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¡Nop!
D

espués de sus dos inquietantes e innovadoras incursiones en el género de horror, ¡Huye! ( Get Out!, 2017) y Nosotros ( Us, 2019), el realizador afroamericano Jordan Peele cambia sorpresivamente de registro para ofrecer ahora, en su tercer largometraje titulado escuetamente ¡Nop! ( Nope, 2022), un híbrido narrativo de western con protagonistas negros, al estilo de Cowboys & Aliens (Jon Favreau, 2011), y un material de ciencia ficción tributario de las viejas cintas con misteriosos ovnis aterrorizando a una población angustiada ya por los fantasmas de la guerra fría El día que paralizaron la tierra ( The Day the Earth Stood Still, Robert Wise, 1951).

La trama de ¡Nop! transcurre en el oeste mítico de California, pero de modo aún más elocuente en las cercanías de un Hollywood que acostumbra transformar la realidad en un parque temático interminable. En Haywood Hollywood Horses, un rancho especializado en el adiestramiento de caballos para ferias y shows mediáticos, dos hermanos, Otis Jr. /O.J. (Daniel Kalluya) y Emerald (Keke Palmer), quedan de pronto responsables únicos del negocio familiar luego de que su padre, OtisHaywood (Keith David) cae muerto de su caballo al ser fulminado desde el cielo por un enigmático impacto metálico. No pasa mucho tiempo antes de que O.J. y su hermana se percaten –junto con los espectadores advertidos ya por los spoilers en el trailer de la cinta–, de que por ese firmamento perturbador surca, casi indetectable, una nave espacial animada poseedora de un orificio encargado de succionar seres humanos y caballos, para triturarlos y deglutir lo degutible, y luego arrojar a la superficie terrestre los desechos humanos o materiales tan inocuos como la moneda que termina con la vida del patriarca Otis Haywood. Todo un festín terrorífico entre el cielo y la tierra. Pero más allá de todo esto, hay en la cinta una alegoría posmoderna y satírica de la forma en que los afroamericanos han sido históricamente borrados no sólo de la épica de la gran pradera, esa conquista del oeste protagonizada exclusivamente por ambiciosos colonos blancos, sino también del propio cine estadunidense, a pesar de haber figurado un jinete negro en las imágenes clásicas del británico Eadweard Muybridge, gran pionero del cine a partir de sus animaciones ecuestres, quien también fuera fotógrafo paisajista en aquel oeste mítico, según lo ilustra la película de Peele.

Convertidos en protagonistas de una novedosa épica que ahora confronta a los negros (extranjeros indeseables en su propia tierra, viejos aliens locales del prejuicio racista), con los auténticos alienígenas que amenazan al planeta entero, O.J. y Emerald deciden combatir por todos los medios a los supuestos invasores, pero sobre todo sacar provecho del atractivo comercial que supone filmar ese acontecimiento insólito que se produce en el cielo. Es aquí donde ¡Nop! deja de ser un simple filme de aventuras, tipo justamente Cowboys & Aliens, para volverse una revisión crítica de la manera en que la población afroamericana ha sido desdibujada en la narrativa estadunidense o vuelta una sucesión de estereotipos grotescos, según señalaba ya la incomprendida cinta Bamboozled (2000), de Spike Lee, pero también el modo, no menos significativo, en que los dos protagonistas sucumben a la tentación del espectáculo hollywoodense, procurando ganar visibilidad, y sobre todo dinero, con su propia filmación calamitosa de fenómenos espaciales. Que un cineasta afroamericano sea capaz de competir en las grandes ligas de los blockbusters de temporada, es algo que la cinta ¡Nop! pretende demostrar y criticar al mismo tiempo. El propósito es ambicioso, aunque no necesariamente redituable. Lo que ahora pierde Peele en el intento es la capacidad de mantener muy vivo el clima de suspenso y la sobrecogedora sensación de angustia ante lo genuinamente terrorífico, que hizo de sus primeras cintas dos experiencias memorables. Queda ahora un thriller muy bien armado que no alcanza, ni pretende concretar, la clásica tensión dramática de una cinta de horror. Esto podría decepcionar a algunos espectadores, aunque lo realmente notable es la probada perspicacia del cineasta para plasmar metafóricamente el proceso de invisibilización o el rechazo abierto que una sociedad endémicamente racista ha reservado a sus minorías étnicas, y que la cinta muestra por medio de su ingenioso manejo combinatorio de ciencia ficción y western delirante. Desde la misma industria hollywoodense, Jordan Peele, maestro de los títulos expresivamente secos, responde con un irónico Nope a la pretensión tenaz de someter al cine a las rutinas de un espectáculo conformista.

Se exhibe en Cine Tonalá, Cinemanía Loreto y salas comerciales.