ace unos meses más de mil artistas de España y Latinoamérica firmaron un documento llamado Rock contra el fascismo. Hace años vimos a artistas unir fuerzas en Estados Unidos en campañas contra del entonces presidente George Bush, y dar a luz a unos recopilatorios llamados Rock Against Bush
, y así criticar sus políticas belicistas, violentas y oscurantistas.
En Italia, la tradición musical contra el fascismo es amplia y se mueve, mantiene, cambia desde los años 70 hasta hoy. Ciertamente, las nuevas generaciones, de manera casi global, están más interesadas en otros sonidos, menos guitarras distorsionadas y más bases sobre las que cantar en rima son el elemento principal de las canciones que palpitan la época del feminismo, el indigenismo y la lucha de Black Lives Matters.
Precisamente, a partir de estas consideraciones, quizá debamos hacernos una pregunta: qué es el fascismo hoy, y por tanto, cómo el rock puede hacer frente a este fenómeno, que tristemente crece en un mundo cada vez más polarizado entre muy pocos ricos y muchos pobres.
Una pregunta para la que la respuesta no puede ser única: los fascismos son muchos, así como su expresión en diferentes países. Ciertamente en Europa, vincular el fascismo sólo al periodo histórico en el que fue protagonista entre el régimen italiano o el nazi, en Alemania; el franquismo, en España, o el régimen militar en Grecia, etcétera y, por ello, convertirlo en universal valor
ya no funciona.
Pienso que lo mismo puede pasar en Latinoamérica con las dictaduras de los años 90. Los tiempos de la historia, la muerte de los protagonistas de la época y la velocidad de la sociedad actual, con profundas operaciones de revisionismo histórico, han cambiado la percepción del término fascismo
que ahora se considera una opción política, como cualquier otra.
Así que hoy una banda que canta contra el autoritarismo, el racismo y el sexismo o contra la violencia de facto, se sitúa en el ámbito del antifascismo, porque se le opone en contenido. Quien hoy, incluso en el campo de la estética, rechace el binarismo de género ayuda a romper la narrativa neofascista sobre la singularidad de ser hombre o mujer.
Incluso sin una generación de bandas como Pink Floyd, Rage Against The Machine o Punkreas, Ska-P o Panteón Rococó, abiertamente antifascistas, hay muchos grupos y artistas que, en términos de estética y contenido, se oponen a lo que proclama el fascismo en medio mundo: Green Day, Radiohead, Against Me!, Ministri y Laura Jane Grace, por ejemplo. Pero luego están las anomalías como la red internacional de bandas de death metal antifascistas o la interesante experiencia de los rusos Moscow Death Brigade.
En definitiva, el rock antifascista cambia de cara, pero sigue vivo; sin embargo, muchas veces se encuentra en los contenidos, no sólo en la reivindicación de los artistas.
* Periodista italiano especialista en música y contracultura