita que teníamos por donde está el nopal. Lo atraparon y se lo llevaron al cementerio a excavar su sepultura, allí lo iban a enterrar.

-Él fue un revolucionario. Por eso aquí en el pueblo, todas las gentes a nosotros nos respetan porque saben que nuestro abuelo fue un hombre combatiente.

Años después los ejidatarios se organizaron en lo que llamaron El Conjunto, para trabajar las tierras en colectivo. Ernesto Ibáñez, que fuera pistolero de la hacienda, empezó a dividirlos y como Luciano Ramírez, José Ramírez y Alfonso Arango se resistían les echó encima el ejército y los mataron.

Habla Elpidio, hijo de Luciano Ramírez:

-Eran una partida como de 75 hombres armados, los jefes venían a caballo. Llegaron a la casa que tenía cuatro ventanas y cuatro soldados metieron sus escopetas uno por cada ventana. Y mi papa ya no pudo escapar.

-Entonces le dijeron que ellos, el gobierno, sabían que era un hombre malo y que entregara las armas que tenía. Pero él les dice “Si me van a fusilar que sea de una vez aquí en mi casa”. “No le vamos a hacer nada, le dijeron, lo vamos a llevar al cuartel general porque el gobierno lo acusa de ser un hombre bandido”.

-Ya lo procuraron amarrar y cuando lo tuvieron amarrado salieron rumbo al cerro a donde lo fueron a fusilar.

Habla Donato, hijo de Luciano:

-Era el 22 de junio más o menos a las doce de la noche. Nosotros éramos niños. Yo tenía nueve años, pero me di cuenta porque llegaron haciendo mucho ruido. Solamente había una veladora en el altarcito que tenía mi mama. Ahí nos juntamos y no queríamos responder. Pero ellos dijeron: “Si no abren la puerta les vamos a echar lumbre”, y metieron los rifles por las ventanas. Entonces nosotros empezamos a llorar.

-Al salir él de la casa tuvieron que amarrarlo. Lo sacaron al patio. Yo venía cogido de sus piernas, me agarraba de sus piernas. Y lloraba y les decía que no se llevaran a mi papá. “¿Qué le van a hacer a mí papa?”, les decía. Entonces me agarró uno de los soldados, porque eran soldados, y me dijo: “Ya no llores a tu papa lo vamos a llevar al cuartel para que haga una declaración”. “Mañana lo pueden ir a ver al cuartel”, así le dijo el soldado a mi mama.

-Lo sentaron en las ancas de un caballo. Atrás lo sentaron. Pero seguramente camino al cerro lo bajaron porque cuando lo fuimos a levantar a donde estaba muerto tenía muchas espinas enterradas.

Habla la esposa de Luciano:

-Harta gente de a caballo y otros, así, caminando… Y se lo llevaron al arroyo… Puros pretextos pusieron para poder quitarle la vida. No le dejaron que se pusiera sombrero, no le dejaron que se pusiera huaraches. Nada. Le echaron un lazo y con él lo amarraron.

-Y que se lo llevan. Y allá voy atrás mero. Dieron vuelta por allí y allá voy atrás de ellos. Me apergollé a mi criatura y que me lo abrazo y que me lo llevo atrás de ellos. Entonces me dijeron: “A ver, esa vieja, nos llevamos a su marido porque el gobierno lo pide. Y regrésense si no les vamos a dar de culatazos”. “¡Ay! Dios mero” dije. Y me regresé porque si no me voy nos dan de culatazos.

-Luego me fui con mi Donato abrazado. De este lado de la loma nos fuimos, nos fuimos… nos fuimos hasta las minas hasta allí nos fuimos y no lo pudimos encontrar. Fue hasta la segunda vez que lo encontramos, pero ya muy tarde, como a esta hora… Fue como a esta hora, mire, cuando lo encontramos. Se miraba clarito en una loma que estaba allí, en un como cerrito, vaya. Clarito se miraba porque estaba a lo largo… Y le dije: “Allí está tu papa”, le dije.

Ese día también mataron a José Ramírez. Su hijo lo fue a recoger al cerro:

-Yo le quité el sombrero de la cara. Ni cuero le quedaba del machetazo que tenía ahí. Entonces yo le quité el sombrero ¿ves? Se lo quité.

-Lo encontraron unos que vinieron a arar y ellos le acomodaron el sombrero. Pasaron aviso allá, que no lo buscaran en otro lado, que aquí estaba.

-Yo le quité el sombrero, vaya. Allí en esa loma, mira, allí mero en ese bordito lo vi tirado. Estaba encogido y los mecates los tenía enterrados. Y allí donde estaba tirado mi papa había un machetazo que había cortado el pasto.

-Aquí fue el sitio. Aquí mi papa estaba tirado, estaba encogido así, las rodillas así. Y tenía un machetazo en la boca. Se le hizo pedazos la boca. Como cuando se destaza a un cerdo que le quitan, le abren… así le cortaron. Así en la mera boca le dieron.

-Y le puse otra vez el sombrero en la cara porque ya estaba pegando el sol. Estaba tirado allí mi papa y le puse el sombrero en la cara para que no le pegara el sol.

La película se filmó en 1976 por los días en que un fuerte movimiento de campesinos, obreros y estudiantes obligaba a renunciar al represivo gobernador Manuel Zárate Aquino, y se llama Santa Gertrudis. La primera pregunta sobre la felicidad. Gilles Groulx quiso empezarla con una reunión donde algunos comuneros explicaran porque querían que se filmara. La cámara, dos o tres reflectores y el boom se acomodaron junto a la mesa donde habrían de reunirse los convocados. Las mujeres llegaron a tiempo, pero pasaban las horas y de los hombres ni sus luces. Preocupado Gilles quiso saber que ocurría. Tras algunas risitas y cuchicheos las señoras explicaron:

-Cuando me vine para acá los señores se estaban tomando unos mezcales quesque para darse valor… -

-¿Valor?

-Sí, es por lo del cine. Nos dijeron que íbamos a salir en una película y aquí no tenemos costumbre de mirarnos en el cine.

-A nosotras no nos importa, pero a ellos como que les impone y sin unos mezcales no se animan.

Finalmente se hizo la toma con las puras palabras de las mujeres. Dijo Avelina:

-Estoy de acuerdo para que la película se haga porque nosotras, las mujeres, tuvimos que ir a la cárcel cuando no teníamos ninguna culpa, ninguna razón para estar presas. Porque los caciques dieron esas falsas informaciones tuvimos que ir prisioneras. Entonces yo estoy de acuerdo que la película se haga para que las otras comunidades se perplejen al ver como hemos luchado y como hemos sufrido por defender un derecho que es legal.

Y la película se hizo. •