Domingo 4 de septiembre de 2022, p. 8
Esta historia comenzó con una celebración. Kid A Mnesia Exhibition se concibió originalmente como una instalación física que debutaría en Londres. El confinamiento ocasionado por el covid-19 conspiró para frustrar esos planes. Un día me escribió el impresor de la editorial escocesa Canongate para contarme que tenían un proyecto para hacer un par de libros que originalmente se pensaron como una exposición que se canceló
, cuenta Eduardo Rabasa, oficial al mando de la editorial mexicana Sexto Piso. También platica que, “por el acuerdo de confidencialidad al que la empresa europea se adhirió, no podían escribir a muchas editoriales hispanoparlantes para proponer hacer una traducción a nuestro idioma de ese proyecto, y ni falta que hizo porque –debido a los lazos que mantienen ambas casas– la opción número uno para pensar en una nueva colaboración fue la editorial que publica en México a Kae Tempest, Moby, P.J. Harvey, Nick Cave y recientemente Jarvis Cocker. Esa llamada se materializó en dos libros: ¡El miedo acecha al territorio! y Kid A Mnesia.
Par de discos extraños
Existe un mito en la música inglesa: habla de un par de discos extraños, con canciones apenas sin estribillo, un par de creaciones que se alejan notablemente a los productos culturales de su época que consiguieron éxito por lo pegadizo de sus contenidos. Kid A logró vender un millón de copias y fue número uno en EU, Reino Unido, Canadá e Irlanda, pero, para críticos como Derek Thompson, eso no hubiera sucedido si en lugar del cuarto, Kid A hubiera sido el primer disco de Radiohead. Rabasa no está de acuerdo con ese mito, “en algún momento apareció Pablo Honey, que es un disco convencional, luego The Bends y después OK Computer, una obra de música vanguardista que rompió con todas las categorías y se consagró, casi de inmediato, como un disco muy importante. Con esto llegó la fama a los de Oxford y luego Tom Yorke entró en una crisis muy profunda, lo agobió la idea de la fama”, cuenta el editor y señala: “después dejó de hacer música porque no quería seguir repitiendo el camino del éxito hacia el OK Computer. Se alejó de la música y comenzó a pintar y garabatear, esa fue la puerta de entrada a Kid A. Desde mi punto de vista no fue una decisión consciente, no dijeron con un público numeroso ahora vayamos a lo experimental, sino que está presente el quiebre y el rechazo a la fama”.
En realidad, aquella tensión se percibe en Kid A y Amnesiac, los dos álbumes tranmiten ese estado de quiebre en el que se encontraba el líder de Radiohead. La narración de aquel momento quedó grabada en papel. ¡El miedo acecha al territorio! y Kid A Mnesia son libros que transmiten una sensación de fracción, son un gran vitral de emociones. Ambas publicaciones están formadas por imágenes muy diversas, dibujos, letras de canciones, apuntes, bocetos, una tarjeta de biblioteca, un diccionario e imágenes un tanto desordenadas, un poco caóticas donde no existe una narrativa lineal para nada. Son libros de retazos
, comenta Eduardo y advierte, “cuando editas libros que no estaban pensados para ser textos a veces es peligroso, el resultado puede quedar disperso, irregular, incoherente, pero en este caso me parece que el resultado funcionó a la inversa, es una ventaja que las piezas fueran concebidas como libros porque no existió una narrativa, no fueron materiales hechos para compartir cuando estuvieran listos, para mí eso les da un carácter muy íntimo, un elemento determinante de estos textos –y de estos discos también– es el estado mental de Tom York descrito por él mismo, donde predomina el caos, la desilusión y la necesidad de ruptura.
Expresión de desencanto
De entre la ingente cantidad de materiales que muestran ¡El miedo acecha al territorio! y Kid A Mnesia –que confirma la sensación de inmortalidad cuando se miran por primera vez–, aquel relacionado con lo político es el que confiere el valor más íntimo. Ninguno de los dos volúmenes, ni los discos, tienen la pinta de haber sido concebidos como una puesta en escena para protestar, para asumirse como productos contraculturales. Más allá de lo visual y lo musical, la verdadera revolución de estos productos culturales se produce a nivel ideológico. “La atmósfera del fin de milenio se percibe claramente en las obras, estas fechas simbólicas ponen a pensar en el pasado, pero también en el futuro, en dónde estamos, a dónde vamos, qué significa este cambio y Yorke muestra que existió en Inglaterra un entusiasmo que a él le parecía patético representado con el nuevo laborismo, Tony Blair como la izquierda cool, y él quería romper con esta especie de nueva izquierda que no le tenía miedo al dinero, ni al éxito. Yorke cuenta que este estado de ánimo se trasladaba al arte con estos nuevos británicos. Había un clima de celebración y esta tendencia a mostrar la mejor versión de uno mismo muy emparentada con el tema del management, la autoayuda. Todo el desencanto a ese clima pobre de falsa festividad que percibía el grupo está recogido en los discos y en ese sentido sí existe una protesta, no explícita, sino más como un lamento, una especie de expresión de desencanto”.
La amargura y quiebre de Radiohead queda patente en los dos volúmenes. Pocos artistas de cualquier estatura tienen reputaciones totalmente intachables. La banda parece haber sobrevivido a una época en la que se entusiasmó por transmitir un lamento sistémico. Ya no se interesó por la ciudad, el trabajo o el discurso específico, sino que apuntó a criticar al sistema de raíz y miró el éxito como una especie de fracaso del alma, un fracaso existencial. Como Eduardo finaliza, “lo hecho en estos dos discos va un poco más allá del OK Computer porque ya no es una queja específica, es más general: esto está podrido de raíz”.