La marcha: mucho ruido, poca oferta
omo destino sin remedio, todo nos hace pensar que la marcha del domingo pasado será otro movimiento estéril de la derecha. Dijeron no y sólo no.
Otra vez, como lo hemos dicho muchas veces en este espacio, la derecha no ofrece nada a cambio de su no. No tiene proyecto, no tiene plan alternativo, no tiene nada que dar más allá de la corrupción y la desigualdad mostrada durante muchos años de dominio.
La pregunta cabe, es obligada: ¿volvería a votar por Vicente Fox?, ¿confiaría en Roberto Madrazo?, ¿pondría en manos de Elba Esther el destino político del país?, ¿iría a las urna a votar por Alito Moreno y por el PRI?
También desfilaron las fuerzas beligerantes, los cabezas rapadas caminaron con toda libertad por Paseo de la Reforma sin recibir ninguna amenaza, y uno que otro de los que mandan y que el próximo fin de semana se reunirán para alimentar el descontento, el odio, lo que manejan a la perfección, pero sin un plan que vaya más allá de lo que ya conocemos y que dejó al país en el atraso.
También fueron a gastar los tenis algunos de los que hace casi seis años vociferaban y pedían la renuncia de los consejeros electorales luego de calificar las elecciones en Coahuila y el estado de México como fraudulentas. A la cabeza de ellos Emilio Álvarez Icaza, el mismo que ahora dice defenderlos.
Bien decía Santos Discépolo, en el memorable Cambalache: en un mismo lodo, todos manoseados
, para referirse a lo disímbolo de los personajes que se exhiben sin rubor, esta vez, si me lo permiten, en la vitrina de nuestra realidad.
Pero quienes acudieron al llamado de la Iglesia, de la iniciativa privada de Fox y Beatriz Paredes, salieron conscientes del engaño. Sabían que no se trataba de la defensa de lo indefendible ni de proteger lo que aún sigue dañado, sino de mostrar su coraje, de manifestar que ellos no se dejan gobernar por uno que no habla como ellos, que no piensa como ellos que es diferente a ellos y que no se ha dejado asimilar por ellos.
Pero fue domingo y hay permiso para mentir un tanto. Ahí andaban los que perdieron algo o mucho en nombre de la justicia, pero también los que ahora gozan de derechos que nunca imaginaron, derechos a los que no renuncian aunque sepan que provienen de la decisión del gobierno contra el que vociferan, y los que quieren dominar a una masa mucho mayor a la que hoy les hace caso.
No, no eran 12 mil, acudieron más, no muchos más, pero la cifra oficial fue errada, tramposa como acostumbra el que la emitió. Del otro lado, fieles a su instinto, los que se negaban a ver su verdad, también mentían, y daban una cifra por aquí, otra por allá. Todas falsas.
Pero el embuste mayor llegó rápido. La marcha duró poco, apenas una hora y media, se buscaba un escenario que pudiera ocultar –como la encuesta del INE– una realidad muy nutrida, engañosa, pero defendible ante la crítica.
Y luego el desenlace: ¿la defensa del INE o la defensa de mañas del INE? La mentira, de la que nadie se hace cargo, dice que se quiere desaparecer al INE. Que se busca acabar con el ejercicio mañoso de un grupo de personas que manejan el organismo, cierto, pero eso no convocó a nadie.
El motivo era golpear al gobierno, salir a la calle a gritar su odio, así, seco, venenoso, sin proponer nada, sin ofrecer más que lo que exhibieron: furia.
De pasadita
Dicen los morenistas de la Ciudad de México que el trabajo del nuevo jefe en la plaza se ha convertido en algo muy difícil porque toda la estructura del organismo se le había entregado a Clara Brugada en un intento tramposo y desleal por darle el control de la encuesta que deberá decir quién será el o la representante de ese partido en la elección del 24. Luchar en contra de eso marcará el trabajo de Sebastián Ramírez para siempre. Eso no se debe olvidar.