Opinión
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Ciudad perdida

Fuego amigo en Congreso morenista

L

o sorprendente en el Congreso de Morena del fin de semana pasado fue ver y oír a Mario Delgado y darnos cuenta de que el monstruo de las casi 3 mil cabezas no lo había devorado… aún.

Hubo intentos, fuego amigo le llaman algunos, aunque a decir verdad el calificativo para describir a quienes querían pasar sobre Delgado para quedarse con Morena debería sonar mucho más fuerte.

Ya en el Congreso, el sábado pasado, hubo quienes trataron de descarrilar el evento. Higinio Martínez, el senador cuyo grupo, o tribu, se quedó con la dirigencia partidista en el estado de México, quería también una cartera en el Comité Ejecutivo Nacional.

Para cumplir con esa idea montó una estrategia de la mano del gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, que seguiría los pasos de Martínez, pero esta vez la militancia entendió lo que Delgado estableció en su discurso: ir más allá de lo que ahora se tiene para hacer que la 4T perdure y triunfe en el tiempo.

La intención de la dupla Martínez-Barbosa, argumentaron muchos de los militantes, era enchuchar el evento, pero esta vez no lo lograron por más que buscaron la forma.

El ejemplo lo dio Agustín Guerrero, que trampeó la tómbola que daba la palabra a los oradores. Agustín metió 10 papeles para hacerse presente, aunque la regla advertía que sólo se podía concursar con una. Cuando se le descubrió no tuvo más que admitir el hecho. Agustín trabaja bajo las órdenes de Miguel Barbosa.

Pero este Congreso también fue un foro en el que ya no cabían las caretas, y un bien ubicado grupo de tabasqueños optó, desde muy temprano, por mostrarse contrario a su paisano Adán Augusto López y a favor de Claudia Sheinbaum.

La jefa de Gobierno como que estrenó vis política, tablas, podríamos decir, y es que desde que arribó a la gran carpa instalada a un lado de la Sala de Armas del complejo de la Ciudad Deportiva, donde se efectuó el evento, Claudia Sheinbaum obedeció sin más al reclamo de la militancia que le pedía fotos, abrazos, saludos de mano.

Entregada a la militancia, la gobernadora de la Ciudad de México tardó poco menos de 45 minutos en cruzar de la puerta de entrada al presídium, donde ya se hallaban otros gobernadores. Momentos después, al escuchar su nombre, la política de esta ciudad se puso de pie y con los brazos abiertos parecía arengar a los morenistas del Congreso, que le devolvieron sus deferencias con aplausos y gritos.

Mario Delgado tomó de la mano a la jefa de Gobierno, al secretario de Gobernación y les levantó los brazos, casi toda la primera fila del presídium se agregó al gesto.

El secretario de Gobernación, Adán Augusto López, hizo el recorrido con mucha más rapidez, tal vez porque la hora para iniciar el evento estaba a punto de sonar, y al escuchar su nombre por las bocinas se levantó de su asiento, saludó y volvió a su silla.

Marcelo Ebrard, como ya se sabe, no estuvo en el evento, estaba en Londres en representación de México en los funerales de la ex soberana del Reino Unido.

Y como para que ya no existan más confusiones, Ricardo Monreal se dio por muerto, como que ya es harina de otro costal.

De pasadita

Podríamos apostar a que el terror tiene memoria y ayer nos hizo pasar una de las suyas. Volvió a temblar y esta vez sembró mucho miedo entre la gente de la ciudad.

Como la vez pasada, en la misma fecha, casi a la misma hora, sonaron las alarmas, otra vez, después del simulacro y la ciudad se desquició. No hubo pérdidas humanas y al parecer tampoco daños mayores, pero otra vez nos asomamos al abismo del terror.

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