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Disquero
Diemecke con música de Mahler
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▲ Diemecke durante un ensayo en la sala Bicentenario del Teatro Colón, 2012. Imagen tomada de Enrique Arturo Diemecke: Biografía con música de Mahler, de José Ángel Leyva, que se presentará este lunes 24 en el Teatro Juárez, sede principal del Festival Internacional Cervantino, en la ciudad de Guanajuato, como parte de la edición conmemorativa de sus primeros 50 años. La presentación estará a cargo de su autor, José Ángel Leyva, Enrique Diemecke, Ana Lara, Tomás Granados y el autor del Disquero, Pablo Espinosa. Habrá una segunda presentación, el sábado 5 de noviembre en el Palacio de Bellas Artes.Foto Arnaldo Colombaroli
 
Periódico La Jornada
Sábado 22 de octubre de 2022, p. a12

Nuestra recomendación de hoy es un libro hermoso, ameno, instructivo, disfrutable y poético. Se titula Enrique Arturo Diemecke: Biografía con música de Mahler; lo escribió el poeta José Ángel Leyva y lo publicó Siglo XXI Editores.

En cuanto uno abre el libro comienza a sonar la música. El mundo cobra sentido porque suena, porque tiene sonidos, porque es música. Como este libro lo es.

Estas páginas nos acercan a la intimidad de una persona: Enrique Arturo Diemecke, a quien seguimos, en la lectura apasionante de este título, desde su infancia hasta su actual gloria, la de ser, no tengo duda alguna, el mejor director de orquesta mexicano vivo.

Las 277 páginas de Enrique Arturo Diemecke: Biografía con música de Mahler son el fruto de largas conversaciones que sostuvieron el músico y el poeta, que son sinónimos, pues ambos persiguen la belleza, uno con sonidos sin palabras, el otro con palabras sin sordinas.

Es tal la fluidez del relato, que llega un momento en que biografiado, biografía y biógrafo son uno y lo mismo.

Tenemos entonces en nuestras manos un libro de música que es música, un poemario que es biografía y una guía de forasteros para levantar el vuelo.

Es un nuevo ejemplo de la evolución de la musicología en el mundo y para explicar este aserto debo decir que escribo sobre música porque la música vive en mí desde antes de que nací y desde niño leo libros sobre música y comencé a escribir sobre el tema, el más difícil de todos los temas, porque no me gustaba nadita cómo escribían antes quienes hacían libros sobre música.

Por supuesto que hay excepciones, que sería prolijo enlistar, pero la generalidad de los textos sobre música destilaban almíbar, eran tiesos, plagados de almidón, frases hechas, lugares comunes y sobre todo un afán necio de mitificar, endiosar, vestir de niños dioses a los compositores cuando narraban su nacimiento y luego de acólitos y luego de mujeriegos o borrachos o enfermos de amor.

El Disquero ha documentado en su oportunidad esas sucesivas novedades bibliográficas. Vale la pena enumerar algunas de ellas a manera de ejemplo y como contexto a la reseña del libro que hoy nos ocupa.

El ejemplo que más me gusta es el del reportero canadiense Eric Siblin, quien al igual que el autor del Disquero, hace crónicas de conciertos de rock y cuando U2 llevó su gira Pop Mart a Quebec, el reportero escribió una crónica que provocó que los fans de U2 casi lo lincharan, solamente por decir la verdad, es decir por escribir con objetividad.

La respuesta del reportero ante tanta agresión fue: pues let’s fuck off y se tomó un año sabático y un buen día se encontró a sí mismo en el jardín de la que fue la casa de Pablo Casals y escribió un libro maravilloso, que hoy vuelvo a recomendar: Las suites para violonchelo solo: en busca de Pau Casals: JS Bach y una obra maestra, publicado en México por editorial Turner.

Ese libro es un gran ejemplo de periodismo cultural convertido en musicología, de la que sí me gusta: en los capítulos nones, el reportero Siblin narra la biografía de Pau Casals y en los capítulos pares narra la biografía de una de mis obras preferidas, las Seis suites para violonchelo solo de Bach.

Ese recurso de conjuntar distintas biografías en una sola, es decir de contar la vida de una persona a través de la historia de una partitura, lo utilizó también la reportera Katie Hafner en su hermoso libro Romance en tres patas, también publicado por editorial Turner, donde narra la biografía del piano de mi pianista favorito, el canadiense Glenn Gould, a través de la biografía del músico y se extiende a la biografía de Bach y de las partituras de Bach.

