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Mar de Historias

Queda la lluvia

Con abrazos para Mary Farquharson y en memoria del inolvidable Eduardo Llerenas
I. Lluvia

P

ocas son los frentes de las casas y edificios iluminados con las tonalidades que distinguen al noveno mes del año. Los perfiles de nuestros héroes no asoman a los balcones para recordarnos sus históricas hazañas. Parecen ser menos los vendedores que circulan por las calles con sus carritos rebosantes de las características artesanías septembrinas o que al estacionarse hacen de los cruceros pequeños jardines tricolores. Sí, este septiembre algunas cosas han cambiado o faltan, pero al menos persisten el fervor y la lluvia.

II. Después de las fiestas

“Para su familia, septiembre era una especie de línea ecuatorial que dividía el año en dos hemisferios: antes y después. En el primero debían realizarse los proyectos impostergables y más onerosos, por ejemplo los relacionados con la ampliación o el mantenimiento de la casa. Todo lo demás entraba en un después impreciso que a veces se postergaba durante años, como en el caso de la tía Mariquita.

Un domingo de agosto, sin previo aviso, a la hora de la comida apareció en la casa. Muy pequeña, esmirriada, los ojos pardos y ya visiblemente calva, con el maletín de su esposo por equipaje, parecía un polluelo caído de una rama en plena tempestad. Su visita fue una sorpresa para todos, pero nadie se atrevió a preguntarle por qué no había anunciado su llegada, cuál era el motivo de su viaje y mucho menos por cuánto tiempo iba a prolongar su estancia en la ciudad.

Ante lo inesperado de la situación, los anfitriones disimularon su incomodidad desplegando un entusiasmo falso y empalagoso, salpicado de preguntas, entre otras cómo había sido su viaje a lo que Mariquita respondió que muy bueno y tranquilo, pero con el inconveniente de no había podido tomar nada durante todo el camino. De inmediato los comensales redujeron sus espacios para abrirle a su huésped un sitio en la mesa.

El entusiasmo de Mariquita por la sopa y el guisado perlaba de sudor su frente y enrojecía sus mejillas. Cuando al fin estuvo satisfecha agradeció, con lágrimas en los ojos, la generosidad de su familia y lamentó la ausencia de su difunto esposo, tan querido por sus pacientes que, a su muerte, se sintieron huérfanos.

Por la noche, cuando llegó la hora de irse a dormir y en vista de que la viajera necesitaba un buen descanso, la jefa de familia no dudó en cederle su cama ya que ella podía dormir en el sofá. Mariquita rechazó la amabilidad, pero ante la insistencia general aceptó y dijo que causaría esa molestia por muy breve tiempo, ya que planeaba volver a su casa en cuanto pasaran las fiestas patrias.

Están por llegar y hoy, antes de acostarse y apagar la luz, Mariquita anunció su próxima partida: es lo que ha dicho, cada mes de septiembre, durante varios años.

III. Sin un adiós

Nerviosa, desconcertada, como si le costara entenderlo, Alba relee en voz alta el mensaje en donde su esposo le informa que este año, por desgracia, no podrá venir a visitarla, como acostumbra hacerlo cada mes de septiembre. Deshecha por la mala noticia, imagina lo tristes que serán las fiestas y lo inútiles que han resultado los preparativos que hizo para recibir a su esposo. En medio de su desencanto encuentra un consuelo: al menos este septiembre no tendrá que vivir la amarga experiencia de otra despedida.

IV. El héroe

Ese anciano que se cubre los ojos con el brazo y descansa tendido en la banqueta, junto a su carrito lleno de banderas sobre las que empieza a caer la lluvia, parece un héroe extenuado después de una larga y muy cruel batalla. Una más.

V. Cielo de diamantes

Él, que ha olvidado tantas cosas, aún recuerda que aunque en el barrio no había adornos en las casas, ni comida especial sobre las mesas, ni estallaban los cohetes en los patios y todo era del tono gris de siempre, los niños celebraban la noche mexicana subiéndose a la azotea para mirar desde allí los fuegos artificiales que, a la distancia, convertían el cielo en una cascada de brillantes.

VI. Equinoccio

El equinoccio de otoño está a punto de llegar. El de 2031 ocurrirá también el 23 de septiembre. Para entonces tal vez ya no estemos aquí, pero estará la lluvia. Confío en que también permanezca la Luna.