En la Ciudad de México se tiene una superficie aproximada de 31,076 ha en suelo de conservación, distribuidas principalmente en las Alcaldías de Xochimilco, Tláhuac, Milpa Alta, Tlalpan, Cuajimalpa y La Magdalena Contreras. Donde, Tláhuac es la principal productora de hortalizas con cerca de 6,500 toneladas anuales (SIAP, 2021), se destaca la producción de brócoli, romero y lechuga. En la zona de riego podemos diferenciar dos grandes sistemas de producción, en chinampas y humedales en tablas, lo cual hace compleja su forma única de producción.
El sector agrícola en el mundo se enfrenta, como lo han citado diversos autores, a grandes retos, como el de producir más en menor espacio ante el inminente aumento de la población y el cambio climático que ya son una realidad que amenaza las cosechas de los agricultores. Dos grandes retos que el país ha abordado en su camino hacia la autosuficiencia agroalimentaria.
Sin embargo, debido a las particularidades del suelo de conservación de la Ciudad de México, hoy en día la producción de alimentos en Tláhuac se enfrenta a cuatro grandes retos particulares para la producción de alimentos:
- Degradación de los suelos agrícolas. La disminución de la materia orgánica de los suelos ha provocado que se alojen cantidades altas de sales, principalmente sodio, lo que ha provocado la pérdida de fertilidad de los suelos y el abandono parcial o total de la unidad de producción. Por lo que es necesario promover actividades que contribuyan a la recuperación de estas parcelas, a través de enmiendas minerales, incorporación de materia orgánica y fortalecer el uso de productos agroecológicos (bioestimulantes), como parte de un manejo integrado de los suelos salino-sódicos.
- Disponibilidad de mano de obra limitada. La forma de producción de hortalizas en la región demanda una gran cantidad de jornales, principalmente para actividades como el cuadreo, deshierbe y riego que se realizan manualmente. Sin embargo, cada vez es más difícil encontrar gente que quiera realizar esas labores en las cercanías, porque los jóvenes ven el trabajo campo como un sinónimo de pobreza y migran hacia la zona urbana en busca de oportunidades.
- Disponibilidad del agua de riego. El sistema de riego rodado en melgas es una de las prácticas que ha sobrevivido a través de los años por los beneficios que esta otorga en el lavado de las sales de los suelos. Sin embargo, hoy en día, esta práctica es una de las principales causas del desabasto de agua para la producción de hortalizas. Por lo que es necesario promover la adopción de otras técnicas de riego que contribuyan al uso eficiente del agua. Un ejemplo de ello es el implementado en el Ejido de San Pedro Tláhuac, donde se estableció un riego por goteo para el cultivo de cebollas, cultivo con alta demanda de este recurso.
- Abandono de las tierras de cultivo. Debido a la baja rentabilidad de esta actividad, muchos de los productores de hortalizas complementan sus ingresos con otro empleo u oficio para vivir dignamente. Esto ha llevado a que las nuevas generaciones no vean al campo como una opción de vida, lo que ha derivado en el abandono de parcelas.
Dada la importancia de esta zona como la principal área de producción de hortalizas de riego de la Ciudad de México, así como por los servicios ambientales que brinda al alojar diversas especies, captura de carbono y ser un área de recarga de mantos acuíferos, es importante seguir impulsando esta actividad a través de programas diseñados a las necesidades de la zona.
El programa Altepetl Bienestar ha contribuido en la mejora de estos sistemas productivos a través de asesoramiento y reconstrucción del tejido social con la conformación de las Comunidades de Aprendizaje Campesino (CAC) que están permitiendo realizar mejoras productivas a través de la agroecología y mejorando la organización de los productores para dar solución a problemáticas en común. •