El ataque al aborto atenta contra la autonomía de la mujer
La catedrática reconocida como precursora de la “teoría queer” afirma que la extrema derecha ha tomado lo que llama ideología de género
como caballito de batalla para condenar a feministas. Hoy recibirá el doctorado honoris causa en la UNAM
Jueves 17 de noviembre de 2022, p. 12
Grupos de extrema derecha en todo el mundo han tomado lo que llaman ideología de género
como caballito de batalla para atacar a feministas, homosexuales y personas trans. Y la filósofa estadunidense Judith Butler es feminista y lesbiana; además defiende el derecho de ser trans. Es autora de El género en disputa, entre otros 12 libros rompedores de esquemas. Es referente para muchos movimientos libertarios; pero también un demonio
para los conservadores más violentos, al grado que en algunos lugares debe transitar con escoltas por su seguridad.
Y no es que sus ideas fueran políticas en su origen, sino que sus detractores las llevaron a ese terreno. “Lo que sostengo –explica en entrevista con La Jornada– es que los ataques del movimiento antigénero, conocido como Feministas Radicales Trans-Excluyentes (TERF, por sus siglas en inglés) sí son un fenómeno de la derecha; a veces autoritaria, otras directamente fascista.”
Butler, catedrática de la Universidad de California en Berkeley y reconocida como precursora de la teoría queer
(que surgió en los 90 y rechaza la clasificación única de las personas bajo etiquetas de hombre
, mujer
, homosexual
y heterosexual
), llegó ayer a la Ciudad de México. Hoy recibirá el doctorado honoris causa de la Universidad Nacional Autónoma de México de manos del rector Enrique Graue y el viernes dictará cátedra magistral en el Palacio de la Escuela de Medicina. Viene a México, asegura, muy consciente
de la situación de violencia: feminicidios, crímenes de odio de personas LGTBQ+ y trans, violaciones, asesinatos en toda la geografía. Todos cuentan, todos deben ser condenados
, expresa.
Pese a que hoy día se encuentra en el ojo del huracán, particularmente por su crítica a la transfobia y las furibundas campañas desatadas por lo que denomina las feministas clásicas
y las TERF, rechaza ser encasillada en ese debate. “No se trata sólo de la lucha por la identidad de género. Se trata de un movimiento social contra la violencia, y creo que esto es particularmente importante en México, donde hay una movilización contra las distintas formas de violencia. Si no incluimos la violencia contra la gente trans, no somos consistentes. Hay que integrar las luchas en favor de los derechos reproductivos, de las mujeres, contra el ataque a gente trans, contra los indígenas, contra la gente en las fronteras, o a favor de los estudiantes que protestan, como los estudiantes de Ayotzinapa.
“Si nos posicionamos en favor de la justicia social, pero no incluimos los derechos reproductivos como justicia social, no estamos entendiendo el fondo. No podemos discriminar y elegir a qué clase de personas queremos defender y a quienes no. En ese caso, basamos nuestro movimiento social en la exclusión y la desigualdad y esto nos hace injustos. No podemos luchar por la justicia si no somos justos.
–Supongo que en la agenda del movimiento por la justicia en Estados Unidos la lucha contra la criminalización del aborto es un tema priordial, después de la resolución de la Suprema Corte en ese sentido.
–Absolutamente. El derecho reproductivo es fundamental para las mujeres y para cualquiera que pueda quedar preñado, incluidos los hombres trans. Rechazo totalmente la decisión de la Corte que resolvió que el Estado tiene el poder de decidir sobre los cuerpos de los demás. El ataque al aborto es un ataque contra la autonomía de la mujer, una restricción a la libertad, una injusticia radical y un asunto de inequidad económica y racial, porque las mujeres con dinero sí pueden acceder a un aborto en una institución privada, pero las instituciones de salud pública no están en posibilidades de brindar ese servicio a las demás.
Todo se trata de alianzas, coaliciones, solidaridad
En suma, hay que ligar todo: los derechos de las mujeres, sus derechos reproductivos, los derechos de las lesbianas y los gays, los trans, la justicia social y contra la desigualdad económica y contra la violencia. Todas estas causas están interrelacionadas necesariamente. Eso es lo que quiero decir con la teoría queer. Trata de alianzas, de tejer redes, de solidaridad.
–¿Este es un movimiento ya existente? ¿Es más bien marginal, tiene posibilidades incidir?
–Sí existe. Y encuentro muy triste que en México, o en España ahora, donde se debate una ley sobre transgénero, hay feministas clásicas que no lo defienden. Necesitamos que las feministas sean nuestras aliadas; sumar a nuestras luchas contra el racismo, la desigualdad, la destrucción del planeta, por los indígenas, contra el extractivismo ccorporativo. Y sí, creo que hay movimientos que están abriendo caminos en ese sentido. Fuera del modelo del así llamado feminismo clásico hay muchos otros modelos que constantemente hacen alianzas con otras causas. Y no son transfóbicos.
–Sus teorías, su literatura y activismo en favor de todas estas identidades queer, ha resultado ir mucho mas allá de la academia, la cultura o la filosofía. Son ideas que se han colocado en el centro de la política. Y ha definido las posturas homofóbicas o transfóbicas en el espectro de la ultraderecha…
–Yo sostengo que el movimiento antigénero sí es un fenómeno de la derecha; a veces autoritaria, otras directamente fascista. Pero quienes consideran que el género es una ideología –que no lo es, desde mi punto de vista– asumen que vamos a destruir a la familia, que se va a usar para promover los procesos transgénero o los matrimonios del mismo sexo y cosas así.
“En realidad, son mis críticos los que han hecho que mis ideas suenen más políticas de lo que eran en su origen. Yo no proponía una agenda política cuando escribí El género en disputa. Yo hacía una observación sobre cómo la gente vive su identidad de género, cómo hay comunidades que se mueven fuera de los cánones rígidos de lo que se considera femenino o masculino. Quise ofrecer una teoría que tomara en consideración estos cambios.
Pero mis oponentes llevaron esto a la política, alegando que mi intención era destruir la idea de hombre o de mujer, o de civilización, o de familia. Algunas feministas que se lo tomaron como un ataque a lo femenino. Creo que me están imaginando mucho más poderosa de lo que realmente soy.
Soy activista
Ríe. Judith Butler, de 66 años, judía y lesbiana, ríe mucho. Y habla con las manos, unas manos grandes, expresivas que se mueven frente a la pantalla por donde la escucho en la entrevista por Zoom. Y realmente no soy poderosa.
–En el campo de las ideas, muchos dirían que sí.
–En el campo de las ideas sí. Pero no sólo produzco ideas. Soy activista. Por ejemplo, dentro de un rato salgo al campus de Berkeley, mi universidad, para apoyar a una huelga de estudiantes graduados que luchan por obtener empleos con salarios sustentables. O sea, que en ese sentido sí soy política.
Pero mi formación es la filosofía, y desde ahí cuestiono algunas de las cosas que solemos asumir como sociedad sobre cómo se organiza nuestra sexualidad, como deben ser entendidos nuestros cuerpos, si la familia heterosexual es la única posibilidad de un acuerdo social entre parejas: obvio no. Todo eso lo pongo en cuestionamiento. Y hago un llamado para un amplio espectro de libertades, incluida la libertad reproductiva, libertad para que la gente trans pueda caminar por la calle sin miedo a la violencia, para que la gente gay o lesbiana no sufra discriminación. Sí, ofrezco una filosofía de libertad. Pero también me considero una filósofa de la no violencia.