En el libro Marcos de guerra, memoria y los foros del porvenir, el escritor replantea la urbe como lugar de reflexión para despojarla de la imagen de tiradero de cuerpos
que han construido prensa, arte y novelística
Martes 18 de octubre de 2022, p. 5
Las representaciones que se han construido sobre Ciudad Juárez desde el periodismo, la novela gráfica y el arte contemporáneo lo dibujan como un espacio de victimización, que siempre está en crisis, con habitantes abyectos. Desmontar esta idea y replantearla como lugar de reflexiones y conocimiento es la propuesta de Willivaldo Delgadillo (Los Ángeles, 1960) en su libro Fabular Juárez: Marcos de guerra, memoria y los foros del porvenir.
En entrevista con La Jornada, el autor explica que “a los fronterizos mexicanos los esencializan como violentos; eso justifica intervenciones militares de alto impacto, como la de Felipe Calderón y las de los recientes 20 años. Periodistas, activistas o novelistas, en el afán de denunciar algo terrible, se olvidan de esto y refieren estos lugares como un tiradero humano.
“Hago una analogía con el filósofo Giorgio Agamben, quien plantea que en los campos de concentración, los prisioneros judíos, antes de ser exterminados, eran reducidos, tanto simbólica como biológicamente; eran como una bolsa de huesos, incapaces de responder, como entes infrahumanos. Ese era el argumento para eliminarlos: los precarizaban simbólicamente.
La precarización se puede ver desde distintas formas, como en el proyecto Rodarte, en el que unas diseñadoras estadunideneses, en un intento por recuperar sus raíces mexicanas, viajaron a la frontera y encontraron algo afín a su estética: las zombis fronterizas; es decir, las mujeres maquiladoras. Con este tema, crearon líneas de cosméticos y vestidos gore; convirtieron la violencia y la explotación en elemento decorativo, como teoriza Sayak Valencia.
Para Delgadillo, el problema no es que se hable sobre lo que pasa en Juárez, sino cómo se explica, la crítica de la obra está enfocada en “los discursos que pretenden ser empáticos, con una visión progresista y que buscan evidenciar a los perpetradores; sin embargo, manejan un vocabulario prejuiciado y llegan a corroborar ideas. Como Cristóbal Colón: cuando la realidad lo iba contradiciendo, la ajustaba para seguir con su manera de ver el mundo.
“Los corresponsales extranjeros, por su lado, generan un corpus importante e influyente, como Charles Bowden en su texto Juárez, el laboratorio del futuro; de ahí se desprende toda esta matriz interpretativa, y los periodistas llegan por anécdotas suplementarias a reforzar esa visión. Yo trato de desmontarla.”
Acervo intelectual sobre la violencia
El también colaborador de La Jornada identificó que los extranjeros tienen un papel de rescatistas: “Con buena voluntad, recursos, saben lo que está bien y mal, y tratan de enseñar al local cómo defenderse. Es un guion establecido desde fuera que además adoptan organismos no gubernamentales internacionales. Esto genera un peso adicional en la gente que está tratando de salir adelante en su contexto.
Esa colaboración es necesaria, pero primero hay que reconocer los movimientos y saberes de los locales, entender sus decisiones. Los juarenses no empezaron a luchar cuando llegaron: tienen una vida y generaciones haciéndolo. Se trata de construir una relación más equilibrada, no de imponer agendas.
El también novelista destacó que en Juárez hay un gran acervo intelectual sobre cómo pensar el feminicidio y la violencia. “Mujeres han reaccionado desde los años 90, como (Esther) Chávez Cano, quien empezó a documentar y a repartir recortes en la Ciudad de México, Los Ángeles y Europa; introdujeron una sensibilidad distinta.
“Realizaron talleres de narrativa, escribían historias de la vida de las mujeres que aparecían descuartizadas en los periódicos. Para que una vida pueda ser llorada, tiene que ser aquilatada. No son sólo cadáveres; son muertes violentas, con ciertas peculiaridades, son feminicidios sistémicos, un concepto que acuña y elabora Julia Monárrez.
“Ella además observó que para poder protestar es necesaria la salud. Cuando se pierde a una hija se suma un dolor muy grande, hay que conseguir recursos económicos, para el autobús, las fotocopias. El sistema no lo hace fácil. Movilizarte, te exige física y sicológicamente, y luego dicen: ‘¿por qué la gente no protesta?’ Salir a la calle todos los días y buscar a tu hija durante años implica un fuerte sufrimiento, como el caso de Marisela Escobedo.”
–¿Cómo hablamos de lo que sucede en Juárez? ¿Cómo generamos una memoria más empática?
–No tengo la respuesta, sólo hago una reflexión seria, crítica y dolorosa. Es un proceso, un aprendizaje colectivo. Juárez tiene muchos problemas, el reto es crear marcos de representación que permitan pensar eso de una manera responsable, no hacer la situación más terrible.
“Fui periodista en Juárez, entre los feminicidios, el narcotráfico, las ejecuciones en lugares públicos. No sabía cómo tratar esos temas, ni reflejar su complejidad en una nota. A veces ni siquiera tenemos las herramientas para conceptualizarlo. Ahora, gracias al trabajo de Chávez Cano, Monárrez y muchas mujeres que se organizaron e incorporaron reflexiones más sofisticadas, tenemos más marcos para comprenderlo.
“Pongo dos imágenes para reflejarlo: hace cinco años fui al funeral de una joven de 16 años que desapareció y encontraron sus restos. Observé a su mamá en pleno dolor; tenía unos 40 años e imaginé cuando ella creció con miedo en la misma ciudad, cuando empezaban los secuestros. Sobrevivió, hizo su vida y crió a una hija que sí fue víctima. ¿Cómo sigues adelante?
“Por otro lado, veo a chavas creando colectivos feministas, haciendo cosas que ciertos sectores reprueban, como pintar monumentos. Eso no pasaba, antes protestaban mujeres mayores, como Chávez Cano, después las madres y ahora las potenciales víctimas, pasaron de ser objeto de la política a sujeto de la política. Las jóvenes feministas insurrectas representan un cambio importante.
“Aún hay asesinatos, factores que generan precariedad como el narcotráfico, la maquiladora, la especulación inmobiliaria y, pese a ello, existe esta sociedad que, aun en condiciones muy adversas, siguen generando matices de interpretación propia y respondiendo.
Ojalá este libro resulte incómodo. Al final encontrarán más razones para la esperanza y la inspiración. Charles Bowden decía que en Juárez no existe la esperanza; eso es como invalidar, anular o aniquilar. La esperanza no es ingenua, se construye a partir de la acción; actúas porque esperas un cambio, una transformación. Cuando una sociedad aprende a pensar críticamente, hay esperanza
, concluyó Delgadillo.
Fabular Juárez: Marcos de guerra, memoria y los foros del porvenir ganó el Premio Nacional de Ensayo y Crítica Literaria Guillermo Rousset Banda 2021. Se puede conseguir en https://www.libreriauacj.mx/.