Número 179 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
El campo de la ciudad. Primera parte

En diciembre de 2018 inició la gestión del actual gobierno de la Ciudad de México con el lema “Ciudad de derechos. Derecho a la ciudad”. El Programa de Gobierno de la Ciudad de México 2019-2024, en el Eje 2 Ciudad Sustentable, planteó un cambio fundamental en la comprensión y forma de relacionamiento que ésta tiene con las áreas rurales y forestales que representan el 59 por ciento de su territorio, y conforman el llamado suelo de conservación. La Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural (CORENADR) de la Secretaría del Medio Ambiente del gobierno de la Ciudad de México fue la encargada de concretar esta nueva visión y expresarla en políticas públicas con sus respectivos programas, presupuestos y acciones.

Para ello, la Dra. Claudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, emprendió un proceso de reingeniería institucional que llevó a la integración de las áreas que en las administraciones anteriores se encargaron -de manera desarticulada-, de los programas sociales de apoyo a las comunidades campesinas (Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades), a la conservación de los recursos naturales (CORENA), y a la preservación del patrimonio cultural y natural en la zona lacustre y chinampera de Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta (Autoridad de la Zona Patrimonio). Sin duda, otra de las medidas que expresa un cambio en la relación campo-ciudad, fue la asignación histórica de un presupuesto que en tres años y medio suma 4 mil 90 millones de pesos.

Una vez realizados el rediseño institucional y la redistribución presupuestaria, el reto mayor estaba en la formulación de una política pública capaz de articular objetivos, estrategias y acciones socio-organizativas, económico-productivas y ambientales en un nuevo programa para el campo de la ciudad, que reconoce a campesinos como sujetos del desarrollo rural, y a núcleos agrarios (ejidos y comunidades) como dueños de bosques y otras áreas naturales, y a ambos, como creadores, depositarios y salvaguardas del patrimonio biocultural. No era cosa secundaria definir el nombre de un nuevo programa social con estos propósitos y enfoques.

Altépetl: una política para la reapropiación campesina de los territorios rurales

Durante varias décadas, el campo de la ciudad fue visto y tratado como un área subordinada a los procesos de urbanización; como la provincia más próxima que le sirvió también como fuente de abastecimiento de materiales. La ciudad dejó de ver que sus áreas rurales y naturales son territorios vivos, resultado de complejos entramados socioculturales, económicos y ambientales, creados y recreados permanentemente por los pueblos originarios que los habitan. Por eso, el equipo responsable de trabajar -desde el gobierno de la Ciudad de México-, en la reformulación de la relación campo-ciudad, hurgó en los conceptos culturales antiguos de los pueblos originarios del Altiplano, y encontró la referencia más profunda para denominar su formación sociopolítica y económica de base territorial y en transformación hasta el día de hoy: el Altépetl.

Consciente de sus implicaciones, el equipo de la CORENADR decidió nombrar el nuevo programa como Altépetl. Lo organizó en tres componentes o capítulos que dan cuenta de los elementos constitutivo del campo de la ciudad: 1) Cuauhtlan; los bosques, y otras áreas de enorme valor ambiental como son las barrancas y humedales; 2) Centli; la mazorca de maíz que nos habla de la agrobiodiversidad, y; 3) Nelhuayotl; raíz de los árboles, y también principio y arraigo de los pueblos. Estos tres componentes del programa Altépetl integraron distintas líneas de apoyo para contribuir al bienestar rural, mediante la restauración, preservación y conservación de los ecosistemas y bienes naturales; la producción agropecuaria sustentable, y; la reconstitución de los tejidos comunitarios y la revitalización de su patrimonio biocultural.

La implementación del programa durante el 2020 estuvo sensiblemente afectada por la aparición y propagación del coronavirus, que implicó realizar cambios sucesivos a las reglas de operación del programa a fin de facilitar el acceso de los sujetos rurales a los beneficios que otorga. Al concluir el segundo año, en el contexto de la crisis sanitaria y de sus impactos en la economía popular, la CORENADR reconoció logros importantes, como haber ampliado en forma significativa el número de personas beneficiarias en relación a los padrones de la administración anterior (2012-2018), y asegurar la entrega directa e individual de ayudas de los distintos componentes, superando el intermediarismo de grupos que concentraron recursos y limitaron a los campesinos el acceso efectivo a dichos recursos. También se reconoció que el esquema de ayudas o subsidios individuales era insuficiente para responder a los desafíos económicos y ambientales comunes que enfrenta el sector rural en la ciudad, como son el manejo y aprovechamiento sustentable de los bienes naturales, o la rentabilidad de la actividad productiva mediante la integración de las cadenas económicas, o la revitalización de los sistemas de conocimiento, prácticas y creencias que configuran la cultura campesina.

