Vaticano en números rojos
oco después de la muerte de Juan Pablo II, en abril de 2005, se supo que las finanzas del Vaticano estaban en números rojos luego de una década de obtener ganancias apreciables gracias al auge de los mercados de valores y un dólar fuerte. El déficit se calculó en 10 millones de dólares.
Casi en igual suma las del Estado-ciudad, con administración diferente y que registra ingresos vía los millones de visitantes a sus museos, a un supermercado, tiendas libres de impuestos para empleados y diplomáticos que venden perfumes Chanel y relojes Cartier a mitad de precio, y una farmacia que importa medicinas aún no aprobados en Italia. Aunque la Iglesia posee un tesoro en obras de arte (incluye 460 de pintores como Giotto, Caravaggio y Rafael), tiene prohibido venderlo.
El desastre financiero se atribuyó a pésimas inversiones en los mercados, aumento de costos, corrupción, excesiva burocracia, menos dinero proveniente de las limosnas de los católicos del mundo y a la opacidad con que funciona el Banco del Vaticano.
El papa Benedicto XVI al principio logró sanearlas, en buena parte porque aumentaron las donaciones de las iglesias de Estados Unidos, Italia y Francia. Pero en 2010 volvieron a estar en rojo. No hubo un milagro que protegiera al Vaticano de los efectos de la crisis económica mundial desatada en 2008, ni a la línea aérea papal que traslada fieles a los principales lugares de peregrinación: Lourdes, Santiago de Compostela, Fátima, Guadalupe, Jerusalén y Czestochowa. Fue cancelada.
En rojo las recibió Francisco en 2014, quien decidió resolver dos pilares del problema: la corrupción y la opacidad en el manejo del dinero. Para acabar con ellos comenzó a renovar la administración del Vaticano e integró un consejo de asesores externos que deben sugerirle los cambios urgentes. Debió entregar su informe el año pasado.
Pero la situación financiera se agravó con el covid-19, que redujo mucho más los ingresos. A la par, menos contribuciones por la deserción de católicos en respuesta a las acusaciones de abusos sexuales cometidas por el clero.
Francisco demostró que su reforma va en serio al enjuiciar a una de las personas de más confianza, el cardenal Angelo Beciu, y a otras nueve. Enfrentan cargos de corrupción y malversación de fondos. Es la primera vez que se procesa a un cardenal.
Ojalá Francisco tenga tiempo de concluir su reforma.