Jueves 24 de noviembre de 2022, p. a11
El sicoanalista francés Jean-Michel Vives en el libro La voz en el diván hace de la ópera un laboratorio de ideas para crear un modelo sicoanalítico de su relación con este acto humano. En su opinión, los sicoanalistas abordan poco esta cuestión en sus trabajos.
Sigmund Freud fue revolucionario al devolver la voz a quienes se la habían quitado; diga todo lo que se le venga a la mente
es parte de un acto en una conversación terapéutica, expone Vives en entrevista.
“Con esta proposición increíble para la época, Freud colocó el saber del lado de aquellos que han sido tratados desde hace siglos como personas desprovistas de sentido y que no tienen ‘derecho a opinar’, es decir, de los sin voz. No conceptualizó el lugar que puede tener la voz en el campo que él inventó. Aunque Jacques Lacan sí lo hizo después de manera muy fragmentada, dejando a sus sucesores la responsabilidad de determinar ese objeto tan familiar y que, sin embargo, se nos escapa, y del cual se ha dicho que es el más cercano a la experiencia del inconsciente.”
Uno de estos sucesores es Vives, profesor de sicología clínica y patológica en la Universidad Côte d’Azur, en Niza, y entusiasta de la música. Su experiencia en este campo, como colaborador artístico en el Centro Dramático de Montpellier y en el Teatro de Toulouse, enriquece la exploración en el texto.
Se escribe siempre para responder a una pregunta muy íntima e intentar darle una forma que sea inteligible para sí mismo y transmisible a los demás. Las preguntas sobre la voz y el llamado han ocupado un lugar central en mi análisis personal y este libro es una manera de recogerlas y elaborarlas sin hablar de mí. No obstante, es inquietante que, cuando tengo que volver a leer mi libro, siempre me sorprende redescubrir cuánto estoy presente, a veces hasta la indecencia
, responde desde Francia.
La voz perdida de los castrati, de las sopranos y en los raves clandestinos de música tecno se conjugan entre las páginas del libro que publicó en México la editorial Herder. Este trabajo requirió una exhaustiva investigación sobre el mundo de la ópera, estudiada en un laboratorio alrededor de un dispositivo social que permite gestionar el goce de la voz, y cómo la evolución del género está condicionada por la relación con la voz que cambia poco a poco a lo largo de los siglos.
Las puestas en escena de las óperas Don Giovani, de Mozart; El mundo de la luna, de Haydn, y El matrimonio secreto, de Cimarosa, son experiencias vivas, ya que Vives participó en su montaje. En principio, se dice no ser un liricómano
como los que describe en su libro. Después de reír, explica: “No lo creo, pero a veces es difícil autodiagnosticarse. Como se sabe, la palabra liricómano está formada a partir del sufijo griego ‘manía’, que refiere a la posesión, a la locura. Como el toxicómano, está en la búsqueda del producto sin el que no puede vivir; el liricómano busca a la voz, de la que espera una satisfacción intensa. Por eso, y como el toxicómano, está dispuesto a hacer sacrificios.
“Para escribir este libro entrevisté a liricómanos que pasaban noches enteras delante de la ópera de París o en la Scala de Milán para ser los primeros en comprar un boleto –a menudo a precio de oro– que les permitiría escuchar la voz adorada. Están dispuestos a gastar grandes sumas para satisfacer su pasión y se realizan viajes exclusivamente para seguir a la cantante (digo a la cantante porque la liricomanía a menudo se aferra a las voces femeninas) sin importar dónde se presente.
Mis locuras financieras se limitan a asistir cada año a la totalidad del festival de Arte Lírico de Aix en Provence, que se celebra a una hora de mi casa. En todo caso, espero asistir a una representación de ópera en México cuando vaya en febrero. Lo primero que hago cuando organizo un viaje al extranjero es ver si podré aprovechar para acudir a una representación de ópera. Al fin y al cabo, quizá tenga algo de liricómano.