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Fatalidad histórica y cargas de caballería
E

n sus memorias militares Álvaro Obregón escribió sobre la primera batalla de Celaya: La infantería enemiga se posesionaba de los bordes que quedan al frente de los que ocupan nuestros infantes, y la caballería villista cargaba impetuosamente sobre nuestras posiciones. Hay en sus partes y en su libro (que básicamente es un pegote de dichos partes y de sus telegramas o al menos de los que le pareció conveniente publicar dos años después, ya encarrerado en sus ambiciones presidenciales) varias referencias a estas cargas y siendo la suya la primera versión escrita de esa guerra, respaldada, además, por la documentación original y la autoridad de ser quién diseñó la estrategia ganadora. Así quedó establecido un canon sobre el cual bordaron, sin discutirlo de fondo, los autores que siguieron, durante un siglo (como mostré en un artículo académico: https://www.redalyc.org/pdf/600/600 15959002.pdf).

Como nos cuenta Luis Fernando Granados, fue lo mismo que pasó con Hernán Cortés, cuyas Cartas nos son presentadas como el testimonio más fresco y original de aquello que seguimos teniendo “la mala costumbre de llamar conquista de Méxicohttps://www.jornada.com.mx/2021/09/07/ opinion/020a1pol). Así, seguimos creyendo que Obregón es el relato más fresco y original… cuyas líneas generales siguen la mayoría de los historiadores todavía hoy. De ese modo, quedó ­establecido que Villa perdió debido entre otras cosas a su mentalidad primitiva que sólo sabía de cargas de caballería… ¿Fue así? Recordemos algunos testimonios:

El capitán de artillería Gustavo Durón González, quien observó la batalla de Celaya desde la posición de su batería, en las estribaciones de La Gavia, asegura que los ataques fueron de líneas de infantería y no menciona en ningún lado cargas de caballería. Los infantes villistas eran batidos por las ametralladoras y los tiradores yaquis parapetados en los bordos de los canales, disimulados tras los carrizales. Ni en su testimonio ni en el parte de Obregón se habla de loberas cavadas por los yaquis (ni de trincheras ni alambradas), lo cual es lógico si consideramos que la línea defensiva apenas se había establecido un par de horas antes del ataque.

Para la segunda batalla de Celaya los soldados de Obregón sí tuvieron tiempo de cavar trincheras y loberas, y tender alambradas, aunque unas y otras eran menos sofisticadas y extendidas que aquellas que enfrentaron los villistas en la batalla de La Laguna en la primavera de 1914. Los testimonios y las narraciones villistas de los ataques escritos por Gustavo Durón González, Juan B. Vargas y Federico Cervantes, así como los de veteranos chihuahuenses de la Brigada Guerrero recogidos por Alberto Calzadíaz, rechazan la versión dominante que nace con Obregón, según la cual se reiteraron las cargas de caballería y sólo hubo ataques generales sin ninguna idea (los testimonios villistas muestran que repetidamente se buscaron los puntos más débiles de las defensas carrancistas). Estos testimonios, así como los del general carrancista Francisco R. Manzo, nos permiten entender en qué consisten las famosas cargas de que habla Obregón (y que muy pocos se han tomado la molestia de entender):

Los veteranos villistas describieron que los ataques a las líneas carrancistas las daban líneas de jinetes que a media rienda avanzaban contra el enemigo, pero lo hacían para enmascarar el avance de las líneas de infantería y, no pocas veces, llevando en ancas a los soldados de las corporaciones de caballería, que tomaban posiciones, pie a tierra, lo más cerca posible de las líneas enemigas y eran estas líneas de tiradores de infantería las que derrumbaban o penetraban en las trincheras carrancistas. El parte telegráfico de Obregón (que omitió en su libro, como otros documentos, significativamente aquel en que informa a Carranza del fusilamiento de 120 oficiales villistas prisioneros) también revela con claridad esa táctica, cuando señala que frente a las líneas de la infantería de Sonora, los villistas también tenían posiciones atrincheradas. Por su parte, Federico Cervantes cuenta que la cantidad de cargas de caballería de que habla Obregón son fruto de su fantasía o su autoexaltación.

Veamos cómo cuentan los veteranos villistas las cargas a las trincheras de Agua Prieta, en octubre de 1915: “Las cargas de caballería se dejaron ir una tras otra –rememoran veteranos villistas–. Cada jinete llevaba en ancas a un infante, y esas cargas se sucedieron hasta que toda la infantería dedicada al ataque, estuvo a 200 metros de las trincheras de Agua Prieta. De aquel modo se acercó la infantería a la línea de fuego. Serían unos mil dragones los que desde la primera carga se dejaron ir sobre las trincheras, cargando infantes, hasta ponerlos en el lugar que se les había asignado”.

Y así está contada toda esa guerra: un peón de Durango ayuno de ideas, un campesino de Morelos incapaz de entender al país más allá de su pueblo. Tengo siete años discutiendo esa versión de la mano de mi libro 1915: México en guerra. Ahí vamos, poco a poco.