n las últimas décadas, el reconocimiento de las luchas y derechos humanos de las mujeres ha detonado transformaciones sociales relevantes en México, tales como la construcción de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la creación de organismos especializados para la protección y atención de mujeres víctimas de violencia por cuestiones de género y el fortalecimiento de redes de acompañamiento, seguridad y sanación entre mujeres.
Si bien el Estado mexicano ha tenido avances significativos en los derechos humanos de niñas y mujeres, aún tiene pendientes en materia de política pública, para garantizar una vida digna y libre de violencia, a través del ejercicio y protección de sus derechos humanos, la reparación integral a las mujeres víctimas y la prevención íntegra de la repetición del daño.
Es necesario mencionar que estos progresos han sido en gran medida logros de grupos de mujeres organizadas, colectividades de familiares de víctimas y sobrevivientes de violencia feminicida, así como organizaciones de la sociedad civil que luchan por condiciones dignas para las niñas y las mujeres, denunciando la violencia que viven cotidianamente.
Cuando hablamos de una vida libre de violencia, debemos comprender que la violencia se encuentra en diversos espacios, desde los públicos hasta los más íntimos, pues es parte de las estructuras socioculturales e históricas de las sociedades y Estados-nación.
Por ende, atender la violencia de género contra las mujeres no sólo debe ceñirse a modificar las condiciones económicas, políticas e históricas, sino a apostar por transformar los patrones culturales e interpersonales para promover relaciones más equitativas, basadas en el respeto, la empatía y el reconocimiento entre las personas.
Entonces, ¿cómo logramos esas transformaciones sociales profundas? ¿Cómo convertimos la estructura patriarcal basada en la violencia a un sistema más equitativo y justo para todas, todes y todos? Luchando y caminando hombro a hombro, de la mano con las víctimas de la violencia feminicida y siendo solidarias y solidarios con sus causas, podrían ser algunas pistas.
Recordar las historias de mujeres que han luchado por mundos más justos, conmemorar a las mujeres a quienes les fue arrebatada su vida y de quienes resisten día a día contra la violencia estructural, serán armas para cambiar nuestras realidades. Por ello, el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, no sólo debería ser una fecha donde se visibilice a gran escala esta problemática aún existente, sino que debería ser el momento para decir que ya no existe más, que las madres buscadoras están a salvo y con sus hijas e hijos en sus hogares, que las defensoras de derechos humanos ya no están litigando los casos de violencia feminicida porque la justicia incorpora la perspectiva de género de manera adecuada y eficiente, y que esos sucesos ya no existen más porque las mujeres viven libres y sin miedo.
Sin embargo, aún falta mucho camino de lucha y resistencia para lograrlo; en ese sentido, este 25 de noviembre nos invita a reflexionar sobre cómo nos relacionamos y dialogamos entre las personas, movimientos y luchas sociales para atender y prevenir las violencias diversas hacia las niñas y las mujeres. Nos invita igualmente a reconocer nuestras violencias, sanar y cambiarlas para construir espacios seguros y libres de violencia para todas, todes y todos, pues, como dicen algunas compañeras de lucha: Si sanas tú, sano yo
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Así que sanemos la violencia de género contra las mujeres de nuestra sociedad, cambiando y transformando aquellas actitudes, pensamientos y acciones que denigren la vida de las niñas y las mujeres en México y el mundo. Sanemos y reconstruyamos nuestro tejido social con base en el reconocimiento igualitario entre los géneros, luchando por mundos más justos, equitativos y seguros y siempre recordando a quienes nos hacen falta.
Que este 25 de noviembre tenga la potencia para trastocar a quienes perpetúan la violencia feminicida y logren reflexionar, para que ya no nos falte ninguna y que la justicia para una, sea justicia para todas.