Un tercer y último ejemplo que voy a citar y volver a recomendar: Apuntes para una historia natural del piano, del también periodista Stuart Isicoff.

Una vez puesto el contexto, es momento de decir que el libro titulado Enrique Arturo Diemecke: Biografía con música de Mahler, de José Ángel Leyva, es la nueva obra maestra de musicología escrita por un periodista cultural. Sus valores literarios, su capacidad de investigación documental, su rigor metodológico, pero sobre todo su originalidad para contar historias, convierten a este libro en el nuevo referente de cómo escribir sobre música.

Una forma de medir su valía es observar cómo convierte al biografiado en coautor. Es un libro contado a cuatro manos.

Quien habla todo el tiempo en el libro es Enrique Arturo Diemecke, pero quien pone las palabras una después de la siguiente es José Ángel Leyva. Son uno y lo mismo. Ya lo dije antes, ambos son poetas.

Leemos por ejemplo en las páginas de este libro: Mis recuerdos más remotos los escucho al tiempo que los veo. Asumo la vida como un acto musical. No hay nada en mi existencia que no provenga de una experiencia sonora. Aprendí a leer y a escribir español al mismo tiempo que en los cuadernos pautados y en las partichelas. Provengo de una tribu de músicos. Mi familia es la música.

El capítulo se titula La música en mí. El pasaje se llama Infancia y es José Ángel Leyva quien escribe en primera persona del singular como la primera de muchas decisiones audaces que asume en las siguientes páginas, como herramientas y recursos narrativos de gran originalidad, pero sobre todo eficacia. Porque así como en música lo que importa es el resultado sonoro, en literatura lo que importa es el efecto que en los lectores causan las palabras.

Vemos al niño Enrique Arturo jugar con los otros niños y lo vemos pasar sus horas felices con los instrumentos musicales que hubo siempre en su casa y el primer violín que le compró su papá y vivimos, como lectores, testigos y cómplices, y tomamos la decisión junto con él de tomar el camino de la dirección de orquesta como destino.

De los 11 capítulos que conforman el libro, todos ellos intensos, amenos, bien contados y bien cantados porque siempre suena la música en sus páginas, mi favorito es el décimo, porque utiliza un recurso narrativo que también he utilizado y que es muy divertido: jugar con estructuras narrativas, convertir en personaje de novela al mismo tiempo que de ensayo y de relato al biografiado y ponerlo a jugar con el otro personaje que es también poeta y que también habla en este libro en primera persona del singular: el compositor austriaco Gustav Mahler, el preferido de Enrique Arturo Diemecke y que da título al libro: Enrique Arturo Diemecke: Biografía con música de Mahler.

El capítulo se titula Una pregunta, señor Mahler y el subtítulo (recurso periodístico conocido en medios impresos como cabeza, o encabezado y el otro como balazo, que forma parte del encabezado) es la materialización, la puesta en papel de un sueño donde Enrique Arturo Diemecke sueña con Gustav Mahler y en el sueño el músico, Mahler, confunde al que sueña, Diemecke, con Sigmund Freud, quien en la vida real tuvo una sesión de sicoanálisis con Gustav Mahler, cuando éste tuvo una crisis existencial donde estaba de por medio perder a su mujer, Alma Schindler y lo que encontró fue respuestas que comparte, Mahler, con su interlocutor, Diemecke, y ellos a su vez con nosotros, los lectores, que estamos al filo de la butaca porque el director de escena, José Angel Leyva, construye un dispositivo dramatúrgico de antología.

He aquí, entonces, un libro imprescindible, tanto para quienes conocen la trayectoria del mejor director de orquesta mexicano, Enrique Arturo Diemecke, como para los fanáticos de la música de Gustav Mahler y también, y aquí viene lo mejor: para quienes todavía no tienen el gusto de conocer a Diemecke ni a Mahler ni a Leyva. Porque para eso sirve el periodismo cultural, para compartir con todos el placer de los hallazgos musicales, de los descubrimientos poéticos, para desentrañar los sueños de los otros que son en realidad nuestros propios sueños. Anden, soñemos.

Andante con moto. Andiamo con bici. Allegro vivache sin tache. Anden, disfrutemos, escuchemos este hermoso libro y así leamos la música de Mahler.

Dijera el Príncipe: porque todos sabemos querer, pero pocos conocen a Marx, digo, porque todos sabemos amar, pero pocos sabemos saber, o ¿cómo era?

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