El análisis de resultados de los dos primeros años de ejecución del programa, llevó a realizar cambios para responder de mejor manera a los desafíos identificados con los sujetos rurales. Los tres componentes modificaron sus nombres originales y esquemas de operación para armonizarse e identificarse claramente con los objetivos de inclusión productiva de los programas federales Sembrando Vida y Producción para el Bienestar. Cuauhtlan se convirtió en Bienestar para el Bosque; Centli se desdobló en los componentes Sembrando Vida Ciudad de México dirigido a propietarios y posesionarios de las parcelas agrícolas, y Bienestar para el Campo, que considera la modalidad de arrendatarios y comodatarios en el trabajo agrícola. A estos se sumaron dos nuevos componentes: Facilitadores del Cambio, que se refiere a técnicas-os y promotores-as que animan los procesos y acompañan el trabajo común organizado de las Comunidades de Aprendizaje Campesino (CAC), y; Desarrollo de Capacidades para el Bienestar Rural.

El rediseño global del programa permitió transitar a un segundo período de ejecución con nuevas estrategias de intervención territorial que ponen énfasis en los procesos de transición hacia sistemas agroecológicos, la asociatividad campesina para la integración de cadenas de valor, y el desarrollo de capacidades para la autogestión de sujetos rurales. El programa fue renombrado como Altépetl Bienestar.

Bocetos para la esperanza: pueblos, bosques, agua y suelos

A casi cuatro años de camino, la CORENADR ha generado un acumulado de experiencias y proyectos en curso, que suponen aprendizajes, tensiones, divergencias, errores y aciertos que compartimos con los sujetos rurales. Se trata de experiencias y propuestas que alimentan la esperanza en los procesos de reapropiación campesina y gestión sustentable de los territorios, de emancipación de las mujeres rurales, de reconstitución de tejidos comunitarios y generación de condiciones de bienestar en el campo, aspectos que dan cuenta de la transformación lenta y silenciosa del complejo de relaciones campo-ciudad.

Queremos seguir aportando a la urdimbre de un nuevo tejido de relaciones entre la ciudad y el campo, revalorando los pueblos con sus bosques, sus bienes naturales y culturales.

Comuneras-os y ejidatarios-as de 25 núcleos agrarios fortalecen sus asambleas y órganos de representación para la toma de decisiones, control y protección de 20 mil hectáreas de bosques y humedales en Áreas Comunitarias destinadas a la Conservación, mediante esquema de retribución de beneficios ambientales. Son 27 núcleos agrarios que gestionan Planes de Manejo Forestal Comunitario en 37 mil hectáreas. En las tareas de vigilancia comunitaria, restauración y saneamiento, preservación y conservación de ecosistemas, participan más de 4 mil brigadistas.

La mejor manera de enfrentar la tala clandestina y los cárteles inmobiliarios que devastan los bosques del sur y poniente de la ciudad, es mediante nuevos esquemas de manejo y aprovechamiento comunitario de bienes naturales, como son los proyectos de turismo alternativo y de naturaleza.

Alrededor de 8 mil productoras-es rurales participan en CAC y realizan trabajos colectivos para la restauración agroecológica de sus parajes y unidades de producción familiar. Para enfrentar la presión de la mancha urbana es necesario reactivar la producción y la economía de las familias campesinas. Con apoyos para la reactivación productiva, se lograron recuperar 4,500 hectáreas de tierras ociosas, y dotar de agua a 2,142 hectáreas de riego, mediante la rehabilitación y ampliación de las redes hidroagrícolas. Tenemos el desafío de implementar cambios tecnológicos en los sistemas de riego para un uso eficiente del agua tratada; masificar la producción local y uso de biofertilizantes para regenerar suelos degradados, y; la reconversión productiva para afrontar la crisis hídrica.

En el plano económico se concentran los mayores retos relacionados con la integración de cadenas de valor y la gestión de mercados diferenciados y mediante cadenas cortas para productos de calidad y certificados agroecológicamente. En el ejercicio 2021 se alcanzó una producción histórica de 3.5 millones de macetas de flor de cempasúchil, que representa un aumento del 400 por ciento respecto a la producción del 2018. Ello ha sido posible mediante el desarrollo de rutas agroturísticas. En 2020 se estableció la primera Ruta Agroturística en San Luis Tlaxialtemalco, vinculada con el rescate ecológico de los linderos de Canal de Chalco y de la zona chinampera de este pueblo.

La erosión de los tejidos y los conocimientos campesinos afecta el desarrollo de proyectos para la gestión sustentable de los territorios. Recuperar y revalorar los conocimientos tradicionales y las formas campesinas de organización social y económica con justicia de género; reforzar los vínculos con la tierra, sentidos de pertenencia y arraigo de los jóvenes rurales; son algunas de claves para que siga la transformación en el campo de la ciudad. •