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Italia a la derecha: notas al margen de una victoria anunciada
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iorgia Meloni, presidenta del partido Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia), será la primera mujer jefa de gobierno en Italia, tras obtener más de 26 por ciento de las preferencias electorales el domingo pasado. La coalición de derecha con Forza Italia –el partido-empresa del octogenario Silvio Berlusconi, y la Lega, de Matteo Salvini– consiguió una amplia mayoría parlamentaria que le permitirá relevar el gabinete saliente del tecnócrata Mario Draghi.

Las relaciones de fuerza internas a la alianza se invirtieron respecto de los comicios de 2018: Meloni sextuplicó sus votos, sus aliados bajaron a la mitad y ahora son socios de minoría. Fratelli d’Italia se sitúa en la extrema derecha del espectro político y tiene sus antecedentes en el Movimiento Social Italiano, creado en 1946 por seguidores de Mussolini y del fascismo, y en Alianza Nacional, partido conservador disuelto en 2009.

El campo progresista anunció su derrota al presentarse dividido. El Partido Democrático (PD), de orientación liberal, llegó en segundo lugar, por debajo de 20 por ciento, y la coalición centroizquierda se quedó atrás de la derecha por casi 20 puntos. Su líder, Enrico Letta, no pudo articular un frente amplio entre el centro moderado, liderado por dos ex afiliados de su mismo partido, y la constelación de las izquierdas ambientalistas y genuinamente progresistas, como Sinistra Italiana y Verdi, que sí ganaron escaños en el Congreso, o la Unión Popular del ex alcalde de Nápoles, Luigi de Magistris, que, en cambio, no lo logró. Tampoco se abrió un diálogo con el Movimento 5 Stelle (Cinco Estrellas), liderado por el ex primer ministro Giuseppe Conte, quien, entre pragmatismo y transformismo, gobernó durante la pandemia, primero con la Lega y luego con el PD, y ahora encarna una suerte de populismo progresista. Perdió la mitad de sus votos, pero alcanzó el tercer lugar nacional, siendo el primer partido del sur.

Giorgia Meloni ha querido presentarse como expresión de las nuevas generaciones, ya que tiene sólo 45 años y fue ministra de la Juventud, pero llega acompañada de candidatos y programas reciclados de los gabinetes de Berlusconi de los últimos 30 años. Una propuesta clave de su coalición es la flat tax, un impuesto sobre los ingresos con tasa única universal. Bajo la falsa idea de la simplificación tributaria, se esconde una medida de corte reaganiano neoliberal que crearía un sistema fiscal regresivo. Otras propuestas son: elección directa del presidente y centralización, pero también autonomía a las regiones; bloqueo naval contra los desembarcos de migrantes; apoyo a la energía nuclear; queda al margen el tema ambiental y la sustentabilidad. Sobre este programa la coalición mantiene diferencias marcadas que podrían minar la solidez del futuro gabinete.

Las primeras felicitaciones a Meloni llegaron de la ultraderecha europea: Viktor Orban, primer ministro de Hungría; Santiago Abascal, líder de Vox en España; Jordan Bardella, eurodiputado del Ressemblement National de Marine Le Pen. Este mes la Lega y Fratelli d’Italia votaron contra una relación del Parlamento Europeo que definía autocracia electoral al régimen húngaro y, en diferentes momentos, expresaron apoyo a Orbán y sus medidas antiderechos como la ley, aprobada este mes, que obliga a las mujeres que abortan a escuchar el latido del corazón del feto.

Sobre la guerra hay diferencias. Berlusconi, al menos antes del ataque de Rusia contra Ucrania, era declaradamente un gran amigo de Putin y la Lega de Salvini es acusada de haber entretenido con su gobierno relaciones económico-políticas turbias. Ambos han ido ablandando posturas sobre el tema de las sanciones contra el régimen ruso. Aun así, la coalición refrendó su posición atlantista como miembro de la OTAN en la esfera estadunidense. La línea es insistir con las sanciones económicas contra Rusia y el envío de armas a Ucrania, alejándose, así, de las posiciones que ganan cada vez más aprobación en el país y abogan por un papel mediador y un cese al fuego.

Las prioridades internas del gobierno serán la continuidad del Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia, basado en fondos de la UE y nueva deuda para la pospandemia, además de la inflación, la recesión que viene en 2023 y la crisis energética. Con una economía endeudada y estancada, ligada a un plan ya negociado y a la supervisión europea, las palancas económicas del Ejecutivo tendrán claros límites. En cambio, la acción política e ideológica de la nueva derecha podrá intervenir a fondo y tratar de crear hegemonía con efectos nefastos y duraderos en los ámbitos sociales, culturales y simbólicos. El ataque a los derechos civiles, al aborto legal, a migrantes y parejas del mismo sexo, el rescate de figuras e ideas fascistas, los ecos de teorías de pureza étnica contra la sustitución, la represión del disenso y las veleidades identitarias, xenófobas y tradicionalistas ya han sido ensayadas en el pasado reciente, pero ahora se hacen gobierno. La oposición no estará en una izquierda dividida en los palacios de Roma, sino en las calles, barrios, fábricas, asociaciones y movimientos que deberán (re)construirla y actualizarla.

*Académico y periodista italiano radicado en México