Las contradicciones del empleo minero en México
Generalmente, al hablar del trabajo minero en México se piensa en hombres con casco extrañamente limpios, o al menos eso es lo que reflejan las fotografías que comparten la Cámara Minera de México (CAMIMEX) y/o el Servicio Geológico Mexicano (SGM) cuando publican material sobre este sector. En las fotografías que difunden tanto el sector público como privado vemos a pequeños grupos de trabajadores bastante pulcros en espacios abiertos o en alguna planta de beneficio de minerales. En muy pocas ocasiones se puede ver la labor del minero ya sea dentro de las galerías o en los extensos tajos de las minas a cielo abierto. Si buscamos este tipo de imágenes en internet nos damos cuenta de que no solamente es difícil encontrar alguna, sino que la mayoría pertenecen a medios de información privados, por lo que las empresas y el gobierno invisibilizan al trabajador minero que se interna en las entrañas de la tierra para extraer minerales, por lo que valdría la pena preguntarse ¿para beneficio de quién se realiza esta labor?
En México, más de la mitad de las 20 comunidades mineras más importantes presentan un nivel de pobreza superior al de la media nacional y muchas de estas carecen de acceso a servicios básicos, a pesar de que la mayoría cuenta con depósitos de clase mundial; es decir, tienen una cantidad y calidad de minerales que existe en muy pocos lugares en el mundo (Azamar, 2018 y 2021). Además, la actividad de extracción y beneficio de minerales metálicos es la rama de la minería que menos empleo genera si se compara con la fabricación de productos minerales no metálicos o con las industrias metálicas básicas. En total, de los 400 mil empleos directos que reportó el sector minero al cierre del año 2021 (CAMIMEX, 2021; Secretaría de Economía [SE], 2021) solamente una cuarta parte -entre 105 y 110 mil-, pertenecen a trabajadores de la minería extractiva. Esto equivale a 0.2% de la población total ocupada a nivel nacional.
Ahora bien, vale la pena mencionar que el número de trabajadores no ha cambiado notablemente en los últimos 10 años, caso contrario al número de proyectos mineros que pasaron de 718 activos en el año 2010 a 1,209 en el año 2021 (CAMIMEX, 2011 y 2022).
Por otro lado, existen al menos 2 millones de empleos indirectos que también genera la actividad minera. Por ello, la CAMIMEX señala que los aportes en términos de trabajo de este sector al país desempeñan un papel crucial en zonas remotas y aisladas, donde otras opciones de trabajo son mínimas, inexistentes o en algunos casos se encuentran ligadas a la economía criminal (Galindo, 2005). También porque el trabajo en las minas demanda algunos servicios que pueden ser proporcionados por proveedores locales.
Sin embargo, la CAMIMEX olvida exponer en sus informes la variación anual del empleo tanto en términos absolutos como relativos; es decir, su dinámica real. Por lo que si bien la generación de vacantes es importante para algunas comunidades, es necesario tener un panorama lo más amplio posible de la situación actual del empleo en este sector económico.
De esta manera, lo primero que se debe señalar es que, a nivel nacional, el número de empleos en la minería se caracteriza por presentar un comportamiento volátil. La gráfica 1 muestra la variación en los puestos generados por el sector (eje vertical izquierdo) en relación con la cotización del oro (eje vertical derecho), metal que tiene una relación valor/volumen mayor respecto a otros minerales. Por ejemplo, en 2020 el valor de una onza de oro fue 86 veces mayor al de una onza de plata (CAMIMEX, 2021).
Asimismo, se observa que el número de plazas registró incrementos notables durante el periodo 2001-2021. Por ejemplo, en 2012 se abrieron alrededor de 26 mil fuentes de trabajo nuevas, estimuladas por el aumento del precio del oro que alcanzó los 1,669 dólares por onza el mismo año. De igual forma, como efecto de un nuevo e histórico repunte del valor del metal áureo se alcanzó un valor de 1,799 dólares por onza, además en 2021 se crearon 31,731 empleos nuevos.
En contraste, durante el mismo periodo también se registraron caídas estrepitosas, como en el año 2008 cuando se perdieron cerca de 20 mil puestos de trabajo por efecto de la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos, principal destino de las exportaciones mineras de México. Asimismo, en 2019, previo a la pandemia por COVID-19, se generaron 73 puestos de trabajo nuevos respecto al año anterior, perdiéndose al año siguiente poco más de 11 mil empleos por efecto de dicha crisis sanitaria.
Esta drástica fluctuación del empleo minero se explica fundamentalmente porque: a) la minería es una actividad altamente condicionada por las oscilaciones de la economía global, en tanto los precios de los principales minerales son fijados a nivel internacional y; b) por el ciclo de vida de una explotación minera promedio que puede durar de seis a veinte años, periodo de tiempo que crea la ilusión de trabajo permanente al ofrecer oportunidades de empleo abundantes durante la fase de construcción de la mina y de la planta de concentración primaria (en promedio con una duración de uno a tres años), pero vale la pena resaltar que conforme avanza el tiempo se verifica una reducción drástica de los empleos, ya que las fases de extracción y beneficio son intensivas en capital, pero no en mano de obra debido a la mecanización y automatización que caracterizan a la minería actual.
Por otro lado, los trabajadores que viven cerca de las minas deben enfrentarse al reto adicional de la subcontratación, rasgo que también caracteriza a la minería mexicana de las últimas décadas. De acuerdo con el INEGI de cada 100 trabajadores en la minería de minerales metálicos y no metálicos, al menos 42 se encontraban bajo el régimen de subcontratación, mientras que en la rama de minerales metálicos 70 de cada 100 trabajadores son subcontratados. Dicho con otras palabras, siete de cada diez mineros se encuentran laborando en un esquema de contratación que se caracteriza por condiciones laborales precarias, entre ellas menores prestaciones en salud (como seguros médicos) que los trabajadores contratados directamente.
Esta proporción en el número de empleados subcontratados deriva del valor de los minerales, pues las empresas al tener concesiones que pueden durar hasta 50 años y extenderse por otros 50 más, simplemente reducen su personal al mínimo hasta que les sea rentable seguir extrayendo minerales sin tener que preocuparse por respetar los derechos de los trabajadores.
Es decir, ya sea por falta de interés o por una decisión consciente de beneficiar específicamente a las empresas, el Estado ha hecho casi nada para regular la situación de riesgo y abandono en el que viven la mayor parte de trabajadores mineros nacionales. Y es que, si bien esta actividad está profundamente ligada a la historia de nuestro país, lo cierto es que el beneficio económico que genera no se reparte de forma justa, además de que los riesgos socioambientales, las enfermedades y los problemas derivados de la minería son lo único que las empresas dejan en el territorio una vez que acaban con la riqueza de una mina.
Por último, vale la pena mencionar que el problema en México es que el trabajador minero ha desaparecido de la discusión pública, por lo que es notable que tanto las empresas como el gobierno se han encargado de esconderle detrás de números fríos y fotografías de stock que no demuestran su situación real. Es fundamental que se busquen formas de establecer regulaciones que protejan a los trabajadores y que vigilen a las empresas para evitar el aumento de los conflictos laborales y/o ambientales en nuestro país